ASTINUS NOS HABLA SOBRE EL TERROR EXISTENCIALISTA BASADO EN HECHOS REALES DEL AUSTRIACO PETER BRUNNER
Está siendo un Sitges pasado por bosques. Tres filmes he visto relacionadas con la temática natural, la violencia de las profundidades arbóreas y lo místico de esa relación entre las personas y el medio. “Gaia” (2021), primer largometraje de Jacob Bouwer así como “In the Earth” (2021), del veterano por estos lares Ben Wheatley, profundizan en esta cuestión desde claves diferentes pero con un denominador común: un contexto de peligros desconocidos que aguardan entre árboles, maleza y zonas inexploradas.
“El conflicto latente en el filme es tan antiguo como interesante, un diálogo entre civilización y barbarie que ha sido representada de mil y una maneras en el cine”
“Luzifer” (2021) se parece más a la primera que a la segunda, especialmente cuando hablamos de esa temática relacionada con los cultos religiosos. Tema central del filme del austríaco Peter Brunner, todo el metraje tiene un intenso mensaje religioso (o lo contrario, según se mire) que choca igualmente con la amplitud de mundo, de grandes abismos que se abren en los enormes planos infinitos que nos ofrece su cámara.
En este sentido, la película parte de una premisa básica: en lo alto de las montañas, una empresa ha comenzado a prospectar e intervenir una zona para crear una estación de esquí. Entre grandes picos asoma una pequeña casa donde viven una mujer y un joven en plena naturaleza, alejados de todo tipo de relación con los núcleos urbanos y en el que la primera muestra una enorme obsesión por la religión y la fe. El conflicto latente en el filme es tan antiguo como interesante, un diálogo entre civilización y barbarie que ha sido representada de mil y una maneras en el cine, y que en esta ocasión se hace a través de nuestro protagonista, un joven con dificultades mentales, aficionado a las aves de presa y que ve en los drones que inspeccionan la zona una suerte de imaginería relacionada con el demonio. En cierta medida, para la familia lo es, pues su negativa a vender esos terrenos acabará trayendo numerosos problemas.
“La fotografía es tenue, gris y meditabunda, lenta en ocasiones y con un profundo interés por ilustrarnos los bellos paisajes en los que nos movemos”
Y hablando de problemas, quizá la principal dificultad de la película es su excesiva condensación de temas tan trascendentales. Del conflicto con la colonización empresarial de un medio natural y la forma de enfrentarse a ello por parte de ambos personajes saldría un filme, pero no es lo único: cómo entiende el mundo el protagonista, cómo vive la fe en torno a la relación con su madre o cómo se desarrolla en un espacio sin estímulos más allá de lo religioso son argumentarios recurrentes que solapan constantemente el guion y acaban dejando paso a un hablar de todo, profundizar en nada. Entre líneas parece leerse una ambición quizás exagerada para el producto final, que termina por ser demasiado pesado en algunos momentos y vira errático entre minutos y minutos de complacencia con imágenes grandilocuentes en las que los primeros planos del rostro del protagonista y los grandes paisajes verdiblancos se alternan en un lento pasar de tiempo.
No se le pueden poner pegas a la cuestión técnica. Hay un excelente trabajo tras la cámara, con encuadres desde diferentes ángulos que parecen moverse al ritmo de descubrimiento del protagonista, jugando con sus movimientos, su mirada y sus pensamientos. La fotografía es tenue, gris y meditabunda, lenta en ocasiones y con un profundo interés por ilustrarnos los bellos paisajes en los que nos movemos (maravillosos, por cierto, dan ganas de tomarse un respiro de la ajetreada vida por allí) Las interpretaciones son igualmente sobresalientes: Franz Rogowski hace un papel titánico, con unas expresiones creíbles y sinceras. Lo mismo sucede con Susanne Jensen, que complementa el dúo con un tono casi perfecto, a veces terrorífica, otras amable y cariñosa. Se disfruta de la película tan solo por ver a ambos.
“un excelente trabajo en la labor técnica e interpretaciones magistrales no salva de ser un producto que inquieta poco, sorprende menos y aburre más”
La conclusión, no obstante, es tan torpe como el simbolismo pretendido. Los minutos pasan y crean más confusión que otra cosa, incluso en su concepción de cine de autor o independiente (o como se le quiera llamar) Además, en todo momento hay espacio para una recreación religiosa no explicada, como si fuese importante, pero a la vez careciese de contenido real más allá de su plasmación en bellas imágenes. Lo mismo ocurre con el final y algún momento burdo, automático y reiterativo (las escenas de los drones saliendo de aquella especie de hendedura en la roca lo veremos, sin exagerar, una decena de veces).
En definitiva, "Luzifer" parece pecar del típico caso de una conjunción de elementos que en la mente del director funcionan perfectamente, pero su traslado a la pantalla tiene más de disfuncional que de acertado. En este caso, por la acumulación desproporcionada de argumentos y líneas que van desde el fanatismo religioso hasta el susodicho conflicto entre civilización y barbarie. Una suerte de temáticas compiladas con escaso éxito a las que un excelente trabajo en la labor técnica e interpretaciones magistrales no salva de ser un producto que inquieta poco, sorprende menos y aburre más.
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