NELLIE VANCE NOS HABLA SOBRE EL DEBUT DE LARGO DE XIA MAGNUS, DE NUEVO, CON LOS HORRORES DE LA VEJEZ COMO TELÓN DE FONDO
A menudo me pregunto qué será de mí cuando envejezca. Por algún motivo que desconozco, a menudo me encuentro preguntándome cómo será esa etapa de mi vida: quién estará conmigo, si recordaré los libros y las películas que me han acompañado, qué sentimientos me asaltarán al recordar mi juventud. La vejez y el deterioro derivado de la misma me despiertan una mezcla entre curiosidad e inquietud, así que no es casual que la ancianidad funcione tan bien conmigo cuando hablamos de cine de terror.
“Los primeros minutos de la película, de hecho, me resultaron increíblemente atractivos y creo que Xia Magnus toma una serie de decisiones narrativas que, en mi opinión, son un gran acierto”
La ambigüedad que permite explorar el desgaste propio de la vejez y sus posibles enfermedades derivadas, como la demencia, generan en mí un estado de intranquilidad y desasosiego que aprecio enormemente como espectadora. Pienso en las imágenes de “The Taking of Deborah Logan” (Adam Robitel, 2014) o “La visita” (Night Shyamalan, 2015) que, a día de hoy, todavía siguen conmigo. Quizá por eso, enfrenté el visionado de “Sanzaru” (2020) con unas expectativas que se acabaron cumpliendo muy parcialmente.
La película nos cuenta la historia de Evelyn, una enfermera que se establece como interna para cuidar de Dena, una anciana que está empezando a sufrir demencia. El progresivo deterioro de Dena empieza a materializarse en alucinaciones que hacen que Evelyn empiece a dudar de sí misma y su cordura, mientras sospecha que la familia esconde algunos secretos sobre su pasado. Como digo, teniendo en cuenta la sinopsis, mis expectativas eran elevadas. Los primeros minutos de la película, de hecho, me resultaron increíblemente atractivos y creo que Xia Magnus toma una serie de decisiones narrativas que, en mi opinión, son un gran acierto.
“Magnus sube los decibelios a medida que avanza el metraje y las escenas se vuelven cada vez más inquietantes, de tal manera que llegó a recordarme a los primeros minutos de mi adorada The Dark and the Wicked”
Un entorno rural aislado, un racismo muy sutil (Evelyn es filipina) que sobrevuela no solo la relación entre la paciente y la cuidadora, sino que se percibe en toda la comunidad, y una creciente tensión que se intuye sobrenatural. A esto hay que sumarle los momentos en los que se nos deja ver el desgaste de Dena, escenas en las que el director huye tanto de lo mórbido como de lo melodramático y opta por mostrarnos una cotidianidad en la que la decadencia lo ha engullido todo, casi como si la enfermedad pudiese olerse en la casa. Evidentemente, Magnus sube los decibelios a medida que avanza el metraje y las escenas se vuelven cada vez más inquietantes, de tal manera que llegó a recordarme a los primeros minutos de mi adorada “The Dark and the Wicked” (Bryan Bertino, 2020).
“Sanzaru debe entenderse como lo que es: una película debut, una carta de presentación irregular e imperfecta, pero desde luego curiosa de ver”
Técnicamente, la película sobresale en la fotografía y en el diseño de producción, lo cual es vital si tenemos en cuenta que la película se desarrolla casi por completo en una sola localización, de tal manera que la casa se convierte en un personaje más. Las actuaciones son el otro elemento más notable, especialmente la de Jayne Taini en el papel de Dena Regan.
Sin embargo, cuando parece que todas las cartas están sobre la mesa, Magnus decide profundizar en una subtrama familiar (que no desvelaremos aquí) que sorprende, sin duda, por el volantazo narrativo que supone. De repente, el que parecía el eje central de la película queda desplazado en favor de otra línea narrativa bastante más tradicional por su componente melodramático. En mi opinión es una decisión arriesgada que sin duda puede distanciar de la película a los que esperábamos un clímax más visceral, como si toda la construcción de la atmósfera de la primera media hora perteneciera a una película distinta. Al finalizar el visionado no podía parar de pensar que quizás quince minutos más de metraje que fuese en la línea de la primera media hora podía haber dado un poco más de equilibrio al resultado final.
En resumen, “Sanzaru” debe entenderse como lo que es: una película debut, una carta de presentación irregular e imperfecta, pero desde luego curiosa de ver.
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