Crítica: Byeonshin (Metamorphosis)

Dos certezas en estas primeras líneas. La primera es que todos los que las estáis leyendo, quedasteis (quedamos) tocados de muerte por "El Exorcista" (William Friedkin, 1973). La segunda es que a lo largo de vuestra vida os habréis encontrado, mínimo en una ocasión, en alguna situación molesta con algún vecino molesto. Dos certezas que se unen a mi ignorancia de todo lo que escondéis cada uno de vosotros detrás de ambas afirmaciones. En mi caso, es el terror y la rabia lo que se resguarda en el rincón más oscuro de mi existencia. Ambos me acompañan como un perro fiel cada segundo de vida. El terror que se incrustó en mi cuerpo la primera vez que vi "El Exorcista", erupciona como un volcán de lava incontenible cada vez que me dispongo a ver cualquier película en la que el exorcismo sea el centro del argumento. La rabia sale cada vez que mis vecinos de arriba juegan a saltar, correr, tirar las famosas canicas de las madrugadas o subir y bajar las escaleras gritando sin control.

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"Byeonshin, comienza potente y no baja el nivel en ningún momento, pese a la introducción de giros y explicaciones que apuntan mucho más alto de lo que finalmente disparan”

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"Byeonshin" nace de la unión de estas dos certezas y se nutre de cada una de ellas de una más que correcta forma que la convierte en ese tipo de película que pasará injustamente de puntillas y que será un agradable descubrimiento para todos aquellos que se animen a proyectarla en su casa, en tiempos presentes o futuros "Byeonshin" crece como un homenaje a "El Exorcista" con ánimo de experimentar con la posesión en un juego imposible entre "Fallen" (Gregory Hoblit, 1998) y "La Invasión de los Ultracuerpos" (Philip Kaufman, 1978). Finalmente, "Byeonshin" muere con la cabeza alta pero sin posibilidad de expresar la última voluntad, con una pirueta eclesiástica poco afortunada y muchas ganas de demostrar que, afortunadamente, el terror nunca muere. Quizá la actual ola de curiosidad por el cine coreano, generado por la oscarizada "Parasites" (Bong Joon Ho, 2019), ayude a que películas como la que nos ocupa tengan algo más de repercusión. Ojalá.

El experimento "Byeonshin" es la unión de Cocacola y Mentos. Efervescencia desbocada y punch importante, que no sabe cómo encajar en el patrón de las posesiones y termina apostando por la improvisación. Esto, en conjunto no es negativo para nada pero tiene su importancia. Su director, Hong-seon Kim, parecía tener muy claro el tipo de película que perseguía, una película sin tregua donde la acción fuera la que marcara el paso, para que el terror, el drama y la sorpresa siguieran a buen ritmo agarrados a la cuerda de un guión que en ocasiones tambalea hacia lados contradictorios, pero que hace que ninguno de los elementos clave de la narración se pierdan por el camino. "Byeonshin", comienza potente y no baja el nivel en ningún momento, pese a la introducción de giros y explicaciones que apuntan mucho más alto de lo que finalmente disparan.

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“Lo importante aquí, ni siquiera es el demonio o el ente, lo importante es el propio acto de la posesión y lo que eso implica para un conjunto familiar”

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Una de las principales bazas de "Byeonshin" es precisamente esa agilidad a la hora de abordar la trama, aunque esta necesidad de que estén ocurriendo cosas constantemente es lo que hace que haya escenas que no tengan ninguna razón de ser y que parezcan estar metidas con calzador, solo para seguir algunas de las reglas (esta vez sí escritas) que William Peter Blatty fijó en 1972. De esta manera, lo menos relevante en esta película de exorcismos, es el exorcismo en sí. Lo importante aquí, ni siquiera es el demonio o el ente, lo importante es el propio acto de la posesión y lo que eso implica para un conjunto familiar. Elemento novedoso este, que no relega a la familia al papel de simple espectador sufridor de la tortura de un ser querido, sino que en esta ocasión son los lazos familiares los que determinan la crueldad del castigo y el verdadero triunfo de la película.  

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"Byeonshin se muestra incluso seductora, jugando a la insinuación en las escenas más morbosas, sin enseñar nada para provocar una reacción inmediata en la imaginación del espectador”

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Realmente es fácil recomendar películas como esta a quien busque esa sensación de miedo y adrenalina. Es fácil porque "Byeonshin" lo pone fácil por su cuidada puesta en escena, donde lo creepy y lo costumbrista se separan tan solo por gotas de lluvia y por unas magníficas interpretaciones que brillan incluso por encima de los abundantes y ricos efectos especiales de los que constantemente hace gala la película. "Byeonshin" se muestra incluso seductora, jugando a la insinuación en las escenas más morbosas, sin enseñar nada para provocar una reacción inmediata en la imaginación del espectador. Un recato, sin embargo, que no termina de encajar con la línea explícita que demuestra la película desde el inicio, desdibujando un poco la intención de Hong-seon Kim de ir un paso más allá en el ensañamiento del ente invasor, pasando de lo físico a lo emocional.

Una sorpresa que llega en un momento donde nos dejamos abducir (con razón) por un cine muy elaborado y rico en matices, que nos obliga a ser cada vez más exigentes. Y no digo que esto sea negativo, todo lo contrario, pero es la mesura la que consigue que seamos capaces de valorar cada propuesta como se merece. En esta ocasión, el entretenimiento está garantizado. En mi caso, el terror llegó sin esperarlo y sin que pudiera hacer nada para evitarlo y aunque yo no quiera volver constantemente a esa película que me marcó para siempre, es inevitable que esto ocurriera y que tuviera que encender todas las luces de mi casa cuando terminó "Byeonshin". Que esto ocurra con 30 años más de experiencia desde que Pazuzu se coló en mi vida, es algo que agradezco y que seguro que vosotros agradeceréis también. Llegad a esta película limpios y aseados, no busquéis parecidos. Cualquier película saldrá siempre perdiendo si la comparamos con la obra maestra, simplemente disfrutad con la luz apagada.