domingo, 6 de octubre de 2024

Crítica: Mads

EL RECTOR NOS HABLA SOBRE EL REGRESO A CASA DE DAVID MOREAU TRAS UNA LARGA TRAVESÍA POR EL DESIERTO


El francés David Moreau se presenta en sociedad (de la mano de Xavier Palud) en el año 2006 con “Ills”, perturbadora cinta de terror que por méritos propios pasó a formar parte de toda aquella ola de cine de horror galo que tanto asombró al género allá por los dosmiles. Pero tras tan prometedor debut, el director desaparece del mapa tras estrellarse con el indeseable remake de turno del también exitoso cine asiático. La horrible “The Eye” (2008), marca un antes y un después en la carrera del director, perdiéndose luego tanto fuera del género como en su regreso a él en 2017 con la insulsa “Seuls”. Ahora, siete años después, regresa con “Mads” (2024), una promesa de volver a las raíces. 


“el espectador tiene un peso específico en la construcción, pues dependiendo de la interpretación que este haga sobre aquello que cree estar viendo, la experiencia puede distar mucho de la que vivan otros”


En “Mads”, Moreau retoma su terror fetiche, el miedo a lo desconocido. De la misma forma que hiciera en “Ills” y “Seuls”, el horror en “Mads” acecha y tiene una naturaleza incierta. Es precisamente este, el punto más interesante de la cinta, la ambigüedad de la historia, con el consumo de una droga experimental como punto de partida y excusa perfecta para jugar al despiste y que nunca quede claro si lo que está sucediendo es real o si simplemente se trata de un mal viaje de los jóvenes que la consumen.

Por lo tanto, estamos ante una de esas obras donde el espectador tiene un peso específico en la construcción de la misma, pues dependiendo de la interpretación que este haga sobre aquello que cree estar viendo, la experiencia puede distar mucho de la que vivan otros. Es innegable que “Mads” consigue esto, que es un título que da que pensar una vez terminado el visionado y que resulta de lo más interesante intercambiar opiniones al respecto para terminar de despejar las incógnitas de la ecuación. Por otro lado, esto también representa un problema, pues en ningún momento el libreto también escrito por el director (como es habitual en él), ofrece revelaciones que puedan decantar la balanza hacia un lado u otro, no hay nada a descubrir que nos indique si hemos acertado o no en nuestra interpretación de la película, dejando en el aire la desconfortante sensación de que en lo que estamos viendo, vale todo y nada necesita una justificación


“A la pregunta sobre si Mads representa un regreso a los orígenes del director, la respuesta es sí, teniendo esta mucho más que ver con la esencia de Ills que con cualquier otra cosa que haya rodado después” 


Destaca también de “Mads” su formato: el plano secuencia. La película, rodada sin cortes y en un único día, expone a la cinta a los habituales pros y contras de un recurso que sin ser habitual, sí hemos visto con relativa asiduidad en el género en los últimos años. Y ciertamente, “Mads” consigue sacar bastante rédito de esta apuesta pues a diferencia de lo que ocurría por ejemplo en “Clímax” (2018) de Gaspar Noé, donde todo se tornaba extremadamente repetitivo, dejando la sensación de estar viendo todo el rato lo mismo, en la película de Moreau sí encontramos la variedad suficiente como para disfrutar de una experiencia variada y en esto tiene mucho que ver la acertada decisión de separar la acción entre distintos personajes, dando como resultado un todo que sin perder la homogeniedad, ofrece tres historias dentro de una, estando estas además, perfectamente interconectadas dentro del plano secuencia como si de entregar el testigo en una adrenalítica carrera de relevos se tratara. 


“apuesta por un formato arriesgado que si bien, se dejará por el camino a una parte del público, los que se suban a la ola disfrutarán de una experiencia fresca, entretenida y audiovisualmente muy atractiva” 


A la pregunta sobre si “Mads” representa un regreso a los orígenes del director, la respuesta es sí, teniendo esta mucho más que ver con la esencia de “Ills” que con cualquier otra cosa que haya rodado después. Por lo tanto, es fácil encuadrar a “Mads” dentro de ese cine de terror extremo que, de vez en cuando, asoma la patita en nuestros días. La nueva cinta de Moreau no tarda en enseñar su lado más visceral y su generosidad en sangre (mucha) y violencia, si bien es cierto que no es hasta su último tercio cuando se vuelve más salvaje en consonancia con el in crescendo de la historia. 

El reparto, o más bien algunas interpretaciones, en especial la de la debutante Laurie Pavy, es uno de los puntos por los que la cinta ha recibido algún que otro tirón de orejas (si bien es sabido que en un escenario como es el del festival de Sitges, se tiende siempre a exagerar aquello que se interpreta como negativo), aunque yo estoy muy lejos de compartir dicha opinión. Es cierto que en este sentido, la cinta tiende a la hipérbole, no solo Pavy (aunque sea la que más), todo el casting de jóvenes interpretes, pero es que en el contexto de la historia, de un viaje alucinógeno repleto de excesos visuales y con los efectos de una droga experimental de efectos desconocidos como eje vertebrador del relato, el histrionismo está perfectamente justificado y encaja como un guante dentro del concepto visual y sonoro de la película, segundo apartado este absolutamente brillante de la mano de Nathaniel Méchaly (quien haya musicado al completo la trilogía “Venganza”) y que en los pasajes más contenidos, haciéndose hueco entre la electrónica predominante, “homenajea” sin tapujos el inolvidable tema principal de “28 Días Después” (Danny Boyle, 2022). Es por tanto “Mads”, una interesante píldora de terror francés, un título que recoge mucho de la esencia de aquel cine y que apuesta por un formato arriesgado que si bien, se dejará por el camino a una parte del público, los que se suban a la ola disfrutarán de una experiencia fresca, entretenida y audiovisualmente muy atractiva

Lo mejor: La ambigüedad de la historia, el notable apartado sonoro, su capacidad por resultar siempre fresca y entretenida. 

Lo peor: La ambigüedad de la historia, algunas escenas se sienten algo estiradas resultado de la improvisación de los actores y que el gran hype con el que llegaba a Sitges haya podido jugar en su contra.


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