Producción canadiense -otra más para la saca, sí- que esta vez nos propone una visita guiada por las interioridades de una casa unifamiliar donde, todo hay que decirlo, habrá más que bien de compañía. En efecto, no seremos los únicos invitados. Aunque 'invitado' no sería la palabra que mejor se ajusta al caso, pues lo cierto es que los demás comparecen por su cuenta y riesgo. A lo loco, sin avisar. Y ya adelanto que, con únicamente tres, aún faltará para que sean multitud. Pero también que todos y cada uno de ellos no solo piensan asomar tirando de presentación expeditiva. Su concurso será más bien sorpresa, toda vez que aquí se van a fajar jugando la carta, tantas veces ganadora, de la 'home invasion'.
“uno de sus puntos flojos corresponde al del guion. Seguramente es el eslabón más débil de una cadena que, por lo demás, consigue fijarte ante la pantalla a base de secuencias truculentas”
A la sazón maridada más con el 'revenge' que con el 'rape', la receta se presume de lenta cocción, y se toma su tiempo para más tarde llevarnos a ebullición en una suerte de detonante 'meta-argumental' que más que llegar hasta el fondo de la cocina, lo que hace es en todo caso despegar desde ahí en dirección hacia cualquier rincón de la casa, convirtiendo el recaudo seguro y confortable del hogar en una trampa sofocante.
Vale decir que los derroteros por los que discurren sus escasos 80 minutos servirán para maniobrar con el concepto de 'presa' tanto como con el de 'depredador'. Vaya, que “For the sake of vicious” (2020) pretende ir un poco más allá de esa reducida dicotomía para generar unos interrogantes que irá dispersando a lo largo del metraje con más o menos fortuna. Porque, yendo al lío, empezaré manifestando que uno de sus puntos flojos corresponde al del guion. Seguramente es el eslabón más débil de una cadena que, por lo demás, consigue fijarte ante la pantalla a base de secuencias truculentas, unas interpretaciones solventes y el estimulante cambio de paradigma que acontece al traspasar el ecuador de la película, elemento este último que supone un aliciente para con su visionado que se agradece. Nuevos y renovados bríos para una trama que mostraba signos evidentes de fatiga, de empezar a perder fuelle agotada en la inconsistencia de un esqueleto narrativo algo forzado, cuando no directamente endeble.
“los agujeros de la historia sí que parecían estar resueltos en un libreto primigenio que, por motivos de presupuesto y calendario, no pudo acometerse”
La primera mitad transita con enfoque minimalista y temple en el pulso, pero sin escatimar en sus buenas dosis de violencia, merced a alguna que otra lograda escena, para solaz y deleite de quienes disfrutan viendo cómo el ser humano cultiva las más refinadas formas de hacerse pupita entre semejantes. Sí, es verdad. También duelen a la razón ciertas secuencias poco definidas, que adolecen de una mínima conclusión, a caballo entre lo ilógico y lo directamente estúpido. Pero eso ya lo he dicho antes, y dado que también valdría para lo que sobrevendrá, en aras de no volver a repetirme más adelante sirva también la susodicha mención para ilustrar otros tantos pasajes de los que trufarán el frenético desarrollo que se imprimirá en la segunda parte.
Sorprende cómo entre fotografía y dirección de arte nos hacen, a primera vista, deducir que estamos ante algo más cercano a un casoplón, cosa que gracias a un hábil manejo de cámara y al oportuno montaje se encargan de contradecir cuando nos adentramos en las estancias del hogar, mutando nuestra percepción hacia lo que uno bien podría experimentar al verse atrapado en una ratonera. Sobre todo si para colmo llegas a tu morada, tras haber concluido al fin un extenuante turno de enfermería, y te encuentras de manera abrupta con dos inquilinos inesperados. Parece que hoy nuestra heroína anónima del día a día no va a gozar del merecido descanso del guerrero. ¿He dicho hoy? ¿Dije día a día? Bueno, en realidad pronto oscurecerá, pero esta no será una noche como otra cualquiera. Tampoco lo iba a ser de todos modos: la jornada se pretende alargar con niños llamando de timbre en timbre ataviados bajo horrendos disfraces al tiempo que plantean disyuntivas a las personas que confiadamente abren sus puertas. Pero no temáis, que no va de nada que tenga que ver con la noche de Halloween... por mucho que sí, que se nos sitúe en esa efemérides. De verdad. Aunque uno no sabe muy bien por ni para qué. Vamos, que no pasa de ser un mero y burdo ardid barato que, como tal, pues oye que no, que no acaba de cuajar. Máxime si en los contados planos exteriores lo que vemos son calles prácticamente vacías. Otra cagada más, directa a la cuerda de funambulista sobre la que a duras penas se yergue nuestra suspensión de la incredulidad. En definitiva, poco truco y pésimo trato. Por cierto, las pisadas sobre la nieve dejan inevitablemente un reguero de huellas. Ahí lo dejo, en plan suma y... ya. Ok, mejor no sigo.
A todo esto, también es de justicia apuntar que los agujeros de la historia sí que parecían estar resueltos en un libreto primigenio que, por motivos de presupuesto y calendario, no pudo acometerse. En él, además de incluir interesantes nudos que a la postre no verían la luz, por lo visto a la protagonista se le confería mayor atención dedicándole unos minutos preciosos para ponernos en antecedentes con respecto al rol interpretado por Lora Burke (“Motherly”, “Poor Agnes”). Junto a la actriz británica afincada en Toronto, completan el reparto una terna de oriundos del Gran Norte Blanco. Primeramente, tenemos al dúo que compartirá presencia ante la cámara con la fémina en gran parte del filme. Que Nick Smyth (“Howls”, “Covenant”) y que Colin Paradine (“Antisocial”, “Kingdom come”) se me antojen como los improbables gemelos perdidos de, respectivamente, tanto Nicolas Cage como, sí amigos, el Dioni, espero que no solo sea cosa mía. Sobre todo porque el primero se esfuerza con denuedo en ofrecernos su chirriante monoversión de faz asombrada o, qué se yo, desencajada. Reconozco que a mí me acabó dando algo de grimilla. Más allá de eso, supone una bocanada de aire fresco la aparición de un tercer saco de testosterona. Esa discordia la pondrá James Fler, profesional del mundo de la producción cinematográfica que aparte de emplearse en dicha tarea con esta pieza, también nos regala su segunda incursión en el terreno de la actuación. Y oye, ni tan mal.
“Algo tendrá For the sake of vicious. Para mí, una brillante coreografía de mamporros revestida con una cinematografía consistente”
Dejando a un lado los parecidos razonables, merece mi más encendido elogio el hecho de que mientras el elenco prescindió de dobles de acción para grabar las escenas que entrañaban cierto peligro para su integridad física, el staff de rodaje tuvo, por su parte, que multiplicarse para cumplir con los plazos y sobreponerse a los contratiempos que toda producción de estas características comporta. Bueno, a decir verdad quizá el tema del pluriempleo descansó en mayor medida sobre los principales interesados en sacar adelante el tinglado, o sea los directores. ¡Ja! Sí, ahí también se tuvieron que desempeñar a dúo. Pero no solo eso: Gabriel Carrer pulirá la historia fundacional pergeñada por su adlátere Reese Eveneshen. Además, se embarcan al alimón en la producción de la película... y en la de diseño. Y adivina, ¡también se sitúan al frente del departamento de vestuario! Por no hablar de que, de igual modo, ambos se pondrán tras las cámaras. Espera, que hay más. El primero se arroga parte de la construcción musical mientras que el segundo supervisa el montaje en post-producción y aún saca algo de tiempo para participar como artista de efectos especiales de maquillaje. Casi nada, oiga. Lo mismo para un roto que para un descosido.
Por todo lo anterior, uno se alegra de que se llevasen el galardón a la mejor edición en el South African HorrorFest, así como el Lucio Fulci al mejor trauma ocular y el premio a la mejor violencia sostenida del FrightFest. No se fue de vacío tampoco el trío protagonista en el certamen doméstico Blood in the Snow. Algo tendrá “For the sake of vicious”. Para mí, una brillante coreografía de mamporros revestida con una cinematografía consistente a cuyos impulsores solo les deseo que en venideras ocasiones pueda llevar a buen puerto todas las aspiraciones iniciales que se reflejen en el guion original. Por amor del vicio.
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