A Darkótica. Por creer que incluso las almas más extraviadas pueden salvarse a través del amor. Sirvan estas líneas como refutación de su meridiana insensatez :p Y sean asimismo luz, guía y báculo de aquellos desdichados que hayan sido conducidos a la oscura encrucijada en que se confunden los diversos caminos del verdadero amor al prójimo con la única y retorcida senda del amor hacia uno mismo.
Mi crítica de hoy no va a gustar, lo sé. Me noto en baja forma. Va a ser que trabajo demasiado, que duermo poco, que como mal, que me hago viejo. Va a ser que siempre olvido tomarme el Danacol y que cada día me cuesta más hacer mis doscientas abdominales. Va a ser que llevo fatal lo de estar de Rodríguez. Y va a ser, sobre todo, que no puedo soportar como huelen los pedos después de haber gozado de un excelente banquete. Me explico:
Lo primero fue La Luz. No, no, estooo, aquí lo primero fue el libro, El Perfume (Das Parfum, die Gerchichte eines Mörders, para los germanoparlantes), una obra maestra datada en 1985, un clásico ya, que el autor alemán Patrick Süskind (Patrick Süskind también para los germanoparlantes, para que veais que el alemán no es tan difícil) escribió para que su indescriptible olor invadiera todas las bibliotecas del orbe. Ese inconfundible aroma, mezcla de flores secas, serrín, cardamomo y tinta seca, con unas notas de carne putrefacta, que desprenden los libros que albergan hermosas historias... que encierran a su vez terribles secretos.
El libro vendió más de 15 millones de ejemplares y se tradujo a 48 idiomas. Sinceramente, yo no imaginaba que hubiera tantos, a la gente se ve que le encanta hacer cosas incomprensibles con sus lenguas. Pronto los productores, con el envidiable olfato de los tiburones, se acercaron a merodear en las inmediaciones. Porque aquello era un material de primera. Y el material de primera suele vender bien en taquilla, aunque la correspondiente película no esté a la altura, aunque sea de segunda, o aún de tercera. Pero el autor, con sus severas exigencias, obstaculizaba la adaptación cinematográfica de su obra más representativa, considerando que sólo Kubrick o Milos Forman estaban capacitados para acometer la ciclópea tarea. Y que sólo a ellos, por tanto, daría su beneplácito.
Kubrick se negó por considerar “imposible” (¿?) su traslado a la gran pantalla. Luego, en 1999, la diñó. Quiero suponer que lo uno no tuvo que ver con lo otro. Con Milos Forman se formó una milonga. Y tampoco hubo manera con él.
Un productor llamado Bernd Eichinger, coleguilla de Süskind, intentó convencerle una y otra vez de que le cediera los derechos, sin éxito. Qué tío el Süskind, chacho, más cerrado que el culo de una Barbie.
Hasta que un día que se pasaron a cervezas, Süskind se quedó sin plata y, para no tener que quedarse a fregar los vasos en el bar, le dijo a Bernd: "Quillo, mariquita ¿tú no me querías comprar unos derechos?". Por supuesto que esto no aconteció exactamente así. Tampoco el desembarco de Normandía fue como lo cuentan. Creedme, yo estuve allí. Lo pasé bomba. La cosa es que Bernd consiguió llevar el agua a su molino. Constantin Films se haria cargo de la producción y distribución. Lo que prueba de modo fehaciente que sólo siendo constantin, se lleva uno el gato al agüín.
Andrew Birkin hizo el guión, que se revisó 20 veces antes de su versión definitiva. Luego dicen que los andaluces exageramos. Un equipo de tres escritores trabajó incansablemente en ese material para llegar a algo coherente que llevar a las salas. Conociendo a los escritores, tachón va, borrón viene, el guión debió quedar hecho unos zorros, un manuscrito apenas legible para cuya traducción tuvieron que contratar los servicios de un afamado egiptólogo.
Total, que los organizadores de este cirio exponencial se metían en un berenjenal tras otro. El tiempo iba corriendo, haciendo que los olores a película recién hecha, se esfumasen hasta convertirse en olores a película difunta.
Mientras tanto Eichinger se pateaba media America, gastando saliva con Ridley Scott, con Tim Burton, con Julian Schnabel,... y sin llegar a acuerdo con ninguno, debido a la complejidad del asunto. Finalmente, ya de vuelta en su país con el rabo entre las piernas y un cubata entre las manos (lo contrario habría sido una postura francamente incómoda), habló con Tom Tikwer, también alemán, y le dijo: "Picha, hagamos que todo esto quede en casa. Si lo conseguimos con una guerra, bien podemos intentarlo con una puta película". Se lo dijo en alemán, pero el otro le entendió. Y aceptó.
Tardaron un año más en decidirse por el actor principal, después de innumerables pruebas y castings. Al final se decantaron por Ben Wishaw. Le acompañarían en el reparto Dustin Hoffman, como el inolvidable Giuseppe Baldini, y Alan Rickman, que dejó de dar por saco durante un tiempo a Harry Potter para que pudiera hacer los deberes. De modo que su hija en esta película (Rachel Hurd-Wood) pudo dejar de hacer los deberes para que Grenouille le diera por saco. Las cosas de los estudios.
La banda sonora, en la que el propio director colabora, no es nada del otro jueves, es tipo aliño de ensalada de bar, acompaña sin destacar. Pero el atrezzo es prodigioso, como las escenas del París de época. También son de resaltar las fotografías de la campiña francesa y las escenas rodadas en la granja de flores donde trabajó. Atención a los tanques. A mi sólo me ponen cerveza. Y mirad lo que le ponen en cambio a este mamonazo.
Jean-Baptiste Grenouille es el personaje principal y protagonista absoluto de esta historia, una fragante epopeya a través de todos los aromas que nos ofrece el ancho mundo, desde la vaporosa sutileza del olor resinoso que desprende una caja de pino... a la afilada y húmeda mordedura pestilente del cadáver que aquélla encierra. Desde el aliento leve de los suspiros de amor de aquella lejana boca adolescente a los crepitantes y hediondos estertores después de una larga agonía (debería escribirse “heavyhondos estercolores”, ya por pedir. Que morirse es una mierda muy profunda.)
Jean Baptiste Grenouille, víctima de su afán de triunfo, retrato doriangreyesco de su obsesión por hallar el olor de los olores. Un ser abyecto en busca de sí mismo. Quien carece de olor propio, carece de identidad. Y, quien carece de identidad, busca refugio en la de los demás.
Jean-Baptiste Grenouille, neonato abandonado a su suerte entre pescados podridos, bebé desnudo contorsionando su cuerpecillo en busca del calor humano y del afecto que nunca llegarán, buceando entre los peces muertos hasta lograr abrirse paso hasta la superficie, como un anfibio luchando en una ciénaga. (No en vano Grenuille significa “rana” en francés. Grenouille y Mougli, -también Mougli significa “rana”, curioso-, dos ranitas diametralmente opuestas, pero marcadas ambas por su decidido carácter antisocial y su tendencia a saltarse todos los convencionalismos).
Jean-Baptiste Grenouille, nombre grandilocuente de un pequeño hombre malvado. Grandes fueron, en cambio, sus capacidades. Infame él por el uso despiadado que hizo de ellas. Puede que infame no sea un término ajustado, aunque sí justo. Porque Grenouille merece la fama, a pesar de su osadía de existir ignorando el valor de las existencias ajenas. Es suya la fama de los innombrables, del mismo modo que todos sabemos lo que significa esa calavera que aparece en los frasquitos de veneno, sin que a nadie interese a quién perteneció. Quizá hacia el final de la novela se redima en parte la nauseabunda ranilla, dando un salto sorprendente que nos acerca a la comprensión de sus actos (nunca a su justificación, Darky), al mostrarnos a todos que el canto de una rana puede ser bello y su sueño posible, (que no plausible, Darky; lo sé, lo sé, qué tío pesaooo).
Puede que la Historia del Mundo tenga a bien mostrarnos un signo positivo en esta búsqueda, algo en ese desmesurado afán que empuja al perfumista a hacer lo que hace y que da un sentido a su aciaga y arrastrada existencia. La grandeza de la lucha contra la adversidad.
Jean-Baptiste Grenouille, extraño infante sin olor corporal (me fascina esa escena en la que sale al patio del recreo, su soledad olfativa), rechazado por todos, por su madre, por sus matronas, por sus compañeros y profesores, individuo excepcional con una sensibilidad tan dotada como lo está su diabólico olfato, curtidor ambicioso cuando muchacho, perfumista eternamente insatisfecho una vez adulto, bicho raro de afilada inteligencia, perturbado mental, flaco hechicero alquimista, psicópata asesino, redomado conquistador de la belleza, donante de almas al fuego eterno y extintor del otro fuego, ése que duerme en los cabellos de las mujeres pelirojas y ése otro fuego, que se mantiene en vigilia, en el bajo vientre. Dos brasas. La mirada de un demonio. Amén.
Para embarcarnos en el visionado de esta película es muy recomendable la lectura del libro. Un libro abre un paréntesis entre dos mundos. Personalmente, me encantan los paréntesis, ya lo habréis notado. De hecho soy una persona entre paréntesis, alguien acorralado por las aclaraciones y los subterfugios de la realidad. Unos paréntesis son como sendos escudos contra los que converge la realidad circundante, sin éxito en su intento de traspasar su frontera aclaratoria. Un par de paréntesis nos PROTEGEN del mundo exterior y amplian nuestro horizonte personal. Un par de paréntesis son, en el caso de este libro, (EL PERFUME) dos lentillas que iluminan nuestra mirada, abriendonos los ojos a un panorama colorido y diverso, lentillas para mirar hacia una y otra dirección -----()-----, dilatadas aletas de la nariz por las que SE RESPIRA sólo el aire de nuestro INMENSO universo, dejando fuera los prosaicos olores del mundo terrenal. Sucumbid al suave tacto de la cubierta (las cubiertas de los libros son como las de los barcos, te llevan y gobiernan mientras siguen la corriente (ser dirigido, ser gobernado, puede ser algo bueno, nuestros políticos llevan décadas tratando de convencernos de ello. Mientras, nosotros, les seguimos la corriente). Decidíos a indagar bajo sus vergonzosas páginas que palpitan al tacto, flap flap (l) Leer el libro, olerlo, sentirlo, es pues una exigencia previa. Hablo aquí a todos aquellos que creen que leer es un verbo que termina en Z (ZZZ) una ocupación sólo útil para leer la lista de la compra o para ver la posología de las medicinas en el correspondiente prospecto, un vocablo maldito, inservible a no ser que quieras que los amigos te tomen por un ser despreciable al que volver la espalda. LEED, MAMONES, PORQUE NUESTRA IGNORANCIA ES EL ORIGEN DE SU FUERZA. Sólo de esa forma captaréis la más bella esencia de todas las cosas. Y recordad que la vida es un breve paréntesis.
Pero, aunque no hayais leído el libro, esta película hay que verla sí o sí. Porque es hermosa. Porque huele bien. Porque salen mujeres hermosas que huelen bien. Porque la vida es hermosa. Con sus paréntesis y con sus putos puntos finales.
El Perfume, la película, es un pelotazo al espectador, en plenas narices, en el que sólo falla que al final no mane la sangre. Porque éste es el principal problema de esta maravillosa película, el problema al que sospecho que aludía Kubrick. Su final patina como una cuerda enjabonada (se ha trepado lo más difícil, el trabajo sucio salió bien, el truco quedó perfecto, ya sólo queda recoger la guita y largarse por patas. Y va el panoli del director y suelta la cuerda para aferrarse a una rama rota, con lo que se pega un hostión morrocotudo y todos nos quedamos con la boca abierta diciendo “Ay, madre, pero qué has hecho desgraciao”. “Si te perdoné ese par de minutillos pedantes, alma cándida". "Si incluso obvié la inverosímil escena de un Jean-Baptiste colandose por las alcobas draculinamente, que me diste Jean-Baptiste con alpiste, desgraciaete”. "Si hasta me dejé engatusar por tu lenguaje no del todo sincero, perdonando incluso esos efectillos digitales a los que no te pudiste resistir, volviendo mi nariz hacia otro lado...” “¿Y así me lo pagas, ah, traidor?”
Porque debéis saber que este buen señor, después de mostrarnos su buen hacer fabricando fabulosas esencias cinematográficas, se tira un pedo hiperbólico, de los que Conan se tiraba después de sus desayunos en Hiperbórea, de esos de “el tapón que me he acabo de quitar del culo lo vas a querer ahora para tus napias, amigo”, un pedo de traca con maracas, érase un pedo superlativo a un culo mayúsculo pegado. En fin, que valiente final estercolero que se marca el maromo de los webs. Yo se lo perdono porque soy magnánimo, pero vosotros, que no sois ni la mitad de buenos que yo, tenéis que jurarme que os vais a acordar de toda su parentela cada vez que veais-olais tamaño despropósito. Me pregunto si este señor había oído hablar de los extras, que suelen lucir tan bonito y tan bien. Me pregunto muchas cosas cuando veo ese triste final. Me pregunto qué había comido ese día, para oler así tan mal. Conan le habría condecorado con honores. Cuando uno sabe que se trata de una producción franco- alemana, la cosa se aclara en parte. Todos sabemos que a los franceses les gusta menear el culete y a los alemanes les encanta dar cachetitos y hurgar en los agujeros. Bueno, nos encanta a todos, pero a ellos más. Dios los cría y ellos se juntan. Se hacen una peli, se lían, se tocan el culito... y meten los dátiles donde no era menester. Y ahí tienen servida su ración de efluvios inconsistentes.
Y claro, después de este escatológico final de crítica y de película, todo queda notoriamente deslucido. Pero no me culpen demasiado por haberles convencido para verla, sólo soy un Rodriguillo al que se le cae la casa encima, un mandao, un vampirillo desdentado que bebe cuellos con pajita. Estooo, ¿por dónde iba? Tengo que dejar las pajas.
Ah, eso, que, sin embargo no hemos de dejar que todo esto empañe lo que pudo ser y no fue. Una hermosa historia que hace aguas al final, vale, como tantos maravillosos embarazos que acaban en aborto, y como aquellos galeones atracados de doblones que naufragaban justo antes de llegar a puerto, tócate los galeones. Si en el caso de Grenouille el fin no justificaba los medios, en el caso de la película no debemos permitir que su triste fin invalide lo de enmedio. Yo soy de los que no ponen la otra mejilla, para poner las dos. Masoca que es uno.
Puntuación: siete estrellas, que serían once si el final no le restara cuatro.
Por qué olemos debajo de las sábanas después de...: por el crecimiento progresivo de la historia y de su protagonista, por la ambientación "costumbrista", por el maravilloso taller de dustin-baldini y su soberbia actuación (qué nariz tiene este hombre, si no hubiera sido actor, sería perfumista o catador de vinos) y por ese momento de éxtasis sensorial cuando Baldini descubre en una esencia el talento de su pupilo.
Por qué Pinocho no debe ver esta película aunque Blancanieves le grite con insistencia: "¡Miénteme, miénteme!": por su duración (147 minutos), por el escatológico final, por la falta inicial de carisma del personaje y por algún efectillo que sobraba.
9 comentarios:
A Sepulturero le quedaban suficientes palabras como para esclavizar al mundo entero, si hubiera querido. Habría podido entrar en Versalles y poner al rey a sus pies.
Habría podido escribir una carta al papa y revelarse como el nuevo Mesías. Habría podido hacer todo esto y más, si lo hubiera deseado. Poseía un poder más fuerte que el dinero, el terror o la muerte. El invencible poder de dominar el amor de la humanidad...
Definitivamente soy una insensata, y es que me ha encantado que me dediques tus palabras hacia tan soberana obra como es El Perfume, con todo lo que ésto conlleva.
No sé al resto de la humanidad, pero a mi me ha encantado tu crítica...no sólo por tu peculiar estilo de escribir, sino porque tanto la magnífica obra de Patrick Süskind como la embriagadora película, las hemos visto con el mismo par de paréntesis (). Y si tú te encuentras en baja forma, el resto estamos muertos y florecidos...
No, no voy a defender a Jean Baptiste Grenouille, ni al del libro ni, al de la película...que por cierto muy poco tienen que ver el uno con el otro, pero en ambos casos sus actos no son ni plausibles ni justificables, pero claro, ¿que te puedes esperar de un ser que es repudiado desde el primer segundo de vida?, ¿un ser diferente al resto y despreciado por todos? ;)
La novela del escritor alemán impacta, en mayor o menor medida, a todo el que tenga el placer de leerla, incluso a mi me llegó a convertir en una maniática de los olores, y desde entonces juro que puedo distinguir a las personas con sólo olerlas, incluso puedo saber sin ningún miedo a equivocarme, quien ha subido en el ascensor antes que yo, es más, la novela me hizo cambiar rápidamente de perfume, ya que llevaba años utilizando uno a base de violetas, y según el libro, el aroma de violetas te enferma, te acerca a la muerte (ahí comprendí muchas cosas, entre ellas porqué parece que ya tenga un pie en el inframundo), y desde entonces no he dejado de buscar, sin éxito, el perfume perfecto, que tal vez no existe, o tal vez lo estoy buscando en el lugar equivocado...porque lo más cercano a la perfección que he encontrado hasta la fecha, es el aroma de una persona en concreto.
Pero llevar esta novela a la gran pantalla y no darse un buen golpe en el intento era algo complicado, no me extraña que Kubrick no lo viera posible. Pero ahí tenemos la película, que obviamente no llega a los niveles del libro, pero oye...esta estupendamente filmada, ambientada, recreada e interpretada (aunque debo reconocer que personalmente su protagonista no me acaba de convencer, peeero ahí tenemos al inmenso Dustin Hoffman y al más que eficiente Alan Rickman, y así lo perdono todo), pero según avanza la película va perdiendo fuelle, hasta que se acercan los 15 minutos finales y se termina ahogando.
Puede que el final sea el "mismo" que el de la novela, pero aquí no funciona, no explica lo mismo, no transmite lo mismo, fracasa estrepitosamente, y sólo huele a humanidad, no huele a amor. Porque en ocasiones, es el poder de la mente humana la que hace grandes las cosas, y la literatura junto a nuestra ilimitada imaginación están fuera de todo límite.
Y ahora te voy a contar una cosa muy graciosa Sepulturero, un conocido que trabaja en la Diputación me dio la posibilidad de hacer de extra en la famosa secuencia final de la película jajaja!. No, que nadie me busque, porque finalmente no acepté aquella proposición indecente, y cuando vi la cinta me alegré de no haber participado en aquella orgía que rozó lo ridículo y que hizo desplomarse a la película.
Sin nada más que añadir, me despido, no sin antes volver a felicitarle por su inmenso análisis y darle las gracias por su dedicatoria.
PD. He perfumado esta carta con unas gotas de "Amor & Psique", espero que sea de su agrado.
Sabías que "El perfume" fue el primer libro NO obligado que leí y disfrute como una perra??? Pues claro que no lo sabías, pero ya te lo digo yo.
Este libro (de momento hablemos del libro,con sus paréntesis pertinentes), supuso un paso de gigante para mi por su ardua tarea (si Süskind pudo, igual el resto también podemos, no?), no solo por llevar la historia de un asesino despiadado a las masas lectoras y que estas fueran capaces de NO entender a Grenouille como un asesino, sino como una víctima de su propio talento, sino que también lo fue porque Süskind es lo mas cercano a un prestidigitador de las palabras que conozco, pues se necesita muucha magia, muchos trucos, para expresar mediante palabras (obvio, para eso es una novela) algo tan difícil de explicar como un aroma o una necesidad, máxime cuando cada individuo percibe ambas cosas desde una perspectiva diferente.
Lo dicho "El perfume", pese a lo denso de su olor, es una novela obligatoria.
"El perfume" la película...pues yo, como Kubrick, siempre vi imposible esta adaptación (pero no fui yo quien le dijo a Kub que no la llevara a la gran pantalla, que conste), así que imagina mi expectación cuando por fin se estrenaba "El perfume" en cines...me volví loca, me perfumé con el mejor aroma que tenía (las ganas) y entré en el cine oliendo de maravilla.
Lo primero que me llamó la atención fue el personaje de Grenouille, era taaaaan diferente a cómo le había creado yo en mi mente..."pero si este Grenouille me resulta muy atractivo!!!" me quejé yo a mi misma, riñéndome por ver al chico con esos ojos..."tú solo huele, huele", así que aspiré profundamente y me dejé llevar por la historia, por la recreación , por un excelente Hoffman, por los paisajes, por la intención, por cada nota aromática... hasta que llega esa puta mierda de final (y siento ser tan dura al expresarme) y todo empezó a oler mal...¿pero cóm oes posible cargarse casi por completo una película en los 10-15 minutos finales, cuando llevamos mas de dos horas pensando que es maravillosa??? pues es posible!!!, tú, Sepul, lo has expresado mucho mejor de lo que yo podría hacerlo en años.
Recuerdo salir del cine muy muy enfadada. La segunda vez que la vi, la cosa ya mejoró porque ya iba preparada y me tapé la nariz en el final, pero...agggggggggggggggggggg
Por último:justificar a Grenouille???nunca, entender su ansia de conocimiento total? siempre
Permíteme Sepul, que me quede con una frase tuya que me aplico constantemente:
" Porque a vida es hermosa. Con sus paréntesis y con sus puntos finales"
Bravo Sepul, bravo!!!!!
A mi la peli se me hace un poco pesada, el libro lo leí hace ya muchos años y me gustó sobremanera! Alan Rickman es siempre bien...
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz no pude terminar tu critica pero la pelicula me gusto :P
Virota, pues fíjate que a mi, me ocurrió todo lo contrario. La crítica me ha parecido estupenda, lo que no me pude acabar es la película. Lo siento, el personaje principal me parece MUY desagradable y cuando no empatizo con el prota... mal asunto.
Eso si, la película está visualmente, cuidada al detalle y por supuesto, solo por ver a Mr. Hoffman, que es uno de los más grandes de esto, ya vale la pena el visionado.
Saludos inholoros.
Rector- si el personaje principal te parece MUY desagradable, entonces la adaptación es buenísima. En la novela, es muuuuucho mas grotesco y desagradable (como dije, en comparación con lo que me esperaba, el actor que da vida a Grenouille- Ben Wishaw- es bastante atractivo, asi que...)
El personaje de Grenouille esté pensado parea que no se empatice con él, pero que sea entendido, como dije mas arriba, para que sea algo más que un simple asesino, para que se entienda como alguien arrastrado al abismo por sus propias circunstancia, pero sin atrevernos a empatizar con él. Conseguir esto es muy muy difícil, por eso Süskind es un mago de las palabras.
No empatizando con el protagonista, Rector, lo que hiciste en realidad fue demostrar que la película (excepto en su final finalísimo) es un éxito.
saludos
Missterror, de acuerdo, entonces lo dejaremos en una estupenda adaptación (desde luego, el casting para buscar a un tipo desagradable, fue todo un acierto) y exitosa película, que a mi, no me dijo absolutamente nada, incluso me permití el lujo de dar algún que otro cabezazo contrá el sofá.
Saludos.
Bueno, si no recuerdo mal, en el libro Grenouille es directamente Gollum, o al menos yo me lo imaginaba así, es casi un monstruo y todo el mundo siente repulsión hacia él, era feo, escuálido, jorobado, deforme e incluso parecía mayor debido a esa temporada laaarga (años) que se pasó viviendo en unas cuevas. El de la película pues podría decirse que es un tipo normal y corriente, no llama nada la atención, pero confieso que físicamente hablando a mi tampoco me agradó en absoluto (su cara, con esos rasgos que recuerdan algo al enanismo me da bastante rabia, no me gusta nada...), así que si esa fue la intención, conmigo también lo consiguieron. Pero de haber sido por mi, yo le hubiera dado el papel a Michael Berryman jejeje!
eso es lo que pasa cuando dios le da el olfato de un perro a un humano
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