Crítica: Crave

Hace no mucho, confesé que mi andadura como espectadora tenía un cometido, un objetivo que guiaba mis pasos firmes y me mantenía en equilibrio, para no salirme de la senda que supuestamente me tiene que llevar a la cúspide del conocimiento cinematográfico. Todos tenemos una misión semejante a la mía, porque todos tenemos ese ansia de saber, lo que pasa es que muchos de vosotros aún no habéis tenido la experiencia esclarecedora y mística que anuncia dicho objetivo, y camináis por el lado de las sombras peliculeras sin saber aún qué hacéis allí, pero tranquilos, todo llega, todo llega, todo llega…

Mi objetivo es claro: acompañar a Edward Furlong donde quiera que vaya, y por supuesto, sujetarle la cabeza para que vomite con más comodidad, en caso de ser necesario.

Ese es el motivo por el que me enfrenté a “Crave” de la manera en la que lo hice, desprovista de cualquier tipo de armadura, y lo hice así porque ya son muchos años, siguiendo a Furlong, y como comprenderéis, ya le tengo calado, ya poco puede hacer este eterno adolescente para sorprenderme, y yo cada vez estoy más mayor para cargar con pesadas protecciones. Tranquilos, no sufráis por mi, en “Crave” no las necesité.

“Crave” es una película sosa, sin sobresaltos. Un largo e interminable monólogo interior de un perdedor llamado Aiden (Josh Lawson), que sueña con ser alguien totalmente diferente a lo que es, y que en su soñar despierto no para de repetirse lo que quiere ser, lo que quiere conseguir, para ver si de tanto oírlo se hace realidad. El problema de Aiden es que ser tan cansino, hace que termine confundiendo realidad y ficción, y de paso hace que el espectador también se confunda, y que en un paso más allá en nuestra intransigencia, terminemos por odiar a Aiden y deseemos que tanto en la realidad como en su imaginación, muera de una vez y nos libre de sus pensamientos.

En la andadura de Aiden y sus pajas mentales (también conocidas como oscuras fantasías), nos encontramos con pocos personajes, pero bien dibujados. No es de extrañar cuando os he advertido, que esta película se basa en el diálogo. Y es en los secundarios donde están los reclamos de “Crave”. Por una parte Pete (Ron Perlman), por otra Ravi (Furlong). Estos dos viejos conocidos harán lo que mejor saben hacer…uno hacerse el interesante, el solitario, y el filósofo de marcado humor negro, y el otro, mostrarnos la cara más vencida del borracho, drogadicto y perdedor, que no sale de una para meterse en otra. No hace falta decir quién es quién, ¿verdad?. La mala noticia viene ahora, ni estos personajes salvan la película, ni siquiera ellos consiguen despertar más interés que el propio protagonista.

Todo se teje en medio de una historia romántica, pues Aiden, se enamora perdidamente de su vecina Virginia( Enma Lung), y es esa historia de amor, la que le llevará a conocer su propio infierno, pues aquello de nada es lo que parece, se vuelve realidad en una mente que quiere ser compleja y es simple como el velcro. Así, la existencia de Aiden, que se gana la vida como fotógrafo de cadáveres, da un vuelvo cuando conoce a la joven Virginia, y en ese estado de enamoramiento primerizo, en el que quieres ser mejor persona de lo que eres, cree que realmente puede serlo y sale por una ciudad podrida de crimen y violencia, como el justiciero que se imagina que es, o al menos como el que le gustaría ser, y el resultado sigue siendo insípido. Y en ese punto, no sabemos si lo que pretende el director (Charles de Laurizika), es hacer una parodia o realmente se toma en serio su guión. Y es que en una propuesta así, el guión es noventa por ciento de la película, y lamentablemente, el guión de “Crave” es repetitivo y nada original.

Entiendo totalmente que el señor Laurizika, inicie su periplo en el mundo de los largometrajes desarrollando una idea que se base en un monólogo interior, ya que este señor es un documentalista con una dilatada carrera, que ha producido documentales que explicaban los montajes de muchos clásicos del cine, y que se encargó de las nuevas versiones remasterizadas , con escenas eliminadas de “Alien 3”, “Legend” o “Blade Runner”, en los que la voz en off es básica para explicar con detalle las imágenes. El tema es que esto no es un documental interesante, que la voz en off no provoca ninguna sensación y que no logras empatizar con ninguno de los personajes que desfilan por la pantalla.

No hay que perder de vista que la intención es buena, y que “Crave” no es una película que entre en el saco maloliente y rancio de las películas malas, es simplemente que no funciona, que es aburrida, que no tiene imágenes para el recuerdo, que la acción es insuficiente y que se debería haber dado una vuelta a los personajes, convirtiendo a los secundarios en los protagonistas, y al protagonista en aquel hombre que pasaba por ahí.

Si encima, añadimos al teatrillo, un final anodino por completo y decepcionante a todas luces, utilizaré una pregunta clave que le hacen al protagonista: “¿Vale la pena?”. La respuesta es NO. “Crave” es un descenso a los infiernos, sin infiernos. Y sí, chicos y chicas, Edward Furlong vomita…