domingo, 5 de diciembre de 2021

Crítica: Historia de lo Oculto

MAIK LINGOTAZO NOS HABLA SOBRE EL INCLASIFICABLE TERROR DEL ARGENTINO CRISTIAN PONCE


Crítica historia de lo oculto
Inclasificable obra la que nos llega desde Argentina de la mano del joven cineasta Cristian Ponce, quien ya se diera a conocer en el concierto internacional tras la adquisición por parte de Netflix de “La frecuencia Kirlian” (2017), notable serie animada y antológico guiño cómplice a “La dimensión desconocida” con efluvios del maestro King empapando los escasos minutos que dura cada uno de sus ocho capítulos. 

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De tal guisa es que la mente creativa de Cristian abandona el imaginario radiofónico copado en Kirlian por un DJ de madrugada para acomodarnos ante la caja catódica 60 minutos antes de la medianoche, que es como se llama el programa sobre el que girará la trama de este “Historia de lo oculto” (2020). En tiempo real, asistiremos a la última emisión del espacio más popular de la televisión argentina de finales de los años 80. Una hora postrera que pretende ser todo un colofón de aúpa al trabajo periodístico de investigación que han venido cultivando semanalmente hasta que las presiones de las altas esferas políticas y económicas les han poco menos que invitado a un retiro forzoso y forzado de la parrilla televisiva. Para su despedida, el equipo del talk-show contará con la presencia de tres invitados de relieve, entre quienes se encuentra Adrián Marcato, prestigioso empresario de la Kingdom Corporation y que parece tener la clave para, al fin, destapar la urdimbre de corruptelas que vinculan al gabinete que preside el gobierno con sacrificios, aquelarres y, en suma, con toda suerte de conspiraciones de corte ritual


“Con aroma de noir, el blanco y negro casi perenne que destila cada fotograma contribuye a meternos en situación” 


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Sobre esta base discurren los escasos 80 minutos de metraje, siendo que ya desde sus primeros compases advertimos una querencia por el detalle y el estilo. Con aroma de noir, el blanco y negro casi perenne que destila cada fotograma contribuye a meternos en situación; percepción reforzada mediante el aspecto del que goza el encuadre, gracias al empleo del formato original con el que emitían las cámaras de la época. Súmale a ello el concurso protagónico del presentador, encarnado por Héctor Ostrofsky, y no te faltará mucho para creerte que estás visionando la versión ultramarina de La clave, programa tan vetusto como sesudo -¡y humeante!- de la primigenia Segunda Cadena de TVE. 

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Merced a este más que interesante punto de partida se desatará una contrarreloj cuya base queda enclavada mayormente en tan solo un par de localizaciones, amén de brevísimos insertos en exteriores, al pie de una cabina telefónica. Los oportunos descansos publicitarios, lejos de despegarnos de la intensidad y la atención que exige el seguimiento de la historia, aportan un desenfadado tono irónico a la seriedad del momento, trasladándonos a la ucronía de unas Malvinas ganadas a «la pérfida Albión» y reconvertidas a la sazón en sugerente destino turístico que sirve para inyectar con ingentes cantidades de dinero las arcas de un país erigido en potencia mundial, punta de lanza económica y cultural; y es que, sin ir más lejos, ahí tenemos a rutilantes estrellas de telenovelas como Andrea del Boca protagonizando cierto taquillazo llamado “El exorcista” (1973) y hasta una apropiación doméstica del antropónimo en “El bebé de Rosita”, mucho mejor que “La semilla del diablo” (1968), dónde va a parar. 


“la intención simbólica está más que latente en este largometraje, trufando el trayecto con no pocas e inequívocas alusiones, por bien que otras puedan no serlo tanto” 


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Es este un encaje de bolillos que sugiere una realidad disruptiva, jugando con líneas temporales, flashbacks y anacronismos, y que propone una posibilidad fantástica que, sin embargo, nunca llega a ser del todo explicitada. Así es el tablero armado por un grupo de colegas de universidad, trasunto de una maquinaria que se presume perfectamente engrasada a tenor de cómo encajan las piezas que brindan desde el sonidista hasta el productor. Gente de cine, vaya. Con calle, y bien avenida. Aquí nos conminan a reseguir el rastro de migas dispuestas para transitar el camino que precisamente ellos quieren que recorramos, como si fuéramos el mejor amigo de Pavlov, en pos de una recompensa que, a buen seguro que para más de uno y de tres, exigiría poco menos que morder la mano que da de comer. Total, que la cosa requiere y también, según la opinión de un servidor, merece otro visionado. ¿Qué cabe esperar de algo facturado por una productora llamada Tangram? Sin duda un rompecabezas

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Los estímulos están ahí: las señales se intuyen, los reflejos también. El remedo partícularísimo del thriller periodístico setentero, a la manera de “Todos los hombres del presidente” (1976) o “I... como Ícaro” (1979), se da de bruces con el trampantojo de este horror cósmico construido con bien de referencias lovecraftianas. Pero de resultas, y tras recoger y reunir los ingredientes desperdigados, pues van ambos y se miran a los ojos y... en fin, no te diré que obre el flechazo, pero para un café o hasta incluso un brindis fijo que da el tema. Porque en la lista de elementos que concurren en semejante cocktail asoma desde el componente paranormal a lo “X Files” hasta la recurrente imagen del póster promocional emulando la icónica estampa de Aleister Crowley, un tipo que fue muchas cosas. En la horquilla que se abre entre ambos puntos todavía hay sitio para dejar clara la ascendencia que ostenta Orson Welles así como la influencia derivada de las hechuras técnicas que remiten a unos Monty Python o a Benny Hill, ¡casi nada! 


“una demostración de valentía, una rara avis dentro del género con ínfulas de autor indisimuladas tanto en lo visual como en lo sonoro. Una propuesta arriesgada” 


rituales satánicos
Entre tanto, Adrián Marcato, que no, no es el compi del mismo nombre que integraba la ficción de “La semilla del diablo” antes mencionada, sino más bien el sursuncorda místico y enigmático bordado por el desempeño del actor Germán Baudino, nos deleita con su exasperante dominio de los tiempos, sirviendo como catalizador perfecto para las dosis de información que pertinentemente administra y reparte. Su rol eminentemente oral, acotando la gestualidad y los movimientos a los desplegados por sus facciones y por su postura corporal sobre un asiento del que no despega sus posaderas, bien le valió el premio a mejor actor en el Festival de Mar del Plata, donde también “Historia de lo oculto” se iría con el galardón que le distinguió como la mejor ópera prima latinoamericana. Haría lo propio como mejor filme en el 17º Fantaspoa (FICF de Porto Alegre), tras proyectarse en encuentros de relumbrón como el de Sitges o el Marché du Film de Cannes, y el ya clásico TerrorMolins, dejando en todos ellos un generalizado buen sabor de boca. 

mujer con ojos vendados
Queda claro, pues, que la intención simbólica está más que latente en este largometraje, trufando el trayecto con no pocas e inequívocas alusiones, por bien que otras puedan no serlo tanto. Es ahí donde cada cual tendrá que darle alas a su propia imaginación, hurgando en los mecanismos de su capacidad deductiva y en los registros de su mochila vital. Porque si bien el director no ha pretendido de forma consciente elaborar un discurso político, a mí me ha resultado inevitable, más que inferir o establecer, si acaso barruntar correspondencias para con las desapariciones y robos de bebés en la dictadura militar argentina, o el satanic panic -que de hecho sale mencionado de soslayo- capitalizado por las portadas y los noticiarios de los 80 en los iueséi así como su traslación actual con el fenómeno QAnon, o aún más si cabe el papel jugado por cierta farmacéutica cual improbable adalid de la alquimia en una sociedad a la que busca despertar de su letargo hipnótico revelándole la realidad mientras opera desde las sombras de no se sabe dónde. 

Estamos ante una demostración de valentía, una rara avis dentro del género con ínfulas de autor indisimuladas tanto en lo visual como en lo sonoro. Una propuesta arriesgada que juega dentro de sus modestas posibilidades presupuestarias con las bazas de un innegable dominio estilístico y atmosférico. Un recreo para solaz de nostálgicos y amantes de lo retro, al que le falta algo de pegada para compensar los pasajes en que se acusa cierta indefinición de guion. Que si el futuro se va a cavar... ¡bailaremos sobre su tumba!


2 comentarios:

Victor dijo...

A mi me gustó,,,es rara, pero tiene calidad.
Un saludo

Donnie dijo...

Una muy grata sorpresa. Creo que todo lo bueno que se ha dicho de ella, aunque resulte raro puede jugar en su contra porque las expectativas pueden estar muy altas y esta no deja de ser una cinta pequeñita, muy inteligente y que va creciendo poco a poco, y algunos espectadores pueden esperar otra cosa.. Pero creo que es una cinta muy recomendable, y es muy de agradecer que se haya podido disfrutar en diversos festivales..

Un Saludo!

donnie

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