sábado, 23 de julio de 2022

Crítica: Ms .45

NELLIE VANCE NOS HABLA SOBRE OTRO DE LOS GRANDES TÍTULOS DE LA FILMOGRAFÍA DE ABEL FERRARA


Si alguna conclusión podemos extraer de la variopinta filmografía de Abel Ferrara, es que el director no parece tenerle miedo a nada. Desde ese exploit tan gamberro que fue “The driller killer” (1979) hasta la sofisticación de “The Addiction” (1995), pasando por dirigir capítulos de “Miami Vice” o ficcionalizar el último día de Pasolini, Ferrara se ha ganado a pulso su estatus de auteur por su valentía a la hora de explorar y fusionar los géneros cinematográficos. Esta intrepidez es una de las cualidades que caracterizan la película que nos concierne hoy, y una de mis favoritas del director, “Ángel de venganza” (1981).


“Ángel de Venganza supone su primera incursión hacia un terreno mucho más juguetón y experimental, en el que los códigos del género se subvierten” 


La película nos sitúa en la Nueva York de los años 80 para contarnos la historia de Thana, una joven muda que sufre dos agresiones sexuales consecutivas cuando vuelve a casa del trabajo. Cuando consigue matar a su segundo agresor y apropiarse de su pistola, iniciará un viaje lleno de violencia en busca de venganza. 

Si con su anterior “The driller killer” Ferrara firmaba un largometraje que bebía del terror y el slasher más exploitation y desprejuiciado, “Ángel de Venganza” supone su primera incursión hacia un terreno mucho más juguetón y experimental, en el que los códigos del género se subvierten. Así, aunque en un primer momento podamos pensar que estamos ante un rape and revenge tradicional, pronto se hace evidente que Ferrara tenía otras ideas en mente. 


“Ferrara elige filmar las dos agresiones sexuales prácticamente al inicio de la película, con un estilo rápido e incómodo que da casi la impresión de descuido estético y que huye de la posibilidad de erotizar la escena” 


Con el escenario habitual de su filmografía de fondo (unas calles neoyorquinas que se presentan como entornos sucios, hostiles y potencialmente peligrosos, especialmente para las mujeres) Ferrara elige filmar las dos agresiones sexuales prácticamente al inicio de la película, con un estilo rápido e incómodo que da casi la impresión de descuido estético y que huye de la posibilidad de erotizar la escena. De esa manera, la película se centra en la transformación de Thana. 

Así mismo, la evolución de la protagonista (interpretada maravillosamente por Zoë Tamerlis, cuyo físico juega un papel fundamental en la película) se construye al margen de clichés ampliamente extendidos. Si bien estamos ante un proceso de empoderamiento a través de la violencia (como suele ser habitual en el género) lo cierto es que el personaje de Thana no parece hallar consuelo ni alivio en sus actos, cayendo lentamente en una espiral destructiva cuyo propósito inicial parece irse diluyendo. Así, la película de Ferrara huye de discursos maniqueos relativos a un feminismo que si bien se plantea de manera ambigua (y de hecho la película puede considerarse feminista de muchas maneras) forma parte de un nivel interpretativo superficial. En lo que profundiza Ferrara, sin embargo, es en la capacidad de redención y liberación a través de la violencia, en la soledad y en la locura, temas a los que volvería de manera casi obsesiva en sus películas posteriores


“el director utiliza las estéticas del cine de explotación para dinamitar sus estructuras y clichés habituales, permitiéndose una exploración de este tipo de cine” 


De esa manera, el director utiliza las estéticas del cine de explotación para dinamitar sus estructuras y clichés habituales, permitiéndose una exploración de este tipo de cine que le ganaría el favor de la crítica y le permitiría seguir esa senda experimental bastantes años más. Así, a “Ángel de Venganza” no solo le debemos escenas icónicas (esa escena final con la música de Delia y Kaplan es historia del cine) ni vestuarios tan reconocibles que se han convertido en parte de la cultura popular (el disfraz de monja de Tamerlis en la parte final de la película) sino la posibilidad de seguir disfrutando de la valentía de Ferrara y su sordidez neoyorkina muchos años más.


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