NELLIE VANCE NOS HABLA SOBRE EL MITO DEL VAMPIRO A TRAVES DE LA SIEMPRE PARTICULAR ÓPTICA DE ABEL FERRARA
Pocos destinos me parecen más terroríficos que la maldición de vivir eternamente. La perspectiva de tener que observar el devenir de la humanidad como un narrador omnisciente, observando la repetición continua de la historia y sus crueldades, probablemente sea una de los mayores maleficios a los que la conciencia humana pueda imaginar enfrentarse. Pero la muerte también puede funcionar como una especie de salvoconducto de la conciencia (“Qué más da, si todos vamos a morir igual”) y la religión ha jugado un papel capital en su concepción de la muerte y su significado, lo que ha ayudado a estructurar la moralidad occidental.
“Decir que The Addiction es una película sobre vampiros es igual de superficial que decir que es una metáfora sobre la drogadicción”
De todo esto y algo más habla “The Addiction” (Abel Ferrara, 1995). La protagonista, Kathleen (Lili Taylor) es una candidata a doctora en filosofía que lleva una vida de pura intelectualidad. Su día a día está marcado por el cuestionamiento de las grandes preguntas de la humanidad, especialmente aquellas que tienen que ver con la naturaleza del mal. Kathleen pasa gran parte de su tiempo observando fragmentos visuales que retratan la violencia ejercida por el hombre en diferentes contextos históricos, especialmente la guerra de Vietnam y el Holocausto.
¿Cómo pudo ser posible tal atrocidad? ¿Dónde habita ese mal? ¿Qué es, una cualidad innata del hombre o una decisión consciente? Una noche, Kathleen se cruza con una mujer (Annabella Sciorra) que la muerde en el cuello, convirtiéndola en vampiro. A raíz de esa experiencia, Kathleen cuestiona todo su universo y perspectiva filosófica.
“Abel Ferrara despliega toda una serie de autores y referencias intelectuales para hablarnos sí, de la adicción, pero de la adicción que genera el poder sobre los demás”
Decir que “The Addiction” es una película sobre vampiros es igual de superficial que decir que es una metáfora sobre la drogadicción. A pesar de los paralelismos que históricamente han existido entre el mito del vampiro y la sexualidad, el deseo y la dependencia/adicción, y que Ferrara aprovecha en algunas escenas para aumentar su potencia estética (en concreto, todas aquellas escenas que tienen que ver con el éxtasis de consumir sangre, donde se aprecian muchas similitudes con el clímax sexual así como con el clímax tras el consumo de drogas) en realidad, la adicción del personaje protagonista no tiene que ver con cuestiones tan terrenales sino con uno de los elementos con más potencial para corromper al ser humano: la adicción al poder.
Abel Ferrara despliega toda una serie de autores y referencias intelectuales para hablarnos sí, de la adicción, pero de la adicción que genera el poder sobre los demás. Así, Kathleen pasa de ser una estudiante introvertida, asexuada y entregada a la vida intelectual a una mujer entregada a un potencial sobrenatural que la erige por encima del resto. Ello conlleva que su enfoque sobre el mal derive en un relativismo moral que Ferrara utiliza para, como ya hiciera en “Ms.45” (1981), desarrollar su interés por conceptos tan católicos como la redención y la salvación.
“si algo puede reprochársele a Ferrara es que tiende a las resoluciones narrativas un tanto conservadoras, que a menudo creo que entran en contradicción con su apuesta estética”
¿Es “The Addiction”, con todo lo que he mencionado, pretenciosa? Pues lo cierto es que a ratos sí, pero Ferrara es un director valiente que conoce lo suficiente los códigos del género como para que la historia no pierda interés, a lo que hay que añadirle una incuestionable fuerza estética y muchísima autoconsciencia a la hora de construir el guion, prueba de ello es la aparición, corta pero estupenda, del personaje de Christopher Walken.
La fotografía es una delicia, así como el conjunto del elenco, del que obviamente sobresale Lili Taylor, que dota al personaje de tal fragilidad y fuerza al mismo tiempo que es complicado imaginarse al personaje de Kathleen siendo interpretado por otra actriz. Los secundarios cumplen sobradamente y completan una fotografía realista del paisaje del New York de los 90 dentro del relato fantástico. Quizá si algo puede reprochársele a Ferrara es que tiende a las resoluciones narrativas un tanto conservadoras, que a menudo creo que entran en contradicción con su apuesta estética, que siempre suele ser bastante valiente e innovadora. Sin embargo, no puede negarse que se trata de una visión bastante personal y atrevida del mito del vampiro, original y mimada en su ejecución.
2 comentarios:
Tuve la suerte de disfrutarla en pantalla grande, y salí del cine deseando volver a entrar.
Como bien dices, Christopher Walken - y sus maravillosos cambios de registro - es un placer visual; así como el esfuerzo físico y psíquico de Lili Taylor.
Por ponerle un pero, el excesivo sesgo religioso - habitual en Ferrara - no terminó de dejarme satisfecho.
Hola Void, gracias por comentar!
Desde luego, verla en pantalla grande tuvo que ser una maravilla, porque la fotografía es impresionante.
Como bien comentas, Ferrara tiende al uso (desde mi punto de vista, excesivo) de lo religioso, tanto en lo narrativo como en lo simbólico. Pero es que en general sus películas tienen un subtexto un pelín conservador, por lo menos hasta donde yo he visto, así que tiene sentido. Ms.45 es de mis películas favoritas de Ferrara pero vista con la perspectiva del tiempo, le pasa un poco lo mismo.
Un saludo!
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