martes, 12 de octubre de 2021

Crítica: Rose

MAIK LINGOTAZO NOS HABLA SOBRE LA PROMETEDORA ÓPERA PRIMA DE LA BRITÁNICA JENNIFER SHERIDAN


Rose de Jennifer Sheridan
Ha sido sacar a pasear el ventilador y hacerlo como si no hubiera un mañana. El astro rey parece haber querido doblar la apuesta ya que no solo ha decidido asomar, ahí bien rutilante él, con todo su esplendor y antes de tiempo (como si tuviera que pedir permiso para ser impuntual, ¡ja!), sino que además lo ha hecho de tal modo que ha conseguido relegar a la práctica inutilidad a nuestro eléctrico amigo del aspaviento. Al menos con el mío está siendo así, vaya. Supongo que toca renovarlo... o derretirse. Y quizá es por eso también que vuelvo a repetir con película enclavada en paraje aislado cubierto por el espeso manto blanco de la nieve. No sé, tal vez sea una pulsión del subconsciente. Quién sabe. Acaso como para ver si así se me cala algo del frío que tan bien transmiten las estampas paisajísticas en que tanto gustan de localizarse no pocos de los filmes que me he visto últimamente, siendo con el que nos ocupa que nos trasladaremos a los imponentes bosques de Gales. ¿No decían que el frío es psicológico? Pues eso... 


“uno de los elementos destacables de esta producción es la sintonía que transpira el dúo principal en todo cuanto hace” 


Matt stokoe
Con todo, cabe diferenciar entre que algo te paralice y te hiele la sangre, o que por contra te deje más bien frío. Estamos ante lo que para mí y mi personalísimo gusto se aproxima más a la primera opción de la disyuntiva. Es cierto que se mueve por latitudes alejadas del golpe de efecto y el pasmo del escalofrío, pero lo compensa al recrearse en esas altitudes que, como ocurre allí tan arriba donde la vida humana no es posible, te congelan el aliento sin prácticamente darte cuenta. Eso, y no otra cosa, es lo que le sucede a la pareja protagonista. Y así, respetando la cadencia de esa deriva, es como nos lo quiere mostrar, y hacer sentir, la directora británica Jennifer Sheridan. 

sophie rundle
No se corta, pues ya desde el propio título nos avisa. Hay una intención eminentemente poética en esta sublimación de las relaciones humanas, y en cómo se nos son revelados horror y épica colisionando bajo su sustrato; casi como fuerzas telúricas que componen una arquitectura de placas y capas, es ahí, a niveles freáticos, donde pugnarán luchando por salir compromiso, enfermedad, miedos y afectos. Joder, esto igual ha sonado un poco a matrimonio. Me disculpen, ya que no era mi propósito... pero mira, así ha salido y así se va a quedar. Porque, no en vano, uno de los elementos destacables de esta producción es la sintonía que transpira el dúo principal en todo cuanto hace... y es que ser compañeros sentimentales en la vida real, en este caso parece haber jugado, sin duda, en favor del resultado final en lo que refiere, al menos, a esta su labor profesional. 


“Una película consciente de sí misma, que no pretende engañar y que lo hace sin caer por ello en la más insulsa de las planicies” 


cine de terror británico
Tras una extensa trayectoria en la que predominan las apariciones seriales, Sophie Rundle encarna a la, más que afligida, diríamos que trastornada pero sensible Rose. Frente, o mejor dicho junto a ella, Matt Stokoe (“Hollow”, 2011, o “The Dyatlov Pass Incident”, 2013) se pondrá en la piel de Sam, el abnegado marido que contra viento y marea se aferra al hilo del que pende su relación, intentando tejer con él el abrigo que la salvaguarde ante tal cúmulo de circunstancias adversas. Vemos cómo se las tiene que ingeniar para todo cuanto concierne a la supervivencia de su mujer, que no solo padece una extraña afección, sino que además la ha de vivir cual apestada, lejos de miradas indiscretas y cuchicheos de corrillo. 

A partir de ahí, uno ya puede imaginarse que lo que vendrá va a ser una retahíla de pasajes dispuestos expresamente para ilustrarnos el frágil equilibrio sobre el que se sostiene esa existencia, con sus consuetudinarios contratiempos, sus momentos de contenida tensión, y siempre bajo un halo de quietud enrarecida que lo impregna todo, de esa calma tan sugerente como sospechosa, amenazante incluso. Es este a mi juicio uno de los aspectos notables que puntúan al alza en “Rose” (2020), pues cada escena es una pista, algunos enfoques son verdaderos aciertos sabiendo arrojar luz sobre la penumbra visual en la que discurre gran parte del metraje, y los diálogos están medidos, con sobriedad y sin fingimiento, diciendo a veces mucho más que lo que cuentan. 

terror inglés
Por su lado, Rose vive sus días aislada y, para colmo, en reclusión. Durante las noches lidia con sus inseguridades y sus cavilaciones. Sin más contacto con el mundo exterior que una radio y sin más estímulo para con su mundo interior que ese libro que anda escribiendo tal vez con el anhelo, toda vez le ponga punto final, de que algún día pueda ser leído por alguien más aparte de Sam. Con el deseo, en suma, de romper esa barrera que la separa del resto de la humanidad. De dejar un legado, quizá. Seguramente el único que su desdichada condición le permite soñar. Aunque a veces la vida te da sorpresas, y al igual que ella la película también nos depara una. Sorpresa relativa, todo hay que decirlo, donde la mujer aún tendrá tiempo para sentir cómo aflora su instinto, cómo lo acaricia y lo degusta, más allá del nexo de unión que mantiene con Sam. O a pesar de él. 


“Es posible que peque de falta de ambición, y que esa laxitud emerja en alguna que otra ocasión a lo largo de sus digeribles 86 minutos. A veces incluso más de lo que sería deseable” 


cine de terror galés
El guion está escrito íntegramente por el propio Matt Stokoe, quien además se cuenta entre los productores de un proyecto a todas luces sumamente personal. La conexión fue instantánea con la debutante Jennifer Sheridan después de que esta leyera la historia, despertando en ella tal interés que no tardó en sentírsela como propia, convenciéndose para dar el salto a la dirección. Habiendo sido galardonada en anteriores cortometrajes, y ampliamente reconocida por su constante y profuso desempeño en las tareas de edición, aquí también se encarga del montaje, logrando conjugarse sin estridencias junto a la cinematografía dispuesta a cargo de Martyna Knitter. El acabado, pues, refleja el buen hacer en base a unas ideas claras. Una película consciente de sí misma, que no pretende engañar y que lo hace sin caer por ello en la más insulsa de las planicies

matt stokoe
Me ha mantenido en todo momento despierto, atento a cada retazo que se iba destapando, casi como una pieza que azarosa cayera solitaria en la vastedad de un puzzle. Y así mientras es como vas enlazando conectores hasta que por ti mismo descubres el 'big picture'. No me quiero flipar... que tampoco estamos ante una epifanía, eh. Pero vaya, que por ahí van los tiros. Es una experiencia mucho más consciente, hasta cierto punto exigente en el sentido de que no te lleva de la mano, sino que te conmina en tanto que espectador para que participes, para que barruntes y dilucides. No es menos cierto que esto tampoco se adscribe a ninguna corriente de farragosas narrativas, con sus giros imposibles cuando no sus tropos fraudulentos. No te vas a comer mucho la cabeza, aquí más bien estamos ante un ejercicio ligero de construcción audiovisual, pero que con todo rebasa las cotas indulgentes de lo meramente bienintencionado para situarse con todo merecimiento en las de lo, casi, notable. Su revisión velada de clichés icónicos del género, atravesándole de forma no tan alegórica como cabría presuponer el concurso de un leit motive romántico con muy poco de romance y con mucho de fatalidad, deviene en una obra que puede que no vaya a ser especialmente recordada, pero que sin duda se lo ha currado lo bastante como para ser recomendada, y como en mi caso disfrutada. 

parejas con problemas
Es posible que peque de falta de ambición, y que esa laxitud emerja en alguna que otra ocasión a lo largo de sus digeribles 86 minutos. A veces incluso más de lo que sería deseable. Sobre todo a medida que nos acercamos al final, y especialmente en el desenlace. Como casi siempre, todo es mejorable. Y en algo que supone una puesta de largo, encima en una industria tan competitiva y salvaje como la cinematográfica, pues ya ni te cuento. Pero lograr estrenarte en el BFI London Film Festival del pasado año ya es toda una buena señal. Mejor quedarse con lo positivo y poner de relieve los mimbres de esta pieza porque de cara al futuro, por lo pronto, ya parten con un cesto mucho más que apañado. O, como mínimo, eso es lo que se nos augura, a tenor de lo visto y visionado. Lo cual es digno de mención, y hasta de elogio. En “Rose”, sus espinas no hacen sangre.


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