Hacía mucho tiempo que no sufría un slasher como “Trick” (Patrick Lussier, 2019). El visionado fue atroz y ni siquiera pude escudarme en alguna pincelada de humor involuntario; tampoco pude bucear en toneladas de casquería, para que la mugre, la sangre y la mierda cubrieran mis ojos. No, no pude hacer nada de eso. En su lugar tuve que vislumbrar como mi alma escapaba ligeramente de mi pecho, hastiada de la mala vida que le doy semana a semana.
“Trick no tiene ni una pizca de guasa: todo es rematadamente serio, por lo que los personajes parecen atormentados y taciturnos”
Las ambientaciones en Halloween son mi droga favorita. Tanto me da que sea un “Night Of The Demons” (Kevin Tenney, 1988) o un “Terrifier” (Damien Leone, 2016). Devoro tanto cualquier entrega de la saga de Carpenter, como propuestas más ligeras y naif: la eterna “Pesadilla Antes de Navidad” (Henry Selick, 1993) o la reciente y divertida “El Halloween de Hubie” (Steven Brill, 2020). Que si por mi fuera, todos los días del año serían Halloween vaya.
Con los dos párrafos anteriores ya podéis imaginar por donde van los tiros; es “Trick” un slasher (torpe, sin alma y arrítmico) ambientando en la (s) noche (s) de Halloween (ambientación totalmente desaprovechada). El argumento es el siguiente: un asesino parece volver cada año, en Halloween claro, para perpetrar matanzas en distintas ciudades, lo que confunde a los policías encargados del caso, ya que, aunque en la matanza original el asesino fue abatido, el cuerpo nunca se encontró. Menudo misterio amigos. Es “Trick” una de esas películas en las que nada importa: los personajes aparecen ante nosotros sin ningún tipo de presentación y más allá de algún elemento suelto (el padre casi en coma), no sabemos absolutamente nada de ellos. En un slasher como Satán manda no importaría, ya que esos personajes serían carnaza y su destino estaría escrito en piedra desde el comienzo de la película; pero “Trick” no tiene ni una pizca de guasa: todo es rematadamente serio, por lo que los personajes parecen atormentados y taciturnos; pero verdaderamente nos importa una mierda como estén, que nosotros también tenemos trabajos que no nos gustan, además quien más quien menos ha visto a todos sus amigos asesinados en una fiesta que se fue de madre.
“Si en un slasher no te puedes agarrar a los asesinatos, la cosa pinta negra”
Otro elemento clave dentro del slasher que falla en “Trick”: el gore y los asesinatos. A pesar de no escatimar en puñaladas y sangre (afortunadamente con efectos prácticos tradicionales), no existe ni un solo asesinato memorable (quizás la tumba colgante) y vamos viendo heridas, chorretones de sangre y agujeros por doquier, sin que nada nos impacte: nada importa y nada inquieta. Si en un slasher no te puedes agarrar a los asesinatos, la cosa pinta negra.
Sorprende ver detrás de tal desaguisado a un perdidísimo Patrick Lussier, montador de toda la vida de Wes Craven, y director entregado en cuerpo y alma al fantástico (y las secuelas). Suyas son las impagables “Furia al Volante” (Patrick Lussier, 2011) o el remake de “San Valentin Sangriento” (Patrick Lussier, 2009), ambas con un alto contenido de despiporre que no existe en “Trick” por ningún lado. También resulta incomprensible que un tipo como Lussier, montador de garantía como ya he comentado, permita que “Trick” presente un montaje tan sumamente caótico, en el que la trama avanza a trompicones, saltando de hecho de año en año, como si nada y sin dar ni un jodido detalle. Por no hablar de la puesta en escena: esos planos de GoPro me han hecho daño de verdad…
“me voy a quedar con el desfile de semi viejas glorias del fantástico de los dosmiles como Omar Epps o Jamie Kennedy y de auténticas glorias como Tom Atkins (lo mejor de la película)”
Bochornosa resulta la sorpresa sobre quién apuñaló a quién (¿de verdad le importaba a alguien un hecho tan anecdótico y estúpido?) y lamentable el cariz sociológico que desean dar a la resolución de la cinta. Resulta que ahora un slasher malo como un dolor de muelas también sirve para criticar la sociedad, simplemente con poner un monologo de dos minutos en las secuencias finales. Tampoco quiero hablar de esos últimos segundos, que recuperan la estrategia de cierre de “Saw” (James Wan, 2004) de: ¡cuidado, aquí llega un girito!
Voy a pasar por alto que desaprovechen esas máscaras tan guapas, para en su lugar maquillar al asesino como un tigre de una fiesta de preescolar, y me voy a quedar con el desfile de semi viejas glorias del fantástico de los dosmiles como Omar Epps o Jamie Kennedy y de auténticas glorias como Tom Atkins (lo mejor de la película). Cuando lo mejor de tu cinta es ver hasta dónde pueden llegar (a degenerar) las camisas de un doctor que se viste como un juerguista obeso, algo has hecho rematadamente mal.
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