viernes, 29 de enero de 2021

Crítica: Landmine Goes Click

MAIK LINGOTAZO NOS HABLA SOBRE LA AUSTERA PERO MUY INCÓMODA PROPUESTA DEL GEORGIANO LEVAN BAKHIA


Landmine goes click póster
No quisiera yo excederme con explicaciones que, por no ajustarse a las palabras del director Levan Bakhia, hagan deshonor al hermetismo que mostró al presentar su obra en el Frighfest del 2015 ante la audiencia que se disponía a verla: “Un chico pisa una mina antipersona, de eso va”. Punto. Así, sin más. Parco y lacónico. En aquella edición, este largometraje georgiano no pudo hacerse con el único galardón al que optaba, en la categoría de mejor actor, por la interpretación de Kote Tolordava en el papel de Ilya. Él será quien haga las veces de montañero con rifle y rottweiler. Y gafas. Que si bien no logran disimular su razonable parecido con Ron Jeremy, presumo que tampoco conseguirían hacerle pasar por intelectual en el régimen de terror de los Jemeres Rojos. Con denodado empeño, se encargará de demostrarnos lo contrario, presentándosenos a lo sumo como un listillo de pacotilla. 

Excursión en la montaña
Recorre con rugosas maneras los varios registros que oscilan desde su aparición auxiliadora, con destellos de tipejo paleto y autóctono simpático, hasta que abraza la figura de un odioso, incómodo e insoportable cabronazo. Una mosca cojonera de campeonato que se revela ante nosotros como el sociópata de turno del que cualquier metraje malrollero que se precie ha de hacer gala. Todo ello, además, tratando de no caer en la parodia ni en la sosaina descafeinada. Y aunque en ocasiones transita resbaladizamente bordeando sendos territorios, lo que aquí tenemos es la actuación de un Kote Tolordava que rezuma esa naturalidad estridente que me era tan familiar, pero que no acababa de ubicar. Hasta que, después de darle no pocas vueltas, por fin caí: claro, esto lo he visto, vivido, ¡sufrido!, yo en mis propias carnes en más de una terraza al rico mañaneo con (auto)invitados furtivos de excepción, parroquianos del buen madrugar y mejor trasnochar. De los de “oye, si molesto... os vais” (qué ironía, es lo que debieron pensar los protas de “Landmine goes click”, por cierto). ¿”Razonar”? Para qué, ellos no usan de eso. Total, que el susodicho acaba poniendo muy nervioso. Lo cual, de algún modo, tiene su mérito. El mundo puede ser maravilloso. Y Georgia no iba a ser menos. 


“insufla incertidumbre, te instala en ese no saber muy bien del todo hacia dónde nos va conduciendo la cadena de eventos” 


Spencer Locke y Dean Geyer
Tal es la medida que obra en la escalada sádica de un espectáculo en el que, sin embargo y aunque sea en calidad de voyeur, uno también se ve atrapado. Puede que te asalten dudas, incluso que sientas que las ganas de mandar a tomar viento al menda, y con él al filme, son casi irrefrenables. No es que me vaya la autoflagelación, pero qué quieres, los mecanismos de la curiosidad son poderosos. Y aunque es posible que “Landmine goes click” los maneje tramposamente, al final siempre se las arregla para administrar añagazas y conflictos en un juego del que no podemos evitar ser partícipes. Uno que, a la postre, acaba resultando del todo satisfactorio. O por lo menos así lo fue para quien esto escribe. ¿Me convertirá ello, además, en cómplice? Incapaz de desactivar la pantalla, enclavado en mi sofá, me recreo mientras observo cómo el otro protagonista masculino, a la sazón un pobre desgraciado, se ve obligado a pasar las de Caín. Y es que eso es justo lo que él más desearía: poder desactivarla. La mina. Insisto: qué irónico todo. 

pisando una mina
Sobre esta premisa es que se enmarca el desarrollo y devenir de este largometraje, del que prefiero no dar muchas pistas ni detalles, pues es de los que se disfrutan “mucho más mejor” gracias a esa mezcla entre incomodidad y expectación que logra generar. Sí, definitivamente insufla incertidumbre, te instala en ese no saber muy bien del todo hacia dónde nos va conduciendo la cadena de eventos. El metraje no oculta su querencia por los jueguecitos, por los tira y afloja, por el “ahora te doy, para luego quitártelo”, por el chantaje y la traición. Y, en suma, por las consecuencias que de todo lo anterior se derivan, confluyendo en una deforme distorsión de la tan segura y cómoda realidad que siempre tendemos a crearnos. Incluso hasta nuestro mochilero de rostro bonito podría acabar desfigurado. Habrá que ver de qué le puede servir darse un cierto aire a Leonardo DiCaprio. Igual es cosa mía, no sé, pero juro que por momentos veía a su puto doble. Aunque tampoco me hagáis mucho caso. Con todo, no va a ser por eso, y sí por su desempeño en el rol protagónico, que Sterling Knight (“Transit”) se alzaría con el premio del jurado a mejor actor principal en el MonsterFest'15 de Victoria, Australia. Correría la misma suerte en el New York City Film Festival, donde además el éxito para “Landmine goes click” sería doble al ser considerada también como la mejor película del encuentro. 

Spencer Locke atacada con un cuchillo
La némesis con quien mantiene el duelo interpretativo tampoco se iría de vacío en esto de acumular reconocimientos, pues el bueno de Kote sería distinguido de igual modo gracias al jurado del Diabolique International Film Festival del 2015, celebrado en Indiana, Estados Unidos. Lamentablemente, éste tendría que ser concedido de manera póstuma. La desgracia en forma de fulminante ataque al corazón se cebó en la persona del actor georgiano, de tan sólo 35 años, pocos meses antes de que la película viera la luz. Hallaron su cuerpo sin vida en la habitación de un hotel moscovita, justo cuando se encontraba preparando la que iba a ser su próxima aparición en la gran pantalla. El equipo de “Landmine” aún tendría oportunidad de dedicarle algún que otro laurel más durante los meses finales de aquel 2015 atrayéndose el reconocimiento de varios festivales tanto europeos como del otro lado del charco. 


“está rodado con un plus de vigor. Y además gana enteros merced a algunas secuencias que destilan una explosiva carga de intensidad” 


Spencer Locke en la naturaleza
Todo este recorrido, junto con el número considerable de nominaciones y presencias en diversos certámenes del circuito de cine independiente y de género (La Mano Fest de Alcobendas, Fancine de Málaga, etc.), probaría la solvencia con que el director Levan Bakhia se presentaba ante la crítica y la audiencia tras su primera incursión en el mundo del cine cuatro años antes con la sofocante, y poco más, “247ºF”. Sin llegar a los niveles de otros títulos de temática similar que tanto se vienen estilando desde hace un par de décadas, como mínimo sí logró inscribirse por los pelos entre esa pléyade de historias basadas en el encierro y la limitación de movimientos: ataúdes, cajeros, telesillas, cabinas telefónicas, coches, ascensores, habitaciones acorazadas, oficinas, rellanos, sótanos, edificios, bares, supermercados, camerinos, búnkeres,... Así que ya puestos, ¿por qué no una sauna? Faltaba, sí. Pero, visto lo visto, puede que luego sobrara, también. 

Kote Tolordava en Landmine Goes Click
O no. La toma de contacto con el universo fílmico, tras su bagaje en la esfera publicitaria, articuló las bases de la mejoría que estaba por venir. Todo un ensayo preliminar para curtirse de cara a ambiciones más exigentes. Así pues, el cineasta volvería a la carga insistiendo en el concepto de contadas localizaciones y exiguos repartos. Opta por imponer a su elenco una muy condicionada capacidad para desplazarse, cuya ejecución se ve siempre sometida a los designios caprichosos de un guion sin alardes que coquetea con el fuego, haciendo de cada toma de decisiones una arriesgada maniobra, cuando no directamente una pirueta, como quien acomete con indolencia sus turnos en la ruleta rusa. O en este caso georgiana, mejor dicho. No en vano, sitúa la acción en las tragaderas de una vasta formación rocosa y escarpada perdida en la geografía de su tierra, ahora una de las extintas repúblicas socialistas soviéticas. Vaya, que los deja sueltos en medio de la nada. Y cómo no, adivinad... ¡Premio! ¡También sin señal ni cobertura! Pero con esta reválida sí que obra un notable salto de calidad, está rodado con un plus de vigor. Y además gana enteros merced a algunas secuencias que destilan una explosiva carga de intensidad, nunca mejor dicho.


“acaba por dejar un regusto raruno debido a las licencias que se toma a la hora de alargar, del todo innecesariamente, algún tramo de la película” 


Madre e hija aterrorizadas
Y eso que podríamos afirmar que la producción de este proyecto bautizado con tan sonoro nombre fue meramente accidental. Porque la idea que de primeras empezaron a trabajar como “Dead Mountain” se tuvo que desestimar toda vez que supieron del estado avanzado en el que se hallaba el rodaje de una pieza que versaba sobre el mismo tema, que no era otra que “The Dyatlov Pass Incident” (2013), del finlandés Renny Harlin. Ante esto, convinieron en apostar por distinta narrativa dándole la vuelta al envoltorio de la montaña mortal: la cosa, así pues, seguiría sin ir sobre bucólicos y agradables pícnics en el monte a la sombra de los árboles. 

Spencer Locke violada por Kote Tolordava
El resultado fue este “Landmine goes click”, que finalmente pudo llegar a buen puerto tras completar el casting internacional vía Skype pocos días antes de empezar el rodaje. Al ya mencionado Sterling Knight, se le unirían Spencer Locke (“Resident Evil”) y Dean Geyer (“Rehearsal”, “Oscuras intenciones”) interpretando a la pareja a punto de casarse, que con bien de pertrechos -léase mochilas y tiendas de campaña, además de su muy mejor amigo Chris, o sea el Knight- decide anticiparse una luna de miel, que sobre hojuelas no irá precisamente. Y si no que se lo pregunten a Ilya, o sea el Tolordava, que de eso sabe un rato largo. Como largos son algunos de los planos que nos regalará el montaje, a medida que va avanzando la trama. Ciertamente son una buena piedra de toque para que los actores desplieguen sus mejores bazas, y si bien su concurso es del todo encomiable, por desgracia -y como ya había apuntado un poco antes-, de resultas de ello la película se precipita de cabeza hacia un manejo del tiempo un tanto amorfo. Vamos, que pareciera ser un 'Frankenstein' con extremidades desiguales. Quizá sea ésa su principal debilidad, que acaba por dejar un regusto raruno debido a las licencias que se toma a la hora de alargar, del todo innecesariamente, algún tramo de la película. Pero una cosa os digo... yo no me trago aquello de que “segundas partes nunca fueron buenas”. Pues oye, hay veces que son incluso mejores. Pasa como con los platos, que además si se sirven fríos, saben que te mueres.


3 comentarios:

Missterror dijo...

Hace ya bastante tiempo que vi "Landmine goes click" y no la recuerdo con lujo de detalles, pero de lo que sí me acuerdo perfectamente es de esa sensación de incertidumbre constante que comentas y no saber ni en qué terrenos se movía el director, ni cuál era el objetivo buscado. En cualquier caso, me pareció interesante y debo admitir que me gustó ese regustillo rarunísmo que deja ;)

Película que pese a lo desapercibida que ha pasado, es curiosa y merece la pena echarle un vistazo.

Un abrazo.

Miguel dijo...

La verdad es que a mí me pasó todo lo contrario.....No sólo me resultó híper previsible el devenir del personaje georgiano,sino que además toda la secuencia, más que tensión, me generó un hastío en el que tranquilamente podría haber abandonado el filme. Asimismo, me pareció repudiable la escena de la violación; Creo que a esta altura de la historia (y teniendo en cuenta el contexto social en el que estamos viviendo), me parece increíble que aún haya directorxs que encuentren "motivos" para filmar el sufrimiento duradero e irreversible de un acto tan atroz como lo es la violación. Por último, y en línea con este último, también creo que la película repite los viejos modelos en los cuales las mujeres son simples objetos sufrientes que encuentran su sentido cinéfilo en el mero hecho de ser violentadas de diversas formas y en distintos momentos (el descenlace final es prueba de ello)

Maik Lingotazo dijo...

Buenas a los dos, y gracias por comentar. Pues nada, que me da que venimos a tocar puntos parejos en cuanto al desarrollo de la película, pero parece que a algunos nos ha dejado mejor regusto que otros.

En mi caso, estoy más en sintonía con Missterror, como ya de hecho se aprecia en la crítica. Sin ser ni mucho menos un peliculón, sí que me parece que, pese a sus fallas, es una propuesta con una factura más que aceptable.

Respecto a tu comentario, Miguel, también estoy de acuerdo en algunas cosas que expones. En otras quizá no tanto, aun siendo más que consciente de parte de tu crítica. O mejor dicho no sabría qué decirte, ya que pertenecen a una esfera más delicada, sensible y compleja.

Pero atendiendo a un par de apuntes que has hecho, no hacen sino ahondar en las impresiones que dejé escritas en la publicación. Hay por ahí un par de párrafos en los que hago mención a cuenta de, por un lado, la sensación de estar a punto de mandar a la mierda el filme, y, por el otro, de cómo de graves pueden ser las consecuencias que se derivan del chantaje y la traición, así como de la mentira, el ego y la sed de venganza. Distorsionando de tal modo nuestra realidad que "hasta nuestro mochilero de rostro bonito podría acabar desfigurado".

En cualquier caso, reconozco que a mí, pues sí, a la postre sí que me acabó por convencer, jeje.

Venga pues, un saludo.

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