Crítica: Jóvenes Ocultos

En la era en la que el fuego ya se ha elevado y los niños ciegos que nunca mienten muestran lo que hay detrás de los ojos, queda claro que el miedo es inmortal y que los gritos que escuchamos a través de los muros de la casa negra, no nos enseñaron a vivir en soledad pese a advertirnos de que no podíamos morir. Yo, con la voz más clara que puedo sacar de dentro, intento que vengáis hacia mí porque supongo que soy como esa hermana pequeña que llora y a quien nadie ayuda, aunque haya extraños que no dejen de mirarla. Sólo nos queda el rock, cuervos. Sólo las ganas de ponernos en pie y buscar en el mundo de los chicos perdidos para ver si seguimos allí, pese a estar también aquí. Supongo que las ganas de viajar a Santa Carla, capital criminal del mundo, nunca desaparecen. Supongo que, como yo, cada vez que veis el mar de noche, esperáis que unas risas desde el cielo anuncien la llegada de la oscuridad , mientras suena “Cry Little Sister” desde las profundidades del océano. Si estoy en lo cierto, quedaos y leed.

“The Lost Boys” nació para homenajear a los niños perdidos de “Peter Pan”. En la cabeza de los guionistas Jan Fischer y James Jeremias, el universo del niño que no quería crecer tenía que ser fácilmente reconocible e interpretable en clave de terror. Fue por esto que decidieron escribir una historia en la que se explicaba que Peter era un vampiro, motivo por el cual no envejecía. En esta historia, todos los personajes compartían nombre con los de James Mathew Berrie y el tono era bastante más infantil, algo que no gustó a Joel Schumacher, quien impuso una serie de cambios para dirigir la película. Gracias a estos cambios, ahora mismo hablamos de “The Lost Boys” como una película de culto generacional que no sólo supuso uno de los momentos cumbre en la filmografía de este director, sino que claramente se diseñó para convertirse en iconografía de una época.

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“hablamos de The Lost Boys como una película de culto generacional que no sólo supuso uno de los momentos cumbre en la filmografía de este director, sino que claramente se diseñó para convertirse en iconografía de una época”

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A día de hoy, “The Lost Boys” ha envejecido con la dignidad que se le presupone a un título con las características anteriormente mencionadas. No cabe duda de que fue una película enfocada a un público amplio pero que tenía las singularidades necesarias para atraer fuertemente al espectador de género, algo que sigue sin pasar desapercibido hoy en día. “The Lost Boys” combina la sensualidad de una película de vampiros, la diversión de una película de aventuras, el terror de una película de criaturas de la noche y la intriga del thriller ochentero despreocupado. Entendiendo toda esta mezcla en clave de estética, magia y símbolos reconocibles, Schumacher configuró uno de los universos más atrayentes del cine de los ochenta, donde las cuevas servían de refugio para la decadencia y el romance, la sangre simbolizaba la droga y los vampiros actuaban como estrellas del rock.

Sin duda, Joel Schumacher visualizó el mundo vampírico a través de la música y es justamente la banda sonora, uno de los elementos más destacables de la película. Cada canción cuenta su parte de la historia, aquello que el director quiere que experimente el espectador ayudado de la imagen y no al revés como suele ser. Esto hace que sea imposible pensar en “The Lost Boys” sin que vengan imágenes de Jim Morrison a la mente o sin que entendamos, como decía anteriormente, que el clan de David es mucho más parecido a un grupo de rock, tanto en estética como en actitud, que al clásico vampiro del que claramente se huye en esta película. Y llegamos a otro de los puntos diferenciales de “The Lost Boys” con las películas habituales de vampiros, pues no solo se expresa en clave de buddy movie y de adolescencia rebelde sino que se rompe con los axiomas vampíricos en cuanto a transformación, invitación para entrar en las casas o una banalidad tan asociada al ataúd como es la forma de dormir. En “The Lost Boys”, los vampiros son muchachos caprichosos que sólo buscan diversión en las noches de verano y no hay un gran dibujo de estos seres, porque un guión sencillo como el que se nos muestra sin ningún tapujo, tampoco lo requiere.

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“llegamos a otro de los puntos diferenciales de The Lost Boys con las películas habituales de vampiros, pues no solo se expresa en clave de buddy movie y de adolescencia rebelde sino que se rompe con los axiomas vampíricos “

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“The Lost Boys” aprovechó el éxito de películas como “Los Goonies” (1985) , “Una pandilla alucinante” (1987) o “Cuanta Conmigo”(1986), para conectar con un público que entendía el entretenimiento a través los ojos adolescentes de personajes inquietos con los que se pudiera empatizar rápidamente, pero también fue un paso más allá al mezclar las dosis justas de humor y terror y dar a cada tipo de público lo que buscaba y salir airoso en cada uno de los palos que tocaba. Obvamiamente, los guiños al terror son también bastante obvios para que nadie perdiera de vista que la verdadera esencia del misterio de Santa Carla era el terror. Las referencias a “The Texas Chainsaw Massacre” (1974), los nombre de Edgar y Allan Frog (cambiemos Frog por Poe…), el entendimiento de la realidad a través de cómics de terror no es algo casual sino tremendamente premeditado para acercarse a un público más oscuro.

Para competir con películas coetáneas como “Robocop”, “Depredador” “A nightmare on Elm Street: Dream Warriors”, con muchas más dosis de hemoglobina que la propuesta que nos ocupa, Schumacher se valió de lo que hoy muchos tildarían de formato videoclipero para distinguir las escenas diurnas de las nocturnas y proporcionar el toque enigmático, seductor y peligroso que la noche requiere. Destaca de esta forma, una fotografía que aboga por las nebulosas y la roja oscuridad para dar vida a los vampiros más fascinantes de la década, con permiso de John Blaylock en “The Hunger” (1983), Severen en “Near Dark” (1987) o Jerry Dandrige en “Fright Night” (1985). En cuanto a efectos especiales, por supuesto destaca la caracterización de cada uno de los vampiros, que conseguía intimidar y monstrualizar a los actores sin tener que cambiar demasiado sus rasgos. Sin duda un acierto teniendo en cuenta que los estallidos violentos son escasos y que los efectos especiales iban dirigidos a la parte sobrenatural y de acción del relato antes que al gore propiamente dicho.

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“una de las claves del éxito de una película como The Lost Boys, la atracción que los personajes principales provocaban en todos los espectadores”

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No cabe duda de que “The Lost Boys” abrió camino a muchos de sus actores y que fue el pistoletazo de salida para las aventuras de los dos Coreys (Feldman y Haim), pero sin duda, destaco un jovencísimo Kiefer Sutherland, quien junto con su partenaire femenina Jami Gertz (Star), entendió perfectamente que la seducción se separa de la sensación de peligro que provoca lo desconocido sólo por una mirada y un silencio. Todo el reparto cumple con creces el cometido asignado y hace que te enamores un poco de cada uno de ellos, porque esta fue una de las claves del éxito de una película como “The Lost Boys”, la atracción que los personajes principales provocaban en todos los espectadores porque yo juro que dejé la ventana abierta mucho tiempo para poder invitar a los chicos malos de Santa Carla. Esto no significa que “The Lost Boys” fuera la “Crepúsculo” de la época, nada más lejos de la realidad, solo significa que yo también quería ser una estrella del rock como ellos.

Está claro que la gente es extraña cuando tú también eres un extraño y que nadie recuerda a los extraños cuando se es un extraño. A veces los rostros nos parecen feos sólo porque estamos solos y no queremos más contacto que la tristeza. Porque cuando nadie recuerda nuestro nombre y nos hacemos invisibles, eso es realmente lo que nos convierte en alguien extraño. En esos momentos en los que un trago de vino bebido directamente de una bonita botella nos hace poderosos en nuestra cueva y los gusanos en una caja pueden convertirse en una buena opción para cenar, recuerda que sólo eres un extraño en un día de lluvia.