sábado, 30 de julio de 2022

Crítica: The Jack in the Box

MISTER MOLOKO NOS HABLA SOBRE PAYASOS Y TERRORES DE VIDEOCLUB DE LA MANO DE LAWRENCE FOWLER


Como buen representante de la generación del videoclub, durante mi adolescencia acudía cada sábado por la mañana al todavía (y milagrosamente) abierto Video Instan de Barcelona para alquilar tres o cuatro cintas de VHS con las que iba labrando poco a poco mi pasión cinéfila. Entre estos títulos, indefectiblemente, siempre incluía un par de películas de terror gracias a las cuales no sólo me fui convirtiendo en un acérrimo amante del género, sino que también pude establecer unos criterios propios en cuanto a gustos, preferencias, filias y fobias. 


“el típico producto de bajo presupuesto, rodado en un par de localizaciones, con 10 actores contados y una escasez de medios más que evidente” 


Un sábado cualquiera del año 1988 me levante por la mañana con fiebre. Ello, empero, no fue impedimento para que llevará a cabo mi ritual y adquiriera los títulos de rigor con los que pasaría ese molesto trancazo de fin de semana. Mirando en la sección de terror, encontré un título nuevo que me llamo muchísimo la atención. La película se titulaba “Ghost House” (1988) y en su carátula aparecía una niña con cara diabólica que sostenía entre sus manos la cabeza de un payaso de aspecto terrorífico. Huelga decir que en aquella época no tenía ni idea de quien era Umberto Lenzi, el director de la cinta; tampoco sabía que existía el cine de explotación italiano (pensaba que la película era de nacionalidad estadounidense); y por supuesto desconocía que la película también era conocida como “La casa 3”. Simplemente su cartel molaba y prometía experiencias fuertes. 

Esa misma noche, sólo en casa y con una febrada de campeonato, me puse la película en el reproductor y empezó la magia. Han pasado muchos años, pero no me duele en prendas reconocer que el film me “acojonó”. Aún a día de hoy sigo pensando que esta es la única película que he visto en mi vida que, dejando de lado sustos puntuales, ha logrado darme miedo de principio a fin. No sé si fue la fiebre, la predisposición, el que apareciera un payaso (que es una figura que siempre me ha dado mal rollo) o no sé qué extraña conjunción astral, pero pasé un mal rato considerable. Años después, y muchísimo más curtido, volví a ver la película. Mientras la revisitaba no podía evitar reírme de mi yo del pasado preguntándome como me había podido impactar tanto esa soberana cutrez. Intentaba ponerme en la piel de ese adolescente y sólo podía esbozar una sonrisa ante tanta ingenuidad, inocencia y falta de criterio. Pero esa mirada nostálgica al ayer no era óbice para reconocer que la película me impactó mucho en un momento en el que ni me cuestionaba autorías, ni orígenes geográficos ni cualquier otra consideración genérica. 


“El diseño de la criatura, si bien no está mal, tampoco es el colmo de la originalidad. Eso cuando se recurre a los efectos tradicionales, porque cuando se aplica algún trucaje digital el resultado es de juzgado de guardia” 


Si algo bueno tiene la edad es que te da cierta perspectiva sobre las cosas. En la actualidad me provoca cierto sonrojo ver a ciertos sectores del fandom poniendo a parir productos de género provenientes de plataformas o pensados para un público masivo, defendiendo así mismo películas producidas en décadas anteriores cuya filosofía era exactamente la misma: llegar a un público poco exigente que buscaba entretenerse durante una hora y media con una película de terror. A todos ellos les recomendaría que leyeran lo que la crítica especializada decía en su momento de los films de Fulci, Argento, (recuperen las críticas que le hicieron a “Phenomena” (1985) para ver un ejemplo práctico de lo que significa despedazar a una película) Craven u otros directores que a día de hoy son considerados maestros del género y a los que nadie discute su talento. 

Tras acabar el visionado de “Jack in the Box” (2019) me vino inmediatamente a la cabeza el “Ghost House” de Lenzi. Y no sólo porque en ambas aparezca un payaso “random” (me siguen dando mal rollo), ni tampoco porque sean productos realizados con un presupuesto ínfimo… ni siquiera por su paupérrima calidad. Si me acordé de la obra de Lenzi fue porque, treinta años después, las dos compartían una misma filosofía como obras cinematográficas: la de ofrecerle un producto de consumo rápido pensado para paladares poco exigentes y en el que se mezclan dos de los ingredientes que mejor funcionan en el cine de terror: los payasos y los espíritus demoníacos. “Jack in the Box” es carne de fondo de armario para plataformas televisivas de la misma forma que la película de Lenzi lo fue para los videoclubs de la época. Ir más allá es sencillamente marear la perdiz. 

¿Qué nos explica la película? La historia de Casey, un norteamericano que, tras un pasado trágico, empieza a trabajar en el museo de una pequeña población inglesa de provincias. Ahí encontrará una extraña y antigua caja sorpresa en cuyo interior hay un siniestro muñeco con forma de payaso. Cuando la caja se abra, se desatará una maldición diabólica imparable. 

“Jack in the Box” es el típico producto de bajo presupuesto, rodado en un par de localizaciones, con 10 actores contados y una escasez de medios más que evidente. Su realizador, el galés Lawrence Fowler, es muy consciente de sus limitaciones artísticas y presupuestarias y diseña la película en función de todas estas contingencias. El argumento es sencillo, previsible y pensado para emplear los menores recursos posibles. Los intérpretes, que son muy flojos, no tienen ninguna línea de diálogo que requiera de grandes dramatizaciones ni interpretaciones afectadas y las muertes están prácticamente rodadas en off con el consiguiente ahorro en efectos especiales que ello supone. El diseño de la criatura, si bien no está mal, tampoco es el colmo de la originalidad. Eso cuando se recurre a los efectos tradicionales, porque cuando se aplica algún trucaje digital el resultado es de juzgado de guardia. En definitiva, no hay nada destacado ni destacable en esta propuesta. Por no haber, no tenemos ni humor ya que la historia, en algo que no sé si es un síntoma de genialidad o de estupidez, se toma en serio a sí misma.


“¿Son necesarios productos como este? Si hablo como aficionado irredento, como fan que ama el género y que se ha dejado miles de horas de su vida consumiendo cine de terror tal vez afirmaría que no”


“Jack in the Box” es la típica película que fluctúa entre la serie B y la Z, un producto pensado para un público muy poco exigente y que encontrará en ella un mero entretenimiento intrascendente. Cualquier análisis medianamente riguroso que pueda hacer un aficionado mínimamente avezado (y reitero lo de mínimamente) nos llevará a la conclusión de que estamos ante un producto sin el más mínimo interés y que repite esquemas que hemos visto un millón de veces. Es insustancial, anodino, poco original, insulso. Y no vale con achacarle el problema al presupuesto: directores con mucho menos han hecho cosas absolutamente maravillosas. Aquí la cuestión radica simple y llanamente en las intenciones. 

Y esto me lleva a la primera parte del análisis y a formularme una pregunta. ¿Son necesarios productos como este? Si hablo como aficionado irredento, como fan que ama el género y que se ha dejado miles de horas de su vida consumiendo cine de terror tal vez afirmaría que no. En cambio, si me pongo en la piel del espectador medio, de ese que sólo busca llenar una hora y media de su vida con un producto fácil, que no le obligue a hacer grandes reflexiones intelectuales y que, además, tampoco sea excesivamente desagradable ni sangriento, probablemente la respuesta sea positiva. Desgraciadamente no me puedo poner en la piel del espectador medio y para mí, en mi bendita subjetividad, la película deviene una soberana estupidez. Por cierto, este mismo 2022 se ha estrenado una secuela (o parece que precuela) llamada “The Jack in the box: Awakening”. Todavía no he tenido el gusto de verla y no puedo opinar sobre ella. Solamente dos consideraciones. 1) Tan mal no le debió ir a la primera cuando se plantea un asegunda parte. 2) Algunos somos tan masoquistas que, aun sabiendo lo que nos vamos a encontrar, en algún momento de debilidad acabaremos acercándonos a ella. Y sin sufrir un ataque de fiebre que lo justifique.


3 comentarios:

Krueger dijo...

Otro elemento que emparenta está pelicullilla, entretenida y olvidable, con aquella generación del videoclub es la secuela que comentas. Guste más o menos, aunque tenga el presupuesto de una caja de cápsulas de Nespresso, un mundo con secuelas de obras como Jack in The box es, definitivamente, un mundo en el que quiero vivir.

Me resulta fascinante cuando intentan crear nuevos monstruos y darles su propia mitología, más allá del asesino humano del slasher, que le voy a hacer!

Saludos!

Mister Moloko dijo...

Krueger, yo creo que eres muy generoso con lo de cápsulas de Nespresso. Creo que el presupuesto da para capsulas de Hacendado y poco más.
Dices una cosa interesante en tu comentario y es la relación de la película con las cintas que poblaban los videoclubs en los noventa. Y estoy de acuerdo contigo. Pero "Jack in the box" tiene algo que me resulta imperdonable": e tan consciente de que está condenada a ir a plataformas que no arriesga nada y al final es muy blandita. Sólo que el realizador le hubiera puesto más gore y mala uva ya hubiera mejorado algo. Y además creo que es pura autocensura. Las plataformas han demostrado sobradamente que no le hacen ascos a determinados productos pasados de rosca. Y para muestra la tercera temporada de "The Boys" o películas como "El viaje".
La secuela la tengo pendiente (entre los centenares de películas que tengo pendientes) y cuaquier tarde de estas me la veré.
Saludos

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en que es una película menor y olvidable pero la decadencia tiene su encanto. Busqué particularmente las dos pelis y te puedo decir que el payaso es mas que interesante: la cajita, el muñeco y el propio Jack podría tener varias películas sin mucho guion que llenar. Coincido con Krueguer.

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