Momentos para ver una película de terror hay muchos y muy buenos. Quizá, a las 2:00 de la mañana después de una corta pero intensa velada en la siempre sombría noche barcelonesa no sea uno de ellos. El caso es que un servidor, aunque no suele prodigarse mucho por el exterior y mucho menos en según que situaciones, esta pasada madrugada llegó a casa en un estado tan poco afortunado como inusual y pese a ello, ni corto ni perezoso, se animó a hacerle una visita a su estimado disco duro (lo siento José, pero yo no soy un tipo con tantos principios como tú) a ver si entre los dos, podíamos negociar un visionado apañadete. Ahí apareció sobre la mesa el título de “Slime City Massacre” y bueno, como no tenía ni puta idea de que iba la cosa, me pareció una opción tan buena como cualquier otra. Me la puse, me tumbé en el sofá y bueno… lo siguiente que recuerdo son unas horribles pesadillas que tenían como protagonistas a un grupo de personas de colores, si, había un tío de color verde, otro de color azul, una chica rosa… también recuerdo cuerpos sudorosos y lascivos, ah, y a Lloyd Kaufman exterminado a manos de una especie de desastre radioactivo o algo así. Esta mañana me desperté, a eso de las doce del mediodía con una resaca horrible, lo bueno, es que a mi lado no había ningún gordo barbudo lleno de tatuajes abrazado a mi cual osito de peluche (como de seguro os habrá ocurrido a muchos de vosotros en alguna ocasión después de una noche de excesos). Así que con algo mas de lucidez, me dispuse a terminar lo que había comenzado hace unas horas. Esta vez me documenté un poco, descubrí que “Slime City Massacre” es la secuela de una tal “Slime City” (en territorio español se conoció como “Despedazator”) que dirigió un señor llamado Greg Lamberson allá por 1988 y que él mismo, es el encargado de hacer lo propio con la cinta que nos ocupa. Me la puse, me tumbé de nuevo en el sofá y bueno… descubrí perplejo que al alcohol no había tenido ninguna culpa en los extraños acontecimientos acontecidos la noche anterior y que lo que se esconde detrás de “Slime City Massacre” es ni nada menos que, gente de colores y cuerpos sudorosos y lascivos.
“Slime City Massacre” nos sitúa en el centro de la ciudad de Atlanta, siete años después de que una bomba suicida exterminase a gran parte de la población y convirtiese el lugar en una zona radioactiva, su nombre, Slime City. Entre los escombros, los supervivientes intentan sobre vivir a duras penas, miles de indigentes luchando por un trozo de comida que llevarse a la boca. Alexa y Cori son una pareja que al igual que los demás, intenta buscarse la vida, lo que les lleva hasta un antiguo edificio al que consiguen acceder gracias a que el azar puso en sus manos un juego de llaves del recinto. Allí, en las profundidades del edificio y a salvo de la corrupción y la miseria que les rodea, conocen a otra pareja, Alice y Mason, con los que entablan amistad. Una noche, investigando la zona, descubren una vieja despensa llena de botellas de vino y de unos extraños recipientes de yogurt. No tienen ni idea, que aquello es el resultado de un macabro ritual celebrado año atrás y que su consumo, desencadenará una serie de terribles acontecimientos.
Se supone que la primera “Slime City” es una especie de filme de culto de la serie Z o algo así, yo sinceramente, no tengo ni puta idea, mentiría si dijese que la recuerdo. Lo que si se, es que esta segunda parte es una de las experiencias mas surrealistas con las que me he topado últimamente, y creedme, no han sido pocas.
La historia se resume muy rápido, en un marco post apocalíptico (de acentuado regustillo a aquellos filmes futuristas que se hacían en Italia en los años 80, como… utilizad la imaginación leches, que sigo con resaca y pocas ganas de pensar), un grupo de supervivientes, descubren casi por accidente, un oasis en medio del desierto, o lo que es lo mismo, una despensa con cientos de botellas de vino y tarros de yogurt. El fin de sus problemas alimenticios sin duda. Pero también el principio de algo mucho peor. Pues resulta y cuidado por que es un poco SPOILER, aunque también diré que no creo que saberlo perjudique en absoluto su futuro visionado, que el susodicho yogurt, no es otra cosa que ectoplasma (si tíos, y prometo que estoy totalmente sobrio) y el vino, una especie de conductor para que las almas de los espíritus puedan poseer el cuerpo de sus víctimas. Una vez consumidos los productos, los pobres diablos se ponen super cachondos y sienten la necesidad de follar como animales durante horas, aunque (y aquí viene la parte mala) también despierta en ellos un deseo irresistible de matar al prójimo, por no mencionar los sabidos inconvenientes que se asocian a todo estado de posesión demoníaca, claro está. En este caso, los individuos cambian adquieren una textura gelatinosa (te quiero Blu) y cambian de color. Unos se vuelven rosa, otros azules, verdes, naranjas, depende de cada uno y, se convierten en adictos de la substancia, la cual tienen que seguir ingiriendo de forma habitual para evitar el denominado “mono”.
Esta es la estructura de “Slime City Massacre”, consumir, follar y matar, lo que no voy a negar que puede sonar muy divertido, pero a la práctica no lo es tanto. Mas que nada por que estamos ante un filme bochornoso en casi todos sus aspectos. El guión es lamentable (si es que realmente existe tal cosa), las actuaciones son… bueno, esto tendréis que comprobarlo “in situ”, pues me quedaría corto, el sentido del humor típico de este tipo de producciones, brilla por su ausencia y el esperado festín de sangre y vísceras, se hace demasiado de rogar. Pero dicen que mas vale tarde que nunca y por lo menos, en su tramo final vamos a encontrar el chute de gore y mal gusto que se nos había prometido, expiando muchos de los pecados perpetuados a lo largo del filme. Y eso que los efectos especiales, no destacan precisamente por su calidad, pero una cosa si tienen, simpatía. En este sentido, el último tercio del filme, recuerda mucho al cine del señor Frank Henenlotter, tanto visualmente, como por lo dantesco de las situaciones.
En este sentido, el filme deja algunas secuencias para la prosperidad, como la de una mujer que queda reducida a una especie de puré de calabaza en una bañera, mientras tan solo su cara mantiene consistencia física y le suplica a su pareja que se la folle, el tío le dice que eso va a ser difícil, pero en un claro acto de amor, comienza a remover la substancia viscosa con el dedo mientras la mujer explota en mil orgasmos o la de la misma señorita ahora si con flamante nuevo “chasis” y una enorme vagina con dientes (mucho menos sutil que aquella de “Teeth”) entre los pechos dispuesta a devorar todo aquello que se le ponga por delante.
Conclusión, “Slime City Massacre” es una película técnicamente desfasada y bochornosamente mal realizada. Mala historia, mal guión, desarrollo carente de ritmo (atención a los lamentables flashbacks) malos actores, malos efectos especiales (aunque entrañables dada su mimosa naturaleza clásica) y carente de sentido del humor mas allá de alguna pequeña pincelada. Por el contrario, (y dejando de lado algunas virtudes como su buena banda sonora o su claro transfondo social) tan dantesco resulta el espectáculo, que a uno, no le queda otra que acabar claudicando y rindiéndose ante semejante experiencia. Algo que descubrimos cuando comenzamos a disfrutar su último tercio, una oda a lo bizarro donde la gente de colorines, el ectoplasma pasteurizado o las vajinas de un metro, nos demostrarán una vez más, la eterna sabiduría del refranero popular con aquello de que “si bailas con el diablo, el diablo no cambia, te cambia a ti”. Por supuesto, y misticismos a parte, quien no quiera entrar al juego, lo único que va a encontrar aquí es una grandiosa pérdida de tiempo, cordura y por que no (y hablo por mi), sueño. Mala a rabiar, si. Pero a veces, las cosas más inesperadas, las cosas mas extrañas, pueden resultar desconcertantemente atractivas, incluso, adictivas. ¿Jugáis?
2 comentarios:
pues según lo has contado,jugar me parece la mejor opción,pero creo que para "Slim City Massacre" yo también voy a necesitar verla cuando llegue a casa en unas determinadas circunstancias que hagan que se me "abra" un poco mas la mente,aunque me ha entrado una curiosidad...
Yo he visto la primera parte. Y si, esta considerada de culto (lo cual me parece increible). Es una de las pelis mas insoportables que he visto jamas (y he visto unas cuantas).
No la recomiendo para nada, ni siquiera en un estado de colegueo, cervezas y sustancias ilegales. Horrorosa.
Y la pregunta es: como llegaste a ella?
Un amigo mio, que es muy, muy fan del peor cine jamas realizado, me dijo: "te invito a mi casa y vemos una de las peores peliculas que he visto jamas". Y yo, que no soy nada curioso (en general), pero que en el cine si lo soy (y mucho), pues...
Esta secuela no me apetece nada...
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