ASTINUS NOS HABLA SOBRE OTRA NUEVA CHAPUZA ENGENDRADA POR EL MATRIMONIO ENTRE BLUMHOUSE Y AMAZON STUDIOS
Sexta entrega de Welcome to Blumhouse, antología de filmes de terror que surge del acuerdo entre Blumhouse y Amazon Studios, en un recorrido que empezó este 2021 con la fallida “Black as Night” y continúa con este filme que contiene los elementos tradicionales de este caldo de cultivos de películas sacadas a ton ni son valiéndose más de la cantidad que de la calidad. Pero no adelantemos acontecimientos.
Gentrificación y espacios degradados son motivos de reflexión actual en el mundo del arte, donde espacios tradicionalmente deprimidos han sido consumidos vorazmente por fondos de inversión de tamaño desigual para crear nuevos barrios o zonas que dan la bienvenida a las clases medias y altas a través de la construcción de apartamentos que se rinden al modelo Airbnb o espacios de pseudolujo que se ponen de moda, abriendo nichos de negocios y proyectos de vida que acaban irremediablemente con las poblaciones autóctonas. En muchos casos, estas tienen además un arraigo étnico, lo que conlleva una doble discriminación contra la que los gobiernos poco hacen. Barcelona, Málaga, París, Roma, Nueva York y un sinfín de ciudades aledañas viven estas circunstancias que el cine ya se ha apresurado a recoger en muchos de sus productos. Curioso el caso del cine de terror, donde el arraigo de la gentrificación lo explicitaba, una vez más, “Candyman” (una de las joyas de este año), pero que existe igualmente en otros filmes como “Vampiros contra el Bronx” (Oz Rodríguez, 2020) buen producto de terror juvenil, y que se ligan irremediablemente al horror noire, en esa búsqueda precisamente de ofrecernos una visión de espacios abandonados y nichos de población que corren la misma suerte.
“La película consigue ser divertida a veces, pero entremezcla demasiados géneros de por medio, dejándose llevar por un drama que funciona a medio gas”
En este sentido, “Bingo Hell” (2021) se sube al carro, pero es capaz de abrir el abanico a espacios multirraciales donde conviven latinos (la protagonista), afroamericanos y personas que, simplemente, salen adelante como pueden. Pongamos todo en situación: un barrio al que están llegando multitud de inmobiliarias a comprar las casas tradicionales para reformarlas y abrirlas a grupos como los hípsters, a los que se acusa de los cambios en el barrio por parte de una Lupita indignada que intenta movilizar a sus vecinos y vecinas para mantener las costumbres e imagen del mismo. En un entorno tan pobre, el problema llega cuando un misterioso tipo monta un bingo en el que regala al ganador muchísimo dinero, trayendo consigo el conflicto en el vecindario.
La película comienza bien, con una escena en la que nos sitúan en una repentina muerte la naturaleza del antagonista de la obra. A partir de aquí, dedicaremos unos minutos a la presentación de los personajes y sus propios problemas, que jugarán un papel fundamental a la hora de dejarse tentar por el misterioso dueño del nuevo bingo; dinero para solventarlos a cambio de cosas terroríficas. Inevitablemente, las expresiones y diálogos de este nos recordarán al magnífico Leland Gaunt de “La Tienda” de Stephen King, una de sus novelas más interesantes, en las que precisamente la tentación implica consecuencias negativas sobre aquellos que consumen. Si a ello le sumamos a Richard Braker y sus taimadas expresiones en el papel del dueño del bingo tenemos, literalmente, lo mejor del filme.
“En cierta medida, el ritmo de los diálogos es torpe y aburrido, reiterando conversaciones y recortando momentos que habrían funcionado mucho mejor con otra vuelta”
Y es que los problemas empiezan a llegar a los pocos minutos. La película consigue ser divertida a veces, pero entremezcla demasiados géneros de por medio, dejándose llevar por un drama que funciona a medio gas, avanzando demasiado lento incluso para sus escasos ochenta minutos de duración, donde las historias arquetípicas tienen un final conocido desde el primer instante y las pocas sorpresas que se reserva no conducen a ningún lado, forzándose incluso en una escena final que podría haber dado mucho más de sí. El terror apenas queda relegado a un par de momentos más viscerales, pero pides más de eso. Quieres ver con más ahínco cómo funciona todo el entramado del maligno ser y la película, en vez de ofrecerlo, se contenta con nuevos gags y bromas que ya ha repetido diez minutos antes. En cierta medida, el ritmo de los diálogos es torpe y aburrido, reiterando conversaciones y recortando momentos que habrían funcionado mucho mejor con otra vuelta.
La conclusión de la película pretende ser diferente y se queda demasiado abrupta e inerte, y es una pena porque es uno de esos momentos que necesitan ser apoteósicos, una escalada de violencia que acaba en un discurso vacuo y falto de emoción. A ello hay que sumarle unas interpretaciones algo nefastas del elenco secundario, salvándose los dos protagonistas. Ya hablamos de Richard Brake, secundario de lujo, pero también hay que elogiar el papel de Adriana Barraza, que defiende con dignidad algunos momentos y nos entrega instantes de señora mayor indignada que arrancarán alguna sonrisa entre tanta gamberrada.
“toda esa mezcla de drama, comedia y una chispa de terror pide menos historias de personajes secundarios y más acción, más mala leche y más desenfado. Ni una cosa ni la otra”
Sin tener la sensación de que la película explote en ningún momento con alguna escena antológica y potente a nivel visual, la dirección es excesivamente contenida, con planos sencillos y excesivas escenas en interiores reiterados donde las imágenes frontales del enemigo principal de la obra se repiten en movimientos acusados para acercarnos su diabólica expresión. Y ahí acaba todo. No es solo que pidamos algo de virtuosismo, es que toda esa mezcla de drama, comedia y una chispa de terror pide menos historias de personajes secundarios y más acción, más mala leche y más desenfado. Ni una cosa ni la otra.
Quizás ese sea el mayor problema de “Bingo Hell”, como lo fue de “Black as Night”. Aquí, al menos, uno se entretiene algo más. Pero no deja de pervivir esa sensación de torpeza en el guion, de un fallido control de los tiempos narrativos y de una contención exagerada, quizás prevaleciendo en exceso el drama, que resta puntos a una producción menor que podría haber resultado una comedia resultona con un antagonista a recordar. No lo es. Ahorrarse su visionado ahora que andamos tan provistos de buen cine.
2 comentarios:
Muy de acuerdo. Creo que ya comentè que como cortometraje en una antologìa o algo asì habrìa ganado. Desde luego No es Bubba Ho Tep ni Late Phases, por desgracia.
Saludos!
Tal y como comentas, es más divertida que Black as Night. Desde el principio tuve claro que iba a ver un chochurro de tres pares de gónadas, por lo que más o menos salve el visionado de forma entretenida. El problema es que todo lo que tenga a Doom Head, aka Richard Brake, de por medio me llama tremendamente la atención...
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