lunes, 11 de octubre de 2021

Crítica: The Boy Behind the Door

MAIK LINGOTAZO NOS HABLA SOBRE EL DESCAFEINADO DEBUT DE DAVID CHARBONIER Y JUSTIN POWELL


The boy behind the door (Sitges 2021)
Sinceramente, no acabo de entender demasiado el relativo revuelo generado por esta película. Quizás tampoco sea algo que haya que entender, eso es cierto. Pero vamos, que lo que sí puedo sostener, y sostengo, es que me parece cuanto menos sorprendente el cúmulo de buenas críticas dispensadas a “The boy behind the door” (2021). 


“un trabajo tanto de fotografía como de escenografía del todo meritorios. Son estas facetas lo más rescatable de un ejercicio que se instala en el quiero y no puedo, alargado como un chicle” 


The boy behind the door (Sitges 2021)
Puede que haber pilotado en mi mente una suerte de película truculenta y visceral haya jugado en mi contra. O en la de mi experiencia, mejor dicho. Y es que, por lo leído en la sinopsis, esta compartía en forma somera, si no premisa, sí al menos punto de partida con “Martyrs” (2008). No es que esperara, para nada, asistir a un festín de los sentidos como el que me supuso el visionado de la cinta de Pascal Laugier, pero reconozco que me puso bravo el mero hecho de imaginarme a un niño que se las iba a tener que ver con su secuestrador; y no para escapar de él -eso sabemos que ya lo ha conseguido-, sino para volver tras sus pasos en aras de socorrer a su muy mejor amigo, quien todavía permanece, aterrado, entre las garras del desconocido e inquietante ser malévolo que lo tiene custodiado en una mansión alejada hasta de la alpargata que Cristo perdió. 

The boy behind the door (Sitges 2021)
Las historias que cuentan con prepúberes protagónicos siempre tienen su aquel, y no pocas veces este constituye precisamente su valor añadido, su salto de calidad, ese punto de inflexión que realza las bondades de la trama. En la que nos ocupa, el concurso de la dupla actoral a lo sumo significa el haber salvado los muebles de una casa que, por no ser menos, también se suma en calidad de protagonista con entidad propia, y lo hace merced a un trabajo tanto de fotografía como de escenografía del todo meritorios. Son estas facetas lo más rescatable de un ejercicio que se instala en el quiero y no puedo, alargado como un chicle que pasa por deshacerse en cero coma, pero que mastica de modo compulsivo, una y otra vez, convirtiendo la primigenia idea original en una oportunidad malograda. 

The boy behind the door (Sitges 2021)
No puedo evitar pensar en la ironía que resulta de ver a chavales de corta edad protagonizando una película que a buen seguro sus propios padres les prohibirían ver. Bien por su alto voltaje o bien por un contenido exigente o inaccesible para sus entendederas, que tanto da. Espero que no fuera por lo segundo, pero tampoco alcanzo a razonar que se debiera a lo primero el que a mí jamás me hubieran dejado ver las pesadillas que transitaban la calle Elm. Era algo ciertamente doloroso, cuando no humillante, habida cuenta de que mis amigos de colegio solían recrearse con exaltados comentarios glosando las andanzas de todo un icono del mal, incluso para mí, como Freddy Krueger. Con todo, aquel mindundi impresionable pudo saborear en su justa y virginal medida las mieles del desasosiego, servida en cucharada sopera gracias a lo excesivo de escenas como la del agente Murphy acribillado en Robocop, o incluso la del apaleamiento sufrido por el entrañable Johnny nº5, también y más conocido como Cortocircuito. 


“lo que no se puede es proponer todo el rato simples clichés, casi como si fueran gags en vez de secuencias, y para más inri trufados de incontables acciones estúpidas"


The boy behind the door (Sitges 2021)
Vamos, que a ojos de un incauto zagal que ose dar con sus huesos ante este filme, acaso sorteando una más que entendible rígida reglamentación parental, seguramente la disposición de elementos que concurren a lo largo de esta escasa hora y media consiga quebrarle la inocente y despreocupada tranquilidad que se le supone inherente a su edad. Pero para quienes ya somos algo más talluditos, y por bien que no lo hayamos visto todo ni mucho menos, esto de veras que no pasa de ser algo tosco y torpe.

The boy behind the door (Sitges 2021)
Se agradece, con todo, que la película entre pronto en materia, para así librarnos de un diálogo a todas luces forzado entre ambos churumbeles y que a mí, por lo pronto, ya empezó por sacarme de la ficción. Mira que yo soy de los de decir, con loables -y elogiosas- connotaciones, aquello de 'com puja la canalla!' ('¡cómo sube la chavalada!'), pero no me trago el rollito introspectivo y circunspecto que gastan nuestro par de amiguetes. Como tampoco engullo ni degluto que solo quisieran servirse de uno de los niños, para que acabaran también secuestrando al otro cuando no había ni intención ni necesidad de ello. Pero vaya, que una de tantas, eh. Como esta, pues suma y sigue. Es lo que hay, supongo, porque de no ser por este despropósito, añadido también a los que de hecho siguen, no habría película. Dile coches de policía fuera de onda, dile rastreo de ubicación de llamadas por línea, dile unidades de la ley que se personan solas, dile charcote hemoglobínico limpiado en tiempo récord al rico frotamiento... Corre, ve y dile tú Hilari, laríe, que a mí me da la risa, porque esto canta un rato largo. 

Sí, el niño puede cometer el desliz, nunca mejor dicho, de dejarse un delator chorretón de sangre sobre la puerta justo tras haber resbalado su puño cerrado sobre la hoja del cuchillo con el que trataba de hacer palanca. Ok, bien. Pero lo que no se puede es proponer todo el rato simples clichés, casi como si fueran gags en vez de secuencias, y para más inri trufados de incontables acciones estúpidas. Peor aún es pretender que, por ser niños los que se ven ante tal tesitura, tengamos que tragarnos todo cuanto de disparatado discurre en la película. Porque no es que la natural y manejable credulidad de un chaval se sienta como factor que refuerza y sirve al argumento. Más bien al revés, se antoja que la participación de unos mocosos atemorizados constituye carta blanca para dar rienda suelta a la retahíla de sinsentidos sobre los que parece fiarse la carga de la narrativa

Lo que quiero decir es que “The boy behind the door” maneja unos buenos mimbres a la hora de generar algo cercano a la tensión, pero todo rezuma un tufillo a trillado que tira pa'trás. Si a ello le añadimos las consabidas, por esperadas, situaciones inverosímiles que aquí, sin embargo, se dan cita en número harto sonrojante, el resultado es el de una nave que hace aguas por doquier, y que pese a estar comandada por una dirección aceptable, se muestra lastrada de manera incomprensible por un guion obscenamente plano, absurdo y reiterativo. 


“adolece de querer llegar a todo el público, lo cual no es malo per se. Pero qué duda cabe que semejante decisión puede hacer que pierda muchos enteros para quienes disfrutan de emociones más crudas y sórdidas” 


The boy behind the door (Sitges 2021)
Cuesta creer que un libreto facturado al alimón por las cuatro manos que se reparten entre David Charbonier y Justin Powell sea tan flojo, sobre todo si nos atenemos a la evidencia de que, a su vez, constituyen las dos cabezas, no solo pensantes sino también 'rodantes', encargadas de pergeñar un producto final a la postre tan deslavazado. Siendo ambos, como son, guionistas y directores de “The boy behind the door”, uno desearía que esa cuota de control sobre sendas parcelas de tan suma relevancia revirtiera en algo más logrado. Quién sabe si la realización de su reciente lanzamiento, “The djinn” (2021), pudo suponer un conflicto de intereses a la hora de desempeñarse con toda la carne en el asador sobre su primera criatura audiovisual. No parece que ello haya repercutido en un parto más halagüeño por lo que refiere al segundo experimento. Ya se sabe, quien mucho abarca... Aunque me da que lo que le sucede a este largometraje es que adolece de querer llegar a todo el público, lo cual no es malo per se. Pero qué duda cabe que semejante decisión puede hacer que pierda muchos enteros para quienes disfrutan de emociones más crudas y sórdidas

The boy behind the door (Sitges 2021)
No sé, personalmente confieso y sin que se me caigan los anillos por ello que disfruté mucho más viendo en el cine -¡gracias, madre!- cómo un niñato venido a Rambo se las ingeniaba para hacer frente a un Papá Noel psicópata que allanaba el casoplón donde habitaba junto a su abuelo diabético. Aquel cuento navideño, reverso improbable de la comedia coétanea en la que Macaulay Culkin se quedaba “Solo en casa”, cristalizó en un impacto que perdura hasta el día de hoy. Y si bien es cierto que no sé cómo puede haber envejecido, y que además es obvio que la impresión albergada hace 30 años no puede ser la que tendría al ver la misma película si se estrenara ahora, no lo es menos el hecho de que visionar “Game over: se acabó el juego” (1989) con menos de diez primaveras dejó en mí un recuerdo imborrable, cosa que no hará este “The boy behind the door”. Igual son cosas del hábito y del descreimiento, vaya usted a saber. Aunque la noventera ganara los premios a la mejor película y mejor dirección (René Manzor) en el emblemático Fantafestival de Roma (Italia). Ahí lo dejo. 

The boy behind the door (Sitges 2021)
La presente como mucho pudo debutar en el Fantastic Festival del pasado 2020, en Austin (Texas), lo cual no es moco de pavo. Ahora ha cruzado el charco para proyectarse en las salas del certamen que cada año reúne a lo más granado del terror y del fantástico en Sitges, pero ni eso ni su auspicio por parte de Shudder, que viene dando una de cal y otra de arena, le valen para remontar un vuelo torpedeado a las primeras de cambio. Tampoco el rol interpretado por Kristin Bauer van Straten (“True Blood”) insufla algo de enjundia; todo lo contrario, parece una caricatura que no se cree ni ella, y que, por contraste, hace que brillen más si cabe en su papel de indefensos y abnegados muchachos tanto Lonnie Chavis, multipremiado por “This is us”, como Ezra Dewey, quien repetiría a las órdenes de ambos directores en “The djinn”. Honestamente, no sé cómo acabar. No se me ocurre nada lucido. Pero peor es el final de “The boy behind the door”. Así que ni tan mal, oye.


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