NELLIE VANCE NOS HABLA SOBRE LA CONDESA SANGRIENTA DE DELPHINE SEYRIG. VAMPIROS Y EROTISMO EN LOS AÑOS SETENTA DE LA MANO DE HARRY KÜMEL
Los años 70 fueron una etapa especialmente fructífera en lo que a la explotación de la figura del vampiro se refiere: siempre eróticas y combinando elementos del cine más artístico con el grindhouse, películas como las pertenecientes a la trilogía Karnstein, “The Velvet Vampire” (Stephanie Rothman, 1971), “Vampyres” (José Ramón Larraz, 1974) o “Vampyros Lesbos” (Jess Franco, 1971) exploraban las posibilidades estéticas y narrativas de la figura del vampiro femenino, moviéndose en un terreno que fusionaba con fluidez el género de terror con el cine erótico, y ofreciendo todo un abanico de representaciones provocadoras de la criatura mítica.
“destaca una cuidadísima paleta de colores, composición de planos y escenografía, que serán sin duda los elementos más significativos y reconocibles de la película”
En este contexto, la película de Kümel se presenta como uno de los referentes más emblemáticos y mejor conservados de este tipo de cine, cuyo merecido estatus de culto se justifica por el interés que mantiene su visionado hoy en día.
La película nos cuenta la historia de una pareja de recién casados, Valerie y Stefan (Danielle Ouimet y John Karlen) quienes deciden hacer una parada en Bélgica de camino a conocer a la familia de él, en Inglaterra. Alojados en un lujoso (y casi anacrónico) hotel, la pareja coincide con la misteriosa Elizabeth Báthory (Delphine Seyrig) y su sirvienta Ilona (Andrea Rau), con quienes establecerán una turbia relación.
Desde el principio de la película, “El rojo en los labios” (1971) nos presenta sus grandes bazas: frente a unas interpretaciones quizá no muy sobresalientes (al menos, hasta la aparición de Seyrig), destaca una cuidadísima paleta de colores, composición de planos y escenografía, que serán sin duda los elementos más significativos y reconocibles de la película. Fruto de muchas imitaciones y homenajes posteriores (como “The love witch”, de Anna Biller), su estética es todo atmosfera, psicodelia y sensualidad, con una iluminación que dota a la película de un aire de ensoñación erótica a la par que oscura en cuyo juego es difícil no perderse.
“bebe de algunos referentes experimentales y relativos al cine de autor, algo que es bastante evidente en su montaje, y que sin duda ayudan a entender en qué espacio quiere moverse la película”
Pero es sin duda la aparición de Seyrig como la condesa de Báthory (en la que, en mi opinión, es una de las reimaginaciones más satisfactorias del mito de la asesina en serie) lo que supone la diferencia entre estas y otras propuestas: de aire misterioso, sensual a la vez que delicado, y profundamente sugestiva en su forma de hablar y moverse, su presencia envuelve la pantalla para dotar de un nuevo significado a al mito de la condesa en forma de vampiro lésbico.
“se posiciona como uno de los grandes referentes estéticos de los años 70, de visionado recomendable si se quiere bucear en un cine muy subversivo en fondo y forma”
Así, la película se entretiene en sus monólogos enigmáticos (ojo la escena en la que describe las torturas por las que es famosa su familia), su mirada penetrante y sus elegantes y llamativos atuendos, dándonos las escenas más memorables del film y estableciendo un curioso diálogo con otra de las grandes películas de Seyrig: “El año pasado en Marienbad”, de Alain Resnais (1961). Este diálogo no es casual, pues la película bebe de algunos referentes experimentales y relativos al cine de autor, algo que es bastante evidente en su montaje, y que sin duda ayudan a entender en qué espacio (entre el art cinema y el cine de terror de serie b) quiere moverse la película.
A pesar de que “El rojo en los labios” juega sus grandes bazas a lo estético, narrativamente cuenta con una historia simple pero efectiva, con algunas licencias narrativas (es un poco osado llamarlo giros argumentales) que sorprenden y aligeran el visionado. En resumen, una película que se posiciona como uno de los grandes referentes estéticos de los años 70, de visionado recomendable si se quiere bucear en un cine muy subversivo en fondo y forma.
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