martes, 13 de octubre de 2020

Crítica. The Silencing

MAIK LINGOTAZO NOS HABLA SOBRE LA NUEVA EPICIDAD DE NUESTRO MATA REYES MANCO FAVORITO EN ESTE THRILLER DE ROBIN PRONT


Llega el mes de octubre, y con él la cita obligatoriamente voluntaria... o voluntariamente obligatoria, según se prefiera. Me estoy refiriendo, cómo no, al clasicazo entre clásicos para los amantes del género fantástico y de terror, que anualmente tienen en Sitges su más que buena ración fílmica en un -¡toma lugar común!- marco incomparable. Como viene siendo habitual, el festival se reserva no pocas sesiones dedicadas a proyectar desde piezas incombustibles y atemporales hasta documentales y retrospectivas, pasando por marcianadas de diverso pelaje, comedias del todo bizarras, un futimé de cortos, así como thrillers de toda la vida; eso sí, de los que esconden un reverso escabroso, de los que ahondan -con más o menos acierto- en la psique del colgado de turno, de los que, en suma, retratan un escenario lo suficientemente sórdido como para dejar ese poso de angustia, de mal cuerpo, de rollo chungo que tanto nos gusta a muchos


“es justo y de recibo decir que la película que nos ocupa tira por unos derroteros que la alejan de los códigos del thriller por antonomasia” 


Una de las seleccionadas durante este loco y pandémico año 2020 ha sido “The silencing”, con la que el director belga Robin Pront da el salto oceánico para llevar a la gran pantalla esta trama de suspense que aúna elenco internacional y producción americana. Si bien con su trabajo doméstico, “Les Ardennes” (2015), hizo sus más que meritorios pinitos en esto del largometraje, lo cierto es que ahora lo que ha hecho ha sido plantar un pino. Bueno, no. Que tampoco es para ser tan duro. A decir verdad, servidor opina que es precisamente gracias al buen hacer del cineasta que “The silencing” tiene mínimamente algo que decir. Bueno, no, tampoco: no es gracias a él, solamente. También es debido al concurso, dignísimo y rescatable, del grueso del reparto actoral así como de otros elementos que configuran el equipo de rodaje: Manuel Dacosse (“The ABCs of death”, 2012) a la dirección de fotografía o los hermanos Blair -Brooke y Will- (“Green room”, 2015) componiendo la banda sonora, por citar un par de ejemplos. 

Todos realizan un nada desdeñable esfuerzo para sacar adelante el proyecto y conseguir que al menos arranque algo que, por contra, finalmente no logra despegar. ¿Y por qué? Simple y llanamente por su guion. Y, de nuevo... ¿por qué? Pues no sé, siempre nos queda echarle la culpa a producción, a limitaciones de presupuesto, a plazos leoninos, a antojos de los que pagan y ponen la tela... O directamente al que sale en los créditos a tal efecto y que responde al nombre de Micah Ranum. En fin, será por narrativas. Pero, sea como sea, lo que es irrefutable -dentro del universo de irrefutabilidades que mi 'mismismo' y yo manejamos- es que este filme tiene uno de los finales más sonrojantes que me he echado a la cara en mucho tiempo. No sé si tanto como el que llevaba inactivo el guionista, puesto que sus anteriores encargos, “Harvest moon” y “First kill”, datan del 2008. Y eso que al frente de sendos cortos logró cosechar algún que otro premio, pero una década después todo parece sugerir que quizá, y sólo quizá, haya perdido algo de práctica. Porque de verdad que hay que hacer un severo ejercicio con aquello de la suspensión de la incredulidad para pasar por alto un desenlace tan 'what the fuck?' como el despachado aquí. Vamos, que no, que ni repitiendo la suspendo. Tal es el descalabro.

Estamos ante la enésima versión del resobado 'whodunit', pero en este caso, y si nos tuviéramos que atener a lo ofrecido por “The silencing”, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el susodicho arquetipo narrativo ha vivido tiempos mejores. Así pues, no esperéis aquí ni por asomo las cotas alcanzadas, dentro de la filmografía moderna, por otros títulos de nivel y copete como puedan ser “Tesis” (1996), “La prueba” (2003), “Adiós pequeña, adiós” (2007) o “Prisoners” (2013). Con todo, también es justo y de recibo decir que la película que nos ocupa tira por unos derroteros que la alejan de los códigos del thriller por antonomasia. En ese sentido, huye -y con plena intención consciente- del pulso frenético que caracteriza a tantísimas referencias del género. El enclave en el que nos sitúa el director es de esos que la naturaleza parece haber creado con la secreta motivación de erigirlos como uno más de los protagonistas, perfecto para películas ásperas y otoñales. El gris del cielo permanentemente encapotado de los bosques de Sudbury, en Ontario (Canadá), se alía con algunos pasajes rodados en diversos rincones del pueblo de marras y aledaños, como esa barriada fuera de la ley con sus inestimables hogueras, sacos de dormir y gente caída en desgracia. Todo para dotar al conjunto de ese aire deprimente y hosco que exige la historia


“opta por desarrollar su trama con una cadencia pausada, sin florituras ni excesos, aportando matices de manera paulatina en un despliegue escalonado de las intensidades” 


“The silencing” opta por desarrollar su trama con una cadencia pausada, sin florituras ni excesos, aportando matices de manera paulatina en un despliegue escalonado de las intensidades gracias al cual se logra armar una meritoria construcción expositiva del relato. Sobre todo en lo que respecta al rol del principal personaje, que no es otro que el interpretado por el danés Nikolaj Coster-Waldau, más conocido -y sobre todo- por ser quien da vida a Jaime Lannister en “Juego de tronos”; además de lo anterior, el bueno de Nikolaj cuenta con su estrella en el Paseo de la Fama de Almería, donde inscribió su nombre junto al del icónico Brian de Palma tras haber trabajado ambos en la producción de “Domino” (2019), película que contó entre sus localizaciones con el puerto, el aeropuerto y la plaza de toros de la capital almeriense. 

Aquí, se mete en la piel de un padre atribulado y corroído por la culpa debido a la desaparición de su hija, una adolescente sensata y concienciada, mientras ésta se hallaba a su cargo. Cinco años después, incapaz de aceptar que pueda haber muerto, continúa enfrascado con denodada abnegación en su lucha por encontrarla. Los volantes que insistentemente sigue enganchando en postes y paredes de su localidad se revelan como su tabla de salvación. Como el último refugio en el que poder caerse vivo y el motivo por el que levantarse al día siguiente. Eso y el alcohol: empujoncitos mundanos que hacen que el infierno sea algo más llevadero; y de paso que el dolor lo sea un poco menos cuando ves que tu ex remonta y rehace su vida junto a un nuevo compañero de viaje. Durante el resto del tiempo, su ocupación es la de encargado de una reserva natural en la que los animales, alejados de la injerencia humana, pueden entregarse a un encorsetado albedrío donde la única tiranía a la que están expuestos es aquella que les dispensa la cruda y férrea cadena trófica. Resulta del todo irónico, más aún teniendo en cuenta que hablamos de un otrora consumado cazador, ahora reconvertido en ferviente defensor de las bestias, tal y como seguro hubiera querido su malograda hija. De nuevo, honrar el recuerdo de los que faltan como maniobra para enmendar errores insalvables, cual mecanismo útil mediante el que poder cargar con la insoportable culpabilidad. 


“Lástima. Porque no pintaba del todo mal el cuadro, pero al final sus únicos destellos han sido los despedidos por los fusibles que a alguien se le debieron fundir” 

La aparición de un cadáver arrastrado por la corriente del río primero, y la de una segunda víctima que logra salvarse, después, desencadenarán un inevitable juego del gato y el ratón, que dará nuevos bríos a la desangelada existencia del padre, poniendo ante él al probable perpetrador del secuestro de su hija. Y con ello el haz de esperanza que preceda al alivio que le supondría dar ese tan ansiado carpetazo a la incertidumbre. En estas lides no se encontrará solo... aunque tampoco acompañado. Vamos, que haciendo la guerra por su lado -¡y de qué manera!... descabellada cuanto menos- tendremos también a la sheriff del condado, interpretada por Annabelle Wallis (“Annabelle”, 2014), quien compaginará la investigación del crimen con sus aspiraciones de alcaldable a pesar de las notorias muestras de rechazo popular que se granjea por ser poco menos que una hija pródiga, criada y educada en Chicago, que autosuficiente ahora vuelve de la gran ciudad para atender al hermano que abandonó tiempo atrás y que pasa por ser en la actualidad un joven problemático de turbio pasado encarnado por Hero Fiennes-Tiffin (“Soldado Peaceful”, 2012). 

Cierta marca como seña de identidad del villano junto con el arma empleada (que como poco nos sirve para conocer algo más acerca de la imaginería de caza y supervivencia propia de la América nativa, eso que te llevas) constituyen un par de buenos puntos que realzan y dan vigor a los mimbres expuestos en la primera mitad del metraje. Lo que tenía visos de poder ser un cesto consistente acaba por degenerar en un roto de dimensiones abrumadoras. Para empezar, el atuendo del malo como mucho cuela para mascota de los Minnesota Timberwolves, y ya. Por concederle algo, eh. Que sí, que nos brinda un momento, si bien inane, ciertamente sorpresivo, pero intuir a un asesino bajo ese camuflaje, ataviado con semejante espantajo no puede producir sino risión gorda. Total, que lo que supuestamente debiera haber provocado un crescendo de la intriga a partir de cierto lance, simplemente consigue dejarle a uno a cuadros, para empezar, antes de acabar suscitando no poca sensación de mosqueo, para continuar. De ahí hasta el final de la película, lo que ésta nos depara es un declive en aceleración constante, abonada a una pendiente resbaladiza merced a la cual entra en barrena en medio del más absoluto de los estrépitos. Un derrumbe con todas las letras fruto de varios disparates mayúsculos, pasmosos, y una consiguiente resolución en modo estafa nivel “yo lo suelto, y si cuela, cuela... y si no me la pela”. Lástima. Porque no pintaba del todo mal el cuadro, pero al final sus únicos destellos han sido los despedidos por los fusibles que a alguien se le debieron fundir. ¿O sería mejor referirse a los plomos? No en vano si algo tiene este silencio es que es difícil de ver. Eso tendría mucho más sentido. Tal vez el único del que pueda presumir “The silencing”.


5 comentarios:

El Rector dijo...

Yo sería algo más generoso en cuanto a la valoración. Me parece un thriller sobrio, bien interpretado y que consigue resultar interesante de principio a fin. En la línea de las propuestas de este tipo que suele traernos el festival, véase por ejemplo "Sweet Virginia" y similares. Me recordó en muchos aspectos, ambientación, tempo, tono pesimista, etc... a la estupenda "Wind River" de Taylor Sheridan. De acuerdo, sin llegar a ese nivel, pero sí tiene cosas.

Y el mata reyes, estupendo. Espero que Hollywood sepa sacarle partido a un tipo con el carisma tan ganado como este.

Saludos.

Maik Lingotazo dijo...

Muy buenas, Rector. En verdad estoy bastante en sintonía con lo que escribes. Yo también disfruté de la película, y pese a su tono pausado, el visionado no se me hizo en absoluto tedioso. Es más, precisamente estuvo llevado de manera formidable, metiéndome en la trama sin problemas, manteniéndome atento en todo momento. Y además, como tú, considero que los actores realizan una más que digna labor. Pero es que una cosa son las típicas licencias más o menos descaradas -¿qué película no se las toma?-, y otra muy distinta es patillarse un 'calzador' de órdago como el que para mí supone el final. O al menos así lo sentí yo. Eso hizo que salieran a flote otras consideraciones de guion que me parecen demasiado cogidas con pinzas, y que, en última instancia y valorando el cúmulo, la nota haya sido un aprobado raspado. Pero podría suscribir casi palabra por palabra lo que dices, eh. Quizá la diferencia es que, en este caso, no me ha acabado de dar el suficiente pego como para mostrarme algo más 'indulgente'.

No he tenido el placer de ver 'Wind River'. Y digo placer porque a tenor de lo leído, siempre salen ambos títulos relacionados, y en prácticamente todas las menciones “The Silencing” sale peor parada. Apuntada queda, pues.

¡Otro saludo de vuelta!

Anónimo dijo...

Acotando a lo que comentan, tuve la desgracia de revisitar Wind River (mi mujer no la habia visto y aprobeche) y tres dias despues de ver esa gran pelicula, mire esta. Debo decir que salvo algunos buenos momentos de Coster-Waldau, la pelicula se me hizo pesada en todo el metraje, no me gusto para nada ni la direccion ni el montaje. Hablar del guion sin hablar del final se me hace imposible...pero ni falta que hace. Maik en cuanto tengas tiempo y las ganas, mira la de Sheridan, seguramente la disfrutaras y mucho! Saludos gente y me encanta su blog!

Maik Lingotazo dijo...

Gracias, recojo la recomendación. Más si cabe, pues está entre los puestos preferenciales de mi lista de pendientes. La tengo más que presente. ¡Un saludo!

Chupasangre dijo...

Mejor "Wind River".

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