Crítica: El Vínculo

ASTINUS NOS HABLA SOBRE UN INFRUCTUOSO NUEVO INTENTO DEL CINE ITALIANO DE ASOMAR LA PATITA EN EL GÉNERO

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El cine de género italiano sigue viviendo de un legado inalterable. Los setenta y ochenta fueron un auténtico rebosar de filmes de culto atemporales, una generación de directores únicos (Fulci, Bava y Argento como el triunvirato) y hasta un subgénero propio que marcó toda una interrelación entre la belleza visual y el protoslasher: el giallo era en sí mismo un ejercicio de estilo, una forma de entender el terror que iba desde el sexplotation hasta el terror psicológico. En la práctica, era menos qué filmar y más cómo filmarlo. Aquello fue una génesis maravillosa, una convención legendaria que no ha vuelto a repetirse en Italia, y son pocos los países con una generación de cineastas tan potente y localizada como entonces (quizás habría que esperar en el mundo europeo al Cine Extremo francés). 

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“Si la estética y la innovación estuviesen presentes en algún elemento del diagrama del filme, merecería la pena el riesgo. El Vínculo no ofrece siquiera eso” 

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Este tipo de olas creativas tienen siempre, como su nombre indica, un retroceso posterior. Pasa en todas las disciplinas artísticas, y evidencian una nula capacidad de superar aquello que funciona. Cada vez se copiaban más los argumentos y se degradaban los productos, y cada vez aburría más y el público iba buscando otras cosas. Es difícil sobreponerse a una tendencia, incluso cuando esta ya surfea el límite de su capacidad. Eso le pasó al giallo con la venida del nuevo siglo. Eso le sigue pasando al cine de género italiano actual, con poco interés en reiterar fórmulas que no aparecen adaptadas a los nuevos tiempos. “El Vínculo” (2020) es el enésimo filme deslocalizado que podría tener su origen en cualquier país si nos atenemos a sus elementos formales, exceptuando el contexto geográfico (una maravillosa mansión en la Toscana). 

Si hay una plataforma que apuesta por reinvenciones de lo mismo con el menor presupuesto posible, esa es Netflix. Entre su catálogo encontramos producciones de argumento sencillo, reiteradas en estilo y escasas en atractivo. Pero añaden sustancia y abundancia a sus elecciones originales, promoviendo así esa tendencia a apostar por numerosas opciones donde si una sale bien, el resto merecerá la pena. Los resultados son muy interesantes. Pueden salir cosas como “Soy la bonita criatura que vive en esta casa” (Oz Perkins, 2016), extraña y fascinante a partes iguales, o “El Vínculo”, donde el poco interés que ofrece el filme reside en una relación entre personajes escasamente aprovechada. Opciones de más o menos impacto que persisten en una inversión mínima esperando que los resultados sean lo mejor posible. 

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“las interpretaciones no es que jueguen a su favor: mecánicas, a medio gas y sin mucha credibilidad” 

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Si la estética y la innovación estuviesen presentes en algún elemento del diagrama del filme, merecería la pena el riesgo. “El Vínculo” no ofrece siquiera eso. La ópera prima de Domenico de Feudis nos sitúa en la arquetípica historia de familia feliz que va a casa del padre en este caso a pasar unos días. Allí todo parece enrarecido, turbio, y esa sensación aumenta cuando la niña es picada por una araña y parece sufrir una maldición que la va debilitando conforme se conoce el pasado de los protagonistas y del lugar. Rituales de males de ojo y una mujer henchida de venganza son los ingredientes esenciales para presentar la enésima historia de venganza del espíritu de turno. 

Hay poco que salvar en el filme, sobre todo si tenemos en cuenta que es una amalgama de tópicos ejecutados con poca gracia. Encima, hay situaciones que nunca terminan de responderse (¿árboles caídos? ¿mancha en la pared?), lo cual aumenta la sensación de estar ante un batiburrillo de ideas marroneras que, de una u otra manera, pretenden emular lo ya existente sin mucha gracia. Destacando un aspecto concreto, hay que decir que esos ojos nublados de la chica cuando está debilitándose hasta la muerte o de la propia antagonista llevan irremediablemente a pensar en “El Más Allá” (1981, Lucio Fulci), con primeros planos sugerentes que tienen eco en esta película. Un buen detalle que acompaña con algunos detalles escabrosos de heridas abiertas, infecciones y sangre que tan buen ver nos dieron en esa época dorada del cine italiano. 

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“Una nueva oportunidad truncada por el intento de asemejarse a lo de siempre en un entorno facilón donde repetir lo que ya funciona parece ser el único camino” 

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Son pocas las cosas que puedan salvarse. Algunos sustos bien hilvanados son los tímidos intentos de estar a la altura, pero es que la película va en contra de ella misma con el aburrimiento y tedio de su primera mitad, la cantidad de situaciones inexplicables que no conducen a ningún punto (el tema del ritual es tan confuso que no aporta nada) y las interpretaciones no es que jueguen a su favor: mecánicas, a medio gas y sin mucha credibilidad. Todo un repertorio más propio del telefilme que de una película que se toma en serio a sí misma. 

El final es igualmente decepcionante: empieza bien, con algunas secuencias interesantes, que transmiten mal rollo y algún giro medio aceptable, pero todo acaba con la enésima salvación sin argumento claro alguna donde todos los que parecen muertos no lo están. Si alguien se animó a verlo entenderá la sensación de estafa, porque no se puede decir de otra manera. Una nueva oportunidad truncada por el intento de asemejarse a lo de siempre en un entorno facilón donde repetir lo que ya funciona parece ser el único camino. No se puede recomendar siquiera para una tarde cualquiera: hay demasiadas cosillas en el catálogo de la plataforma que funcionan mucho menor. Y si alguien espera un "Marianne" de noventa minutos va bastante descaminado, incluso con ese halo de costumbrismo tan poco explotado que podría haber dado mucho más de sí. Lástima de oportunidad perdida.