MAIK LINGOTAZO NOS HABLA SOBRE ESTE SINIESTRO TOUR DE FORCE AUTÓCTONO ENTRE JAVIER BOTET Y DAVID PAREJA
El tándem formado por David Pareja y Javier Botet seguramente hubiera hecho las delicias de Dieter Laser en su búsqueda de individuos compatibles para pergeñar la descabellada idea de un ciempiés humano. Por su lado, o mejor dicho por su parte, el director de esta película, Óscar Martín, obraría cual bisagra perfectamente engrasada más que como un tercero en discordia, ya que asperezas que limar... pues no, tampoco las hay. Al menos es lo que se desprende de un libreto que ha sido tan brillantemente escrito a seis manos. Sólo puede obedecer a la alquimia existente entre elementos tan indisociables como lo son el culo de la mierda. De la buena.
“Es inevitable aludir a dos clásicos referidos hasta la saciedad, y que yo aquí repito, como son ¿Qué fue de Baby Jane? (1962) o Misery (1990)”
Y es que la cosa va en gran medida de híbridos y endogamias. Pero, por encima de todo, de sinergias forjadas con el paso del tiempo y robustecidas a base de entrega e ingenio. Va precisamente de esas que son capaces de configurar intangibles esquivos y ajenos a los procesos de asimilación propios de las modas pasajeras y de los rigores del mercado.
El resultado no ha podido ser más deslumbrante. Como si no les hubiera bastado y sobrado, tal vez, con mostrarnos las bondades que subyacen inherentes al enfoque colaborativo de su propuesta, parece reafirmarles la autoridad que otorga acaparar incluso premios ex aequo. Tanto en el Tenerife International Film Festival como en el Alicante Film Festival el galardón a la mejor interpretación masculina reconoció la labor de ambos protagonistas por igual. ¡Hasta eso han compartido! Asimismo, y por si ello fuera poco, tanto el público como el jurado respectivamente acreditarían a “Amigo” (2019) como la mejor película de entre las nominadas en sendos festivales. No serían los únicos laureles que registraría el filme a su paso por un granado carrusel de certámenes: entre su peregrinaje de premieres desde el circuito doméstico (Sitges, Molins, Sabadell, Murcia, San Sebastián, Ibiza...) hasta el norteamericano (Florida FF o el Fantastic Film en Austin) destacaría la exitosa acogida que recibieron en el DROP ruso, el Nocturna madrileño o el Toulouse Cinespaña.
“un ejercicio calibrado que barrunta géneros como el de la comedia negra y el del terror psicológico con un tino pasmoso, que nos proporciona un visionado del todo inmersivo”
Entre las tres patas de este banco se han ido combinando a lo largo de la última década para sustentar proyectos propios que van desde -lo siento- cortos como “Bonsai” (2011) hasta video-clips, comedias o antologías. Ya fuera tras la cámara o frente a ella, cada aventura audiovisual les supuso de nuevo un siguiente hito hasta que, a la postre, han acabado por madurar una trayectoria orgánica desde la que asaltar al alimón la idea de trasladar a la pantalla su particular visión de lo que puede significar un “Amigo”. Y su singular versión, también.
Porque lo bueno es que si de algo se nutre esta pieza es de referentes. Es inevitable aludir a dos clásicos referidos hasta la saciedad, y que yo aquí repito, como son “¿Qué fue de Baby Jane?” (1962) o “Misery” (1990). Sin embargo, a su manera también rescata sensaciones que bien pueden despertarnos otros títulos como, por ejemplo, “Entre vivos y muertos” (2006) o “Musarañas” (2014). Incluso, y en boca de los propios creadores, aquí es posible hallar algo de “Intocable” (2011), pero con hijos de puta. Y gusto exquisito, añadiría. Ahí están los guiños a los arquitectos de su bagaje actual como Naschy e Ibáñez Serrador. Con todo, lo mejor es que si por algo se caracteriza el metraje, es por la personalidad propia que rebosa. Como apuntaba al principio, esta suerte de experimento contiene las dosis justas de química y magnetismo, de fisicidad y nervio.
La historia transcurre en un aislado caserón en medio de la sierra (madrileña de Canencia, para más señas) adonde David ha traído a su amigo Javi para asistirle en los permanentes cuidados que requiere. Postrado en una silla de ruedas y con el habla prácticamente impedida, intentará con la ayuda de su inseparable colega mejorar poco a poco su condición a partir de los ajados vestigios de normalidad que aún guarda su maltrecha existencia. Por decirlo de alguna manera. Su contacto con otras personas no pasará del que mantiene con la simpática y agradable fisioterapeuta (Esther Gimeno) que le acompaña en su gimnasia de recuperación diaria. Un par de fugaces visitas femeninas más completarán el reparto que asoma encapsulado en poco menos de hora y media.
“Mención aparte para la dirección de fotografía a cargo de Alberto Morago, pues supone un activo poderoso en favor del acabado final, logrando transportarnos en el tiempo varias décadas atrás”
Registrada durante una semana con un presupuesto modesto pero con un esmero y una dedicación a prueba de bombas, sobresale por encima de otras consideraciones el colosal duelo interpretativo mantenido por este dúo. Cada cual con su tour de force personal, nos irán mostrando paulatinamente los retorcidos entresijos que articulan algunas amistades. Su concurso es tan notable que nos sorprenderemos contagiados de la deriva malsana y desquiciante que adquieren los acontecimientos.
Estamos ante un ejercicio calibrado que barrunta géneros como el de la comedia negra y el del terror psicológico con un tino pasmoso, que nos proporciona un visionado del todo inmersivo y que consigue que nos embargue la misma incertidumbre y desconfianza que a su vez se apodera de nuestros dos moradores. Quizá se le puede achacar escasa profundización en los antecedentes de los personajes, como si pasara de puntillas por ese terreno, pero de algún modo también es esa indefinición la que contribuye a instalarnos en la inquietud de no saber por dónde tirar, ni con quién identificarte. Ni por qué. Añadámosle al asunto unos toques de claustrofobia maja enviando un temporal invernal que les deje aislados en plenas fechas navideñas, y ya tenemos un sugerente retrato tan costumbrista como sórdido, amén de un cocktail explosivo aliñado hasta ese momento con anuncios ochenteros escupidos por una caja tonta añeja y los siempre oportunos e incisivos tonos vibrantes de un trasnochado teléfono de rueda.
Mención aparte para la dirección de fotografía a cargo de Alberto Morago, pues supone un activo poderoso en favor del acabado final, logrando transportarnos en el tiempo varias décadas atrás merced a texturas hoscas y temperadas. Las cortinillas evocadoras de paisajes yermos que se pierden en el horizonte o de frondosos bosques nevados envueltos abruptamente por el ruido de los rápidos y las ventiscas jalonan el tránsito hacia el punto de quiebre, momento a partir del cual se desata el devenir del argumento abriéndonos su peculiar caja de Pandora. Todo confluye en aras de configurar un crescendo fulgurante para sendos roles, donde David Pareja abandonará los ramalazos en su deje cómico y transmutará hacia un ser de mirada turbia y malrollera mientras que Javier Botet exprimirá las posibilidades de su impactante anatomía desempeñándose en un superlativo trabajo que, en palabras suyas, fue “más exigente mental que físicamente”. No en vano, se descubre con una potente actuación alejado de los efectos prácticos que, a base de capas de maquillaje y de prótesis varias, le han significado ser un exponente puntero a nivel internacional en lo que a caracterización de monstruos se refiere (“[•REC]”, “Mamá”, “It”...).
Los silencios penetrantes, entrecortados por balbuceos y campanillas, que se dispensan David y Javi poco a poco viran de lo que inicialmente se antojaba un tête à tête hacia una escalada de la tensión donde afloran trauma y resquemor. Que el binomio protagónico conserve sus nombres de pila reales sólo puede entenderse como una declaración de intenciones con mayúsculas. Casi me atrevería a decir que se trata de un órdago. Pretende comunicarnos que aquí no hay mudas de piel y sí mucha carne viva. Sobre todo puesta en el asador. No habrá más piedad que la que nos depara un pasaje de extremada belleza plástica dejando que sea el desnudo sonido del conmovedor Ellens dritter Gesang de Franz Schubert el que acompañe a la imagen. Es este un calvario que, como el infierno, está empedrado de buenas intenciones. Porque sí, amigos, hay abrazos que ahogan más que el de la tierra.
2 comentarios:
Una maravilla de película y probablemente una de las mejores películas que he visto en todos los Nocturnas. Comenté en su momento el tremendo trabajo de Pareja y especialmente de Botet dedicado, en cuerpo y alma (nunca mejor dicho), al personaje. Ya indique que ninguna de las interpretaciones sería nominada al Goya, cuando no sería ningún disparate que lo hubieran sido.
Tremendamente recomendable
No podría estar más de acuerdo, Krueger. ¡Un saludo!
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