Conste desde el inicio que las películas de exorcismos se encuentran entre mis favoritas cuando se trata de pasar miedo. Sea porque es algo que me resulta creíble debido a mi educación cristiana, por la espectacularidad de su puesta en escena o, quizás, por lo cotidiano del mal que aflige, lo cierto es que siempre las he disfrutado muchísimo. “The Exorcist” (1973), la gran obra de William Friedkin, no era la primera en plantear estas cuestiones en el mundo del celuloide, pero sí de abrir toda una estrategia comercial en torno a uno de esos filmes redondos donde todo fluyó de la mejor manera posible. Miedo pasé con ella, pero más me aterrorizó “The Exorcism of Emily Rose” (2005) de un Scott Derrickson en estado de gracia, con algunos momentos verdaderamente escalofriantes (y el tema de estar basado en sucesos reales sube decibelios el temita, para que engañarnos). Otra imperdible es “The Last Exorcism” (2011), su configuración mockumentary y una Ashley Bell capaz de helar la sangre del más valiente. A partir de aquí, “The Rite” (2011), “The Conjuring” (2013) y un largo de sucedáneos han planteado de una u otra manera eso de la llegada del diablo al cuerpo más inoportuno con mejor o peor resultado.
“Cuando el tema religioso está demasiado explotado, conviene viajar a otros puntos para sacar cosillas que puedan llamar la atención por su capacidad de diferenciarse. Y en ese grupo se encuentra este filme”
Al subgénero, si es que se le puede llamar así, le pasa lo mismo que a todo pastizal que tiene dos o tres elementos enormemente rentables y de mucha calidad: la tendencia del cine a emular más mal que bien con cintas casi idénticas cuyo nivel es bajuno y que se adentran cual virus mutante para taponar la salida de productos con menor presupuesto y muchas ideas interesantes. La saturación de posesiones llegó hasta tal punto que todavía hoy vemos todos los años algo, incluso a veces cosas diferentes, pero en general siguen siendo remilgos de toda una montaña de productos inservibles.
Seguro que se me pasan muchas películas igualmente potentes en las que, como digo, el diablo ha metido cuello, pero hay también casos que todavía no se han aprovechado para ello, quizás como el famoso exorcismo del Albaicín (Granada), una de esas historias truculentas hasta la locura que se adentran en las crónicas más oscuras de nuestro país y que tiene como protagonista una mujer que se creía poseída y a la que un pastelero (tal como suena) con, al parecer, experiencia en el tema, intentó sacar el demonio de todas las maneras posibles. Me ahorro los detalles y el final, pero hay material potente para sacar una película que merezca la pena. Lo mismo sucede con otras culturas. Lo de poseídos judíos lo hemos visto, también con motivos budistas, pero el tema mexicano no estaba del todo explotado, y aquí viene “The Old Ways” (2021) a intentar salvar un poco la papeleta. Cuando el tema religioso está demasiado explotado, conviene viajar a otros puntos para sacar cosillas que puedan llamar la atención por su capacidad de diferenciarse. Y en ese grupo se encuentra este filme.
El mismo contiene una historia bien simple. Una periodista norteamericana de madre mexicana se adentra en el susodicho país en un lugar conocido como La Boca, donde nadie se acerca porque, al parecer, los demonios habitan dentro. Así, la prima, que vive cerca, la encuentra dentro de la cueva por el lugar desmayada y la lleva a una curandera local, que le anuncia que tiene demonios dentro y que debe permanecer allí por la fuerza para que se los extraiga.
Planteamiento interesante que comienza con un fallo de ejecución que se repetirá a lo largo de todo el filme. El escenario nunca cambia (una especie de celda llena de mística y símbolos indígenas), y son cuatro personajes los que durante los casi noventa minutos de duración interactúan entre ellos. Para que una película así funcione debe existir un par de cosillas: un ritmo medianamente activo que permita captar la atención del espectador, o una historia interesante que deje margen al interés de descubrir qué vendrá a continuación. Ni una cosa ni otra existen aquí, con escenas demasiado largas para explicar pequeños detalles que son bastante sencillos de pillar a la primera y cargadas de conversaciones que no llevan a ningún punto y giran siempre en torno a lo mismo. El proceso, además, es siempre repetitivo: conversación, pequeño ritual, conversación, pequeño ritual. Se combinan ambos espacios narrativos sin aportar más acción o interés, lo que hace que la película se haga algo tediosa y pesada, un detalle demasiado inoportuno para lo poco que dura.
“Mucha sobreactuación y poca credibilidad en una Brigitte Kali Canales que va bien a ratos, compartiendo esto mismo con el resto del elenco”
Conforme avanzamos, la película llega a un momento cumbre (el exorcismo en sí) en el que nos acercamos a un pequeño giro de guion que bien podría resultar interesante si no fuese tan breve y acelerado. Parece que se trata más de acabar la película de forma inesperada que de ofrecer una argumentación coherente con lo que hemos visto anteriormente, algo que no termina de cuajar para un final que deja demasiado frío.
En torno al propio contexto del filme, se echa muchísimo de menos más información acerca de las tradiciones indígenas que iremos viendo a lo largo del mismo. Parece más una excusa (otra) para situar la acción en un lugar diferente que una forma de adentrarnos en otro tipo de ritos y formas de entender el mundo místico que lo rodea. Eso de ponerse a gritar en supuesto nahuatl y hacer tres cosas con polvos de colores no es más que darle espectacularidad a un asunto que no se parece controlar. En este sentido, siempre recuerdo “The Possesion” (2012) que, sin ser una gran película, describía con gran acierto el rito judío, los demonios de su cosmología y demás cuestiones. Aquí todo eso se sacrifica con tal de darle minutos al pasado trágico de la protagonista, que igualmente no aporta nada al resultado final del exorcismo y es más un garante argumentativo en torno a la mujer rota por dentro que es obvia víctima de la entidad sobrenatural de turno. Un clásico.
“que haya tres canciones en sus noventa minutos de duración y dos de ellas sean La Bamba y La Llorona no juega mucho a su favor”
Las interpretaciones están bien, cumpliendo por la mínima con lo estipulado. Mucha sobreactuación y poca credibilidad en una Brigitte Kali Canales que va bien a ratos, compartiendo esto mismo con el resto del elenco, escaso y que apenas tiene otro rol que el estipulado por el guion (la vieja exorcista, la prima que ayuda a ver las cosas de otra manera la prota, el hombre con pasado tope trágico, etc.) Hay poco aprovechable en ese sentido, pero tampoco es un desastre.
Con ello, la película tiene algunas escenas muy bien conseguidas a nivel técnico, dando muestras de su escaso presupuesto en ciertos momentos que se salvan con un buen uso de la cámara y el uso de la oscuridad, aliado indispensable de una presencia a la que apenas vemos. También tendremos algunas dosis de sangre y vísceras negras que son lo más entretenido de una película cuyo folclore parece haber dejado atrás Christopher Alender con tal de sumar a un catálogo en Netflix bastante provisto de este tipo de cintas. Eso sí: que haya tres canciones en sus noventa minutos de duración y dos de ellas sean La Bamba y La Llorona no juega mucho a su favor. Parece como si el verdadero enemigo de los protagonistas no sea tanto una presencia sobrenatural mexica como una entidad conocida como clichés. Y eso nunca redunda para bien en el producto final.
4 comentarios:
Yo opino más bien todo lo contrario. Y vaya por delante que películas como "El exorcismo de Emily Rose" o "The last exorcism" me parece que no distan tanto de aberraciones como "The rite". Sí coincido en que la sobreexplotación del subgénero (como tantos otros) ha degenerado en un sinfín de películas no tanto prescindibles (pues todo tiene su público o su momento), pero sí de cuestionable calidad en términos de entretenimiento (ya no hablo de capacidad de aterrorizar como la película de Friedkin, pues ya entraríamos en terrenos de la ciencia ficción).
"The old ways" me ha divertido, me atrevería a decir que mucho. Una serie b pequeña y directa, sin adictivos, tomándose en serio a sí misma lo justo y destacando sobre todo en la lograda atmósfera y ambientación autóctona, con la vieja creepy realizando todos esos rituales imposibles sacados de algún viejo VHS de los ochenta. Reconozco que soy muy amigo de la idiosincrasia mexicana y es algo que en el cine, siempre me suma puntos, aquí no es una excepción. Y en dicha tesitura diré también, ya para rematar, que me encantado el uso que el filme hace de la banda sonora, oportunísima y muy acertada, alejándose de los clichés del terror satánico y jugando con lo de casa, que entiendo es un poco la gracia de la función.
Saludos.
El día que el Rector y yo coincidamos en algo será el fin del mundo.. Yo aqui soy del team Astinus, de hecho hasta me cuesta pensar que alguien se lo pudo pasar bien viendo 'The old ways'. Soy de esos que se aburrió hasta la saciedad, que creía todo el rato que le estaban intentando colar una desintoxicación y consiguiente mono como si fuera una posesión. Igual en cortometraje me podría haber gustado, pero en largo se me hizo muy cuesta arriba..
Un Saludo!
Donnie
Buenas, yo he visto la película varias veces y la pasé bien viéndola, me atrapó, quería ver como resolvían las situaciones, lo que me llamó la atención es que es un exorcismo no cristiano, se la recomendé a mi hermana que no tiene un paladar para nada exquisito con el cine de terror, podrían haber hecho una película mejor, eso seguro, la casa por ejemplo, creo que me la se de memoria, toda la película ocurre allí y eso está bueno y no, si fuera algo independiente lo entendería si hubieran tenido que sacrificar algunas cosas para crear algo mas accesible, pero con el presupuesto que netflix pone en sus producciones se merecía algo mejor.
Saludos desde Argentina.
Gabriel Ruiz.
Gabriel, en este caso, la película no está producida por Netflix, solo distribuida. Así que como buena serie b, algo de independiente sí tiene.
Saludos.
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