Crítica: La Exorcista

EL RECTOR NOS HABLA SOBRE EL NUEVO TRABAJO DE ADRIAN GARCIA BOGLIANO. LA GRACIA DEL SEÑOR NO ENTIENDE DE GÉNERO

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Adrian Garcia Bogliano es uno de esos cineastas camaleónicos que, para bien o para mal, no han dejado de evolucionar a lo largo de toda su carrera. Muy lejos quedan ya aquellos inicios en el cine argentino marcados por la crudeza y la visceralidad de sus primeras obras, fuertemente influenciadas por las corrientes más extremas del momento que tanto popularizó la cinematografía francesa. Le seguiría una época más contenida donde ganaba importancia el discurso social en sus películas, hasta terminar abrazando el reverso más fantástico del género. “La Exorcista” (2022) es un claro exponente de esta última etapa del director y de largo, su mejor trabajo desde “Ahí va el Diablo” (2002). 

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“una serie B de manual, desmarcándose por completo de las nuevas tendencias por las que se mueve el fantástico en estos últimos años” 

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Bogliano, quien desde la estupenda película de 2002 ha ido picoteando aquí y allá sin dar con la tecla adecuada a base de serie B cutre, cine experimental (no seré yo quien hable de “terror elevado”) o lanzándose directamente a los brazos del terror mainstream en su máxima expresión, esto es: “Late Phases” (2014), “Black Circle” (2018) y “Juega Conmigo” (2021), apuesta ahora por algo tan “poco usual” en los tiempos que corren como es el cine de exorcismos. Con el subgénero en franca decadencia y la cartelera repleta de ofertas similares, apostar por semejante propuesta se antojaba bien como un ejercicio de soberbia, bien como un ídem de oportunismo, pero en cualquiera de los supuestos, una apuesta de máximo riesgo para un director que llevaba ya demasiado tiempo afincado en la sombra.

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“una tibia y muy actual crítica hacia el papel residual de la mujer dentro de la iglesia católica, discurso tímido apenas insinuado que termina diluyéndose a las primeras de cambio” 

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“La Exorcista” es una serie B de manual, desmarcándose por completo de las nuevas tendencias por las que se mueve el fantástico en estos últimos años. Bogliano despeja cualquier duda al respecto ya en el esclarecedor prólogo de la obra, toda una declaración de intenciones que pone de manifiesto que la sutileza, las medias tintas y si me apuran, cualquier atisbo de verosimilitud, no tienen cabida aquí. En este sentido, estamos ante una película que desborda honestidad y que ofrece justo aquello que promete en sus primeros compases. 

Bogliano, Christian Cueva y Ricardo Farias escriben una historia donde su máxima (me atrevería a decir “única”) ambición reside en mostrar el enfrentamiento entre una monja y un demonio ancestral en forma de serpiente y con más nombres que el miembro viril. De soslayo, una tibia y muy actual crítica hacia el papel residual de la mujer dentro de la iglesia católica, discurso tímido apenas insinuado que termina diluyéndose a las primeras de cambio cuando descubrimos que las pretensiones de la obra apuntan hacia coordenadas mucho más festivas y que si lo que como espectadores queremos ver, es a tan podrida institución a cuatro patas, sodomizada por miserias propias del medievo, no será este el lugar. Por un lado, una lástima, pues siempre es buen momento para denunciar las injusticias de nuestra sociedad y el cine es una gran herramienta para ello, pero por otra, tendríamos que hablar entonces de una película muy diferente. 

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“No importa que la historia tenga sentido o que los personajes se desarrollen. Lo único importante es juntar a la monja y al demonio de turno, lo demás viene solo” 

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María Evoli, una habitual del horror mexicano a la que ya hemos visto en títulos como “Tenemos la Carne” (2016) o “El Habitante” (2017), da vida a la hermana Ofelia, una monja empoderada que se pasará las normas de la iglesia por sus consagrados labios vaginales para hacer bueno aquello del intrusismo laboral y ejercer de exorcista casual cuando al cura titular se le afloje el ojete más de la cuenta, dando el pistoletazo de salida a toda una serie de vistosos set pieces de terror sobrenatural donde una sobreactuada (pero todo sea dicho, muy acorde con el tono de la función) Evoli se lie a tortas con la serpiente de los treinta cinco apellidos vascos que tanto anhela a los nonatos de las puras, tiernas e inocentes lugareñas autóctonas. 

En clave narrativa, “La Exorcista” presume de un ritmo “endiablado” (si se me permite el gag) y todo vale cuando se trata de poner la acción por encima de cualquier otra consideración. No importa que la historia tenga sentido o que los personajes se desarrollen. Lo único importante es juntar a la monja y al demonio de turno, lo demás viene solo. Fuertes dosis de teatralidad, tópicos a mansalva y fuegos de artificio al servicio de la causa. Y pese al abuso del CGI, lo cierto es que a nivel visual, la película luce sorprendentemente bien, destacando el fabuloso uso que hace Bogliano de la iluminación en las secuencias nocturnas, resultando en algunas estampas francamente espectaculares que ni siquiera el vil CGI que da vida al demonio consigue afear. Estamos por tanto ante una película muy fácil de disfrutar, que hace buena también aquella falacia tantas veces repetida sobre la “falta de pretensiones” y no da tregua para que que el espectador no se baje en ningún momento del barco en un tiempo donde el subgénero de las posesiones no brilla precisamente por tal cosa, por ganarse al espectador. La lástima reside en que Bogliano no haya sabido imaginar alguna escena realmente perturbadora tal y como hiciera no hace tanto Alejandro Hidalgo en su “El Exorcismo de Dios” (2021), sin duda, hubiese sido la guinda para una propuesta tan disfrutable como esta. 

Lo mejor: Sencilla y directa al grano. 

Lo peor: Muy lejos de resultar sugestiva o aterradora.