Odio los coches y odio todo lo relacionado con el mundo del motor. Soy de esos que van a todas partes tirando de transporte público ya que la sola idea de meterme en una de esas cajas metálicas con ruedas… buah, me pone enfermo. Supongo que por esto, bueno, por esto y por otras cosas, hay una película del año 1983 que dirigió un tal John Carpenter y que lleva por nombre “Christine”, que me atemorizó durante los largos, oscuros y tortuosos años de mi infancia. Mucho antes incluso de conocer a Blu. Pero la película que realmente me marcaría años después (pese al hecho de ser de 1977), sería una pequeña maravilla titulada “The Car” (aquí se rebautizó como “Asesino Invisible”) que protagonizó el señor James Brolin (recordemos que años después terminaría regentando un fantástico hotel), y que giraba entorno a un macabro coche de color negro y cristales tintados que sembraba el terror en una tranquila localidad, por supuesto, estadounidense. Brolin interpretaba a un sheriff que tenía que intentar detenerlo y bueno, la cosa terminaba en una gloriosa lucha por la supervivencia entre el hombre y la máquina. Si alguno no la conoce, recomiendo su visionado encarecidamente. Los coches y el terror seguirían coqueteando en años venideros con clásicos como “La Rebelión de las Máquinas” (adaptación de la novela de Stephen King) o la serie de “El Coche Fantástico”, bueno, vale, esta no era estrictamente de terror, pero no me negaréis que Michael Knight era el terror de todas las solteronas de Estados Unidos… venga, mejor no hablemos de cosas tórridas que pierdo el oremus y luego algunos, los mas impacientes, no tenéis narices ni de aguantar el prólogo. El caso es que nos encontramos ante un nuevo terror sobre ruedas (nota mental: coño, ahora me cuesta quitarme de la cabeza aquella imagen de David Hasselhoff en bañador rojo… ummmhhh) que llega con el aliciente de estar dirigido por un francés, y no por uno cualquiera, sino por Eric Valette, padre de aquella grotescamente divertida “Maléfique” que tanto me gustó en su momento. Luego también se encargaría del remake de “Llamada Perdida”, pero bueno, no saquemos los trapos sucios del hombre.
“Hybrid” comienza con un par de jóvenes saliendo de una discoteca, que se encuentran con un bonito y flamante coche deportivo de color rojo abandonado a su suerte en un oscuro callejón y con las llaves puestas. Así que ni cortos ni perezosos, se montan para darse una vuelta, momento en el que el vehículo cierra sus puertas y los dos desgraciados son brutalmente asesinados en el interior. Luego vemos como el coche arranca solo, sin conductor y se pega un rulo por la ciudad en plan que malo soy, con tan mala suerte que al no respetar un semáforo (claro, es un coche diabólico), se pega una hostia de cuidado con otro vehículo para terminar en un taller de la ciudad. Al día siguiente, el turno de noche del taller se prepara para una nueva y apasionante jornada de trabajo nocturna, no tienen ni idea que entre los coches averiados que les dan de comer, ahí algo que, se los quiere comer.
Aunque pueda parecer lo contrario, lo que tenemos entre manos tiene poco o nada que ver, con la mítica “Chrisitne” (mas allá de que la historia gira sobre un coche asesino con vida propia), pues en realidad nos encontramos ante la típica historia de monstruo cazador en un recinto cerrado, fórmula que popularizara Ridley Scott con la genial “Alien: El Octavo Pasajero” y que ha sido copiada hasta la saciedad. Esto es lo mismo, solo que en lugar del xenomórfo, hablamos de un coche asesino y en lugar de la Nostromo, la acción transcurre en el parking de un inmenso taller. Sabiendo esto, uno ya puede imaginarse de que va la fiesta. Un grupo de mecánicos perseguidos por la criatura, un buen puñado de muertes, algunas persecuciones, absurdos diálogos y un pizquita de tópicos baratos… y diablos, al principio funciona. Funciona por que la verdad es que el coche tiene su carisma, la película no tiene mala pinta para tratarse de una serie B baratita, los actores parecen competentes (si incluso aparece el bueno de Oder Fehr, al que recordamos de la saga de “La Momia” o de “Resident Evil: Apocalypse”) y la atmósfera siniestra está bastante bien conseguida. Nos topamos de narices con algunas muertes bueno, relativamente vistosas y la cosa resulta moderadamente esperanzadora.
Pero hay un punto de inflexión. A eso de la media hora de filme, ocurren dos cosas terribles que marcarán para mal el desarrollo de los acontecimientos. El primero, es que los guionistas intentan justificar al monstruillo. A ver, dicen que si no tienes nada que mejore el silencio, lo mejor es callarte. Ha pasado antes en otras películas, hemos visto en otras muchas ocasiones como estas maravillosas criaturas que son los guionistas, no han tenido ni puta idea de cómo justificar los sucesos acontecidos en ciertas películas (no voy a dar títulos pues parece que todos los caminos llevan a Roma…) y simplemente, no lo han hecho, con dos cojones. A mi esto no me gusta, pero si la justificación que se nos propone es como la que nos ocupa, casi prefería vivir en la ignorancia. No voy a desvelar nada sobre el asunto, pero a mi me pareció lamentable. El segundo, es cuando la cinta pone sobre la mesa sus “exquisitos” efectos especiales. Por todos los diablos del averno, estamos ante unos de los efectos digitales mas bochornosos que he visto en mi vida. Si el coche tenía algo de carisma, se le va todo por el tubo de escape cuando del capó le sale una especie de boca con dientes que bueno… ni Hasselhoff con el bañador rojo.
Para rematarlo todo, el interés inicial que consigue despertar el filme, se va disipando a medida que avanza el metraje y llega un momento, uno muy precoz, cuando aun nos queda bien bien, media hora de película, en el que seguirla se hace realmente pesado, con una repetición de situaciones, divagaciones varias y secuencias alargadas hasta le extenuación, que pueden acabar con la paciencia del mas pintado. En un símil baloncestístico, hablaríamos de los minutos de la basura.
Conclusión, “Hybrid” es una buena razón para seguir odiando los coches. Una experiencia que va claramente de mas a menos y que lo único que hace es disfrazar la historia simplista y estereotipada de siempre, cambiando a los protagonistas y el escenario que, pese a sus buenas sensaciones iniciales, cae en lo ridículo cuando se pone realmente manos a la obra. Unos efectos especiales de pena, una historia de vergüenza ajena, unos personajes que desprenden indiferencia por todos los poros de su cuerpo (salvando quizá a Ode Fehr, que interpreta a una de esas buenas personas que tanto me gustan), un monstruo que pierde toda la credibilidad en cuanto se quita la máscara y un desarrollo capaz de aburrir a las piedras. Vamos, una broma de mal gusto si la comparamos con los grandes coches asesinos de la historia. Lo único que salvo de la quema es, su secuencia inicial, que me transportó a otros tiempos y a otros lugares, la atmósfera en ciertos pasajes y su divertido desenlace. Me parece que a tito Valette se le ha calado el asunto y que un servidor seguirá tirando de transporte público.
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