miércoles, 12 de julio de 2023

Crítica: Midnight

MISTER MOLOKO NOS HABLA SOBRE UN NUEVO EJEMPLO DE LA CONTRASTADA CALIDAD DEL ACTUAL CINE DE GÉNERO SURCOREANO


“Algo tendrá el agua cuando la bendicen”. Este refrán tan característico de la cultura popular nos da a entender que cuando determinadas cosas, aunque sean sencillas, son unánimemente ensalzadas quiere decir que tienen algún valor. La frase viene a colación sobre el inusitado interés que en los últimos años está despertando en todo el mundo las películas y series coreanas. Es bastante curioso constatar como un país con una población muy similar a la nuestra ha sido capaz de montar una industria audiovisual muy potente capaz de ofrecer productos que, sin los grandes fastos presupuestarios de Hollywood, mantiene unos niveles de calidad e interés más que notables. 


“una película pequeña que cuenta con un presupuesto muy limitado pero que sabe hacer, con suma inteligencia, de esa falta de dinero una virtud” 


Esta circunstancia es especialmente evidente del del género del fantaterror y adyacentes. Los coreanos han sabido encontrar una fórmula que, sin renunciar a sus esencias y tropos culturales, ha logrado captar el interés de un espectador occidental que cae rendido ante el atractivo de determinadas producciones. Al menos para el que suscribe, la posibilidad de descubrir o visualizar obras provenientes de este país supone un apriorismo positivo que, hasta la fecha, no me ha proporcionado demasiadas decepciones. Y no hablo sólo de esos éxitos que todos tenemos en mente. 

“Midnight” (2021) en un buen ejemplo de todo ello. Dirigida por el debutante Oh-Seung Kwon, esta es una película pequeña que cuenta con un presupuesto muy limitado pero que sabe hacer, con suma inteligencia, de esa falta de dinero una virtud. Sin duda estamos ante un thriller que tiene la capacidad de epatarnos y atraparnos en la butaca a través de una historia sencilla pero muy bien resuelta. Como comentaremos, una de sus grandes virtudes es su capacidad para, utilizando muchos de los convencionalismos del género, dar una vuelta de turca y utilizar como protagonista a una persona sordomuda. Esta circunstancia, que no es para nada original, aporta un plus de interés ya que el bueno de Oh-Seung Kwon la sabe utilizar de forma brillante como recurso narrativo para aportar valor a su película. 

A lo largo de la historia del cine tenemos unos cuantos ejemplos de thrillers o películas de terror protagonizadas por personas con algún tipo de discapacidad que tienen que luchar por salvaguardar su vida a pesar de sus condiciones. Films como “Sola en la oscuridad” (1967) de Terence Young, “Atracción diabólica” (1988) de George A. Romero o la cercana “Hush” (2016) de Mike Flanagan, son ejemplos brillantes de como el colocar a personas con limitaciones físicas dentro de un contexto de peligro pueden dar mucho juego a la hora de generar suspense. Pero si algo tienen en común estas películas es que la mayoría de ellas se desarrollan en un entorno cerrado, funcionando de esa manera, con todos los matices que se quiera, como unas “home invasión” en las que los protagonistas al final acaban haciendo de sus discapacidades virtudes en la autodefensa. Sin llegar a los límites de “No respires 2” (2021), donde nuestro protagonista al final devenía casi un superhéroe, lo cierto es que los títulos que he citado a continuación juegan con la vulnerabilidad de los protagonistas como principal elemento de interés dentro de un macabro juego del gato y el ratón. 


“Se nota que esta es una película muy meditada en la que hay un evidente interés por desarrollar un discurso fílmico acorde a la intencionalidad de la trama” 


“Midnight” supone un salto cualitativo respecto a esta tendencia. En primer lugar porque la película se desarrolla prácticamente en exteriores, lo que implica que a la amenaza inherente del asesino, nuestra protagonista tiene que unir todas aquellas contingencias a las que nos enfrentamos de forma cotidiana en nuestra vida y que, a su vez, suponen un peligro para alguien con una discapacidad sensorial. Además, y aquí es donde reside uno de los grandes aciertos de la película, el director nos logra transmitir de forma muy acertada la impotencia que sufre el personaje al constatar que nadie la entiende y que le resulta imposible pedir ayuda a causa de su incapacidad física para hablar. A este respecto, la película tiene un momento sublime cuando, en los momentos finales, la chica le intenta explicar al asesino porque no quiere morir. Y digo sublime no sólo porque es lo que cualquiera en esas circunstancias diría (en estos momentos sobran determinados discursos grandilocuentes), lo que le proporciona una carga emocional brutal a la secuencia, sino porqué nos transmite a los espectadores una sensación de impotencia y fragilidad absolutamente incuestionable. 

Por todos es bien sabido que el thriller tiene como objetivo crear situaciones de miedo, inquietud y suspense en los espectadores. Y que estas sensaciones se basan, en gran medida, en el proceso de identificación emocional que podamos tener con los protagonistas. Pues bien, en “Midnight” esto no sólo se logra a través de la trama, sino también haciéndonos empatizar con lo que una persona sordomuda estaría sintiendo en esos momentos. Todo ello lo hace desde dos perspectivas: la argumental, está es la historia de una persona perseguida por un psicópata inteligentísimo que se aprovecha de su discapacidad y a la que nadie hace el más mínimo esfuerzo por entender, y la narrativa. Sin duda es esta última la que más me ha llamado positivamente la atención ya que el realizador sabe jugar con inteligencia con determinados recursos cinematográficos para potenciar esa idea y generar una tensión que en algunos momentos resulta insoportable. La decisión de quitar el sonido en determinados momentos para que entendamos su impotencia, como se gestiona todo el tema de los avisadores lumínicos que la mujer tiene en su casa o en el coche o todo lo relacionado con el tráfico, serían ejemplos significativos. Son recursos muy sencillos que funcionan y enriquecen la trama desde una perspectiva puramente narrativa. Se nota que esta es una película muy meditada en la que hay un evidente interés por desarrollar un discurso fílmico acorde a la intencionalidad de la trama


“Desde oriente nos están llegando unas gratas sorpresas que demuestran que, si no nos espabilamos, en poco tiempo nos van a pasar la mano por la cara. Eso si no lo han hecho ya” 


Muy poco les puedo hablar de su reparto principal ya que, con la excepción de Wi Ha-joon (que hacía del policía infiltrado en “El juego del calamar” (2021)), el resto son absolutos desconocidos para el gran público occidental. Es precisamente este quien encarna a un psicópata del que, si bien no conocemos sus motivaciones psicológicas -¿hace falta?-, muestra una inteligencia que le proporciona poso al personaje. Sin caer en una excesiva sobreactuación (entiéndase esa afirmación bajo los parámetros de la escuela interpretativa asiática) logra transmitir una sensación de inquietud y ciertos matices muy interesantes. Las actrices que hacen de sordomudas también resultan muy creíbles. Les tengo que confesar que he tenido que consultar si Gil Hae-Yeon la actriz más veterana que hace de madre era sordomuda en la vida real. 

La película tiene defectos. Hay momentos demasiado alargados (la secuencia en comisaría), otros que son de una previsibilidad sonrojante y que desnudan la figura de un director novel que quiere incluir a todos sus referentes (el manido homenaje a “El resplandor” (1980) que aparece en cientos de películas) y algunos en los que uno debe hacer ímprobos esfuerzos para que el pacto de ficcionalidad funcione (el desenlace final en la calle comercial). Todo ello, empero, no nublan los méritos de una película modesta que funciona como un tiro y que ha logrado mantenerme enganchado a la pantalla durante sus 103 minutos de duración. Últimamente me estoy llevando gratas sorpresas con productos provenientes de China (esa magistral “Limbo” (2021) que estaba entre lo mejor del pasado año), Corea, Indonesia o Japón. Desde oriente nos están llegando unas gratas sorpresas que demuestran que, si no nos espabilamos, en poco tiempo nos van a pasar la mano por la cara. Eso si no lo han hecho ya.

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