La comedia de terror no ha sido un subgénero en el que haya navegado con profundidad. De hecho, suelo tener bastantes reparos en torno a este. Cuando veo una película de terror aspiro a la tradicional sensación de, precisamente, sentir miedo, perturbarme o vivir la tensión previa al arquetípico jump scare. A veces uno puede reírse con los pelos de punta (“From Dusk Till Dawn”, 1996) o acabar incluso con el estómago revuelto (“Evil Dead”, 1981) Dos filmes cuyo eje central se sitúa en el humor negro. Ejercer este con maestría en un guion es un trabajo complejo, y su ausencia puede descafeinar la propuesta (como este caso) o puede llevar demasiado lejos la parodia, quedando en un irrisorio montículo de escenas sobreactuadas sin ton ni son. Esta fue la sensación que me quedaría con “Anna and the Apocalypse” (2017), una mezcla de musical navideño, zombis y película adolescente que no se equilibraba en ninguno de sus puntos, ahondando precisamente en la ausencia de terror.
“La película tiene una duración corta, lo cual siempre juega a favor de los argumentos ramplones, pero aquí los primeros quince minutos no aportan absolutamente nada”
Más allá de lo complejo que resulte ofrecer un diálogo contundente entre dos géneros tan dispares, “Satanic Panic” (2019) no se acerca mucho. La película podría resumirse en pocas palabras: una chica comienza un nuevo trabajo como repartidora de pizzas y al llegar a una gran mansión a entregar un pedido, la moto se le queda sin gasolina. Cuando entra para pedir una propina que le permita llenar el depósito descubre que dentro se está produciendo una reunión de miembros de un culto satánico que quieren invocar al Baphomet de turno. Casualidades: necesitan una chica virgen y la protagonista lo es. Intentarán capturarla y ella irá librándose mientras busca una manera de escapar.
La película tiene una duración corta, lo cual siempre juega a favor de los argumentos ramplones, pero aquí los primeros quince minutos no aportan absolutamente nada a la película, anunciando una falta de ideas que nos perseguirá a lo largo de todo el filme. No hay humor, no hay un contexto dramático o una presentación de los personajes. Si a eso le sumamos la infeliz casualidad que inicia todo el motor de la trama, está claro que por aquí no irán las bondades de esta. La construcción del nudo también tendrá una estructura basada en tres historias que se van dando a la vez: de un lado, una lucha de poder entre dos mujeres dentro del culto satánico por hacerse con el poder que no importa absolutamente a nadie y solo sirve para ganar minutos; de otro lado, la protagonista intentando escapar entre situaciones escabrosas y humor del malo y, por último, una carga dramática en torno a la chica que le ayuda a escapar, hija de la líder del culto que quiere salir de toda esa dinámica satánica. Sí, la película se da el gusto incluso de aportar cierto enfoque dramático que se desdibuja más si es posible conforme pasan los minutos y llegan los momentos más serios que sacan del ambiente. No hay ningún interés o empatía en esas escenas.
“La película ofrece igualmente ciertas escenas con un trasfondo discursivo político, pero hay una falta de entendimiento entre lo que la directora pretende transmitir y lo que vemos como público”
Quedando al final el humor relegado entre partes dramáticas y otras que pretenden dar algo de miedo, este solo llega con situaciones ridículas que no pasan de eso: ridículas (cierta escena del disparo tan boba y absurda que no resulta ni graciosa) y algún talento mal aprovechado para otra cosa que no sea dar vergüenza ajena. Si a esto le sumamos que el final pierde todo el sentido, con una falta de un punto álgido donde se podrían haber hecho muchas más cosas y no transmitir esa falta de imaginación en un cierre abrupto que enmudece el ambiente de toda la película.
“la directora adolece cierto manejo de los tiempos narrativos y demasiadas ideas bullendo que dispersan la historia entre clichés demasiado obvios, chistes sin gracia y momentos anodinos sin emoción alguna”
La película ofrece igualmente ciertas escenas con un trasfondo discursivo político, pero hay una falta de entendimiento entre lo que la directora pretende transmitir y lo que vemos como público (lucha de clases, diferencia entre ricos y pobres, etc.) Durante algunos momentos podría llevarnos a “Get Out!” (2017), y aunque las comparaciones son odiosas, sus trasfondos son bastante parejos. Por citar algunos puntos positivos, porque los tiene, la película gana más cuando más sangrienta se pone. Además, la banda sonora es adecuada y está bien inmersa en el desarrollo de los escasos momentos de tensión.
Aunque no sea el debut de Chelsea Stardust Peters (ya ha realizado capítulos para la serie antológica de Blumhouse, “Into the Dark”), la directora adolece cierto manejo de los tiempos narrativos y demasiadas ideas bullendo que dispersan la historia entre clichés demasiado obvios, chistes sin gracia y momentos anodinos sin emoción alguna. Las interpretaciones tampoco acompañan, sobreactuadas en su tendencia como comedia, pero sin aportar nada especial. En la línea de la película, nada parece aportar nada, quedando como una cinta olvidable e innecesaria.
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