sábado, 20 de julio de 2013

Crítica: The Ghostmaker

Si hay un elemento utilizado en el género fantástico que siempre me ha fascinado, ese es la fusión entre tecnología y brujería. Entre lo científico y lo sobrenatural. Y, si hablamos de esto, de juguetitos populares expuestos en el escaparate del horror, de esos que hacen que todos los mocosos con camisetas de viejas películas de terror que pasean por la calle de la mano de sus mamis, pasen por delante y se queden pegados al cristal deleitándose con el objeto, buscando al tiempo, una mirada cómplice de sus madres, suplicándoles con una de esas miradas que solo los niños saben poner, que sea uno de esos juguetes, el que el bueno de santa clavos le deje dentro del calcetín esas mismas navidades... los que ya somos un poquito más mayorcitos, y que igualmente nos quedamos pegados a dicho escaparate, también soñamos con la idea, también nos morimos con rellenar esos calcetines (por nosotros mismos) al pensar en los chismes de marras. ¿El aparatejo estrella de la colección? Fácil.

La caja de Lemarchand de “Hellraiser”, sin duda, el objeto estrella de la subasta. Pero hay más, muchos más. Y los hemos visto en infinidad de títulos del “horrorario” popular: en la estupenda “Cronos”, en la estupenda no, lo siguiente, “Hellboy 2: El Ejército Dorado”, en la hipnótica “Livide” o en la sonrojante “Needle”, por citar algunos a bote pronto.

“The Ghostmaker” (en sus orígenes conocida como “Box Of Shadows”), vuelve a poner en nuestras manos (y tranquilos, que en esta ocasión, no nos va a hacer falta el calcetín) otro de estos juguetitos donde tecnología y magia aúnan fuerzas para acercar un poco el terror a la ciencia ficción o viceversa. Esta vez, no hablamos de un cubo que abre las puertas del infierno si se toca con gracia, ni de un escarabajo de hojalata que nos chupa la... sangre para alegrarnos el día, ni siquiera de una bonita llave dorada que nos permita controlar un ejercito compuesto por 70 veces 70 soldados inmortales de metal... de lo que hablamos en “The Ghostmaker” es de una máquina ideada para hacer precisamente eso, convertirnos en fantasmas. Eso si, sin tener que pasar por el traumático paso de morirnos.

Uno se mete dentro del aparatejo, en apariencia, un ataúd común. Hace girar una llave y entonces, el mecanismo interno de la máquina, genera una serie de energías eléctricas y éstas, producen lo que se conoce como Diabolus in musica (o tritono) y no, no me refiero al controvertido disco de los “Slayer”, sino al no menos controvertido intervalo musical prohibido en la edad media, en el cual, la iglesia, creía, por su siniestro sonido, que el diablo se colaba en nuestro mundo. En realidad y por lo que se cuenta en la propia película (ya lo hicieran también aquellos visionarios de nombre Simon & Garfunkel): el sonido del silencio. Y, éste sonido, en contacto con el cerebro humano, consigue simular por unos instantes, lo que vendría siendo eso de morirse. Al hacerlo, el usuario, consigue abandonar su cuerpo físico cual proyección astral y consigue un pase Navigo para campar como espectro a sus anchas e incluso, interactuar con los vivos.

Si tenemos en cuenta de que semejante máquina, cae en manos de un drogadicto ahogado por las deudas y su compañero de piso, un acomplejado invalido en silla de ruedas que vive secretamente enamorado de la novia de dicho drogadicto, pues ya os podéis imaginar que de ahí no puede salir nada bueno. Esa es la premisa (interesante, porque no decirlo), de la cual parte la película de Mauro Borelli, de profesión ilustrador y al cual, a partir de este punto, voy a dirigirme como: el ilustrador. Y voy a hacerlo porque a la postre, su condición de tal cosa, de ilustrador (el tío se ha encargado del arte conceptual de infinidad de títulos. Véanse cosas tan gordas como “Drácula” de Bram Stoker, “Sleepy Hollow”, “Psycho” o “El Planeta de los Simios” por citar algunas), tendrá un peso específico en el resultado final de la cinta y no precisamente para bien.

Y si, como he dicho anteriormente y haciendo gala de un ejercicio mayúsculo de memoria, el caldo de cultivo o barro elemental en el cual se remoja los pies el ilustrador, es tan interesante como efímero. Tanto dura como lo hace la siempre efectiva leyenda a base de alquimia que explica el origen de la máquina. Por que este es uno de esos atípicos casos en los cuales, la teoría, suena mucho mejor que la práctica. Una práctica, donde el ilustrador echa por tierra cualquier buena idea contenida en la a esas alturas, ya caduca teoría. Y lo hace, desperdiciando un aparato con tantísimas posibilidades con los mundanos problemas de un par de inadaptados. Lejos de explorar el origen de la misma, de darle peso a la figura de su creador y de construir un historia creíble que sirva de nexo entre pasado y presente, el ilustrador (que también se encarga del libreto), pierde su tiempo y lo que es aun peor, el nuestro, con dos subtramas de teleserie barata que entre otras muchas cosas, dejan una muy clara, que "The Purge", pese a lo que digan algunos, era una película sumamente entretenida.
 
Pero la desdicha llama a nuestra puerta con más fuerza cuando el ilustrador se decide a hacer lo que realmente sabe hacer: ilustrar. Por que el tío lo hace literalmente. Coge papel y lápiz, dibuja, colorea y recorta, al villano de la historia. El alquimista, aquella estrella que tanto brillaba en la teoría, se nos muestra como un troquelado a tamaño natural que se va desplazando sobre imaginarios raíles de vergüenza ajena ante nuestros atónitos ojos. Lo que en realidad no está tan lejos de los bochornosos FX con los que están representados los alter egos fantasmales de los protagonistas... que diablos, la verdad es que estos últimos parecen de super producción en comparación. De verdad gente, no habéis visto nada más ridículo en vuestras vidas cinéfilas, ni siquiera en esos ejercicios de buenas maneras cinematográficas que son las películas de The Asylum.

Lo mejor: Todo lo referente a la máquina.

Lo peor: La absoluta inutilidad por parte del ilustrador, de sacarle partido y el villano, encarnación por definición, de los momentos más virulentamente ridículos que servidor haya presenciado en una pantalla.
 
 
 

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Que genial reseña, al inicio sonaba muy bien la película, la idea del aparato de diabulus in musica suena muy interesantes, esperemos que en un futuro pueda ser mejor explotada, que pena que termine siendo tan mal ejecutada, aunque podría funcionar el caso en que termine siendo el aparato desperdiciado por dos perdedores, lo cual podría llegar a pasar... aunque igual se podría explorar las posibilidades si llegara a caer en malas manos... y ahí podría desarrollarse una muy buena película de horror, nada cuesta soñar, un saludo.

DaniWoX dijo...

¡Por dios, Rector! ¡¿Cómo puede parecerte el villano de esta película vergonzoso?! Imaginá a alguien que te interrumpe mientras tenés sexo con tu novia y encima te hace quedar mal diciendo que no pagás las cuentas... y peor aún: ¡le tiene las re ganas a tu novia!
¡Pero por dios, Rector! Es claro que estamos ante la encarnación de la maldad misma XDDD
Coincido con que las partes en donde se habla de la máquina y sus orígenes son las mejores, pero después eso se pierde con la muerte de Platt y la historia se centra del todo en los vicios de los dos protagonistas. Y hasta creo que la muerte es un personaje casi de relleno que no aporta demasiado

El Rector dijo...

Irad Jafet, muchas gracias.

Igual si se hubiera traído al guionista de alguna serie, el resultado habría sido otro, jaja! No, en serio, estamos ante el típico caso de idea desaprovechada, si bien es cierto que en esta ocasión, creo que el bajísimo presupuesto con el que se ve ha contado la cinta, también ha tenido algo que ver.

Dani, jaja! tienes razón, eso es un villano con mayúsculas y te lo digo por experiencia (y conste que yo siempre tengo las cuentas pagadas).

Cuando hablaba del villano me refería al fantasma del señor que inventó la máquina, no al inválido SPOILER que si bien termina ejerciendo también ese rol, lo veo más como "villano circunstancial" y víctima de la máquina.

Por el resto, totalmente de acuerdo contigo.

Saludos.

Missterror dijo...

Yo también he soñado con la caja de Lemarchand muchas veces...y reconozco que la idea de que un objeto guíe nuestro futuro y nos lleve por sendas de dolor, destrucción, o vaya usted a saber qué, es atractiva a más no poder (en la ficción, se entienda...), pero claro, unir atractivo y "Ghostmaker" en la misma frase, ya es bastante cómico.

El telefilme (porque no es otra cosa), apesta y la idea de ver al inventor (que parece que quiere simbolizar a la muerte)convertido en un personaje de dibujos animados (porque tampoco es otra cosa), pues es vergonzoso, como comentas (¿Quién engañó a Roger Rabbit?). Que no iba a ser una películón estaba claro, pero que resultaría tan patética como lo que vi, tampoco me lo esperaba. Tan mala que no me hizo ni dormir, y eso es un milagro.

Totalmente de acuerdo con tu análisis Rector!!! Eso sí lo de "hipnótica" Livide, ejem ejem, es una película bonita y nada más.

saludos!!

El Rector dijo...

Missterror, mediocridades tales como ésta, ni siquiera dan para un poco de simpático debate. Y ojalá los efectos especiales, tuvieran algo que ver con aquellos entrañables dibus de la película del conejito Roger.

Sobre Livide... bueno, para mi, una película "bonita" y nada más, es "Stoker". Pero para gustos... ;)

Saludos.

Sergi Soler dijo...

Ala aqui sí coincidimos. Vaya cagada por Dios. Igual que Livide y Stoker. Un trio para la hoguera del año que viene.

Sergi Soler dijo...

Se me olvidba, la última que he visto de "máquinas" que me ha parecido bonita es Mars et avril. Puede que incluso más que bonita. Eso sí, no es de miedo eeeee

thewronggirl dijo...

Pues mira que la premisa parecía buena. La máquina en sí es muy interesante pero no todo el mundo sabe hacer películas. Este señor si ilustrar se le da bien, que no pierda el tiempo ni el de los demás y se dedique a lo suyo!

El Rector dijo...

TWG, Blanch y yo de acuerdo... poco más puedo añadir ;)

Saludos.

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