MISTER MOLOKO NOS HABLA SOBRE LA SEGUNDA ENTREGA DEL SOLO EN CASA PARA ADULTOS PROTAGONIZADO POR LA INOCENTE LULU WILSON
Lo poco bueno que tuvo el confinamiento de 2020 es que algunos, como un servidor, tuvimos muchísimo tiempo para poder ver cine en casa. Esas tardes ociosas en las que uno no podía salir y se moría, metafóricamente, de asco, nos sirvieron para revisitar, descubrir y conocer infinidad de títulos que, de otra manera, nunca hubiéramos podido abarcar. Fueron tiempos duros que pudimos pasar, en parte, gracias a esas películas que nos acompañaron y nos hicieron más llevadera una situación complicada. Y sí, aunque parece que fuera hace un siglo, sólo han pasado tres años desde todo aquello.
En una de esas tardes de cine y sofá, cuando ya habían pasado los momentos más duros de la pandemia, pude ver una película que me sorprendió gratamente. Su título era “Becky” (2020) y su premisa consistía en hacer una relectura de “Solo en casa” (1990), cambiando a los “entrañables cacos” por unos cabezas rapadas de extrema derecha y los inocentes golpes y porrazos de la película protagonizada por Macaulay Culkin por sangre y gore en abundancia. Debo reconocer que nunca fui muy amante del pequeño clásico de Chris Columbus. En primer lugar, porqué ya me pillo muy mayor y nunca conecté con su tono naif; en segundo lugar, porqué siempre he pensado que el bueno de John Hughes, en su calidad de productor y guionista, se limitó a hacer una copia edulcorada de una pequeña joya francesa titulada “Game Over (se acabó el juego)” (1989) que se había estrenado un año antes. Desgraciadamente, por esas injusticias que se dan a veces, la cinta gala ha pasado a la historia como una explotación del film de Columbus cuando, fechas de estreno mediante, es anterior a la misma.
“el resultado final, aunque para nada brillante, si ha devenido en una película disfrutable que pasa como un suspiro. Aquí lo mejor es dejar la mente en blanco y dejarse llevar”
Lo que me sorprendió de “Becky” fue su frescura, desparpajo y lo entretenida que resultaba para las pocas pretensiones que tenía. Además, era sorprendente ver como el actor Kevin James, que habitualmente protagoniza comedias de esas que yo defino como de “encefalograma plano”, encarnaba con mucha credibilidad a un neonazi que daba muy mal rollo. Gran parte del valor de la película estaba relacionado con la aportación de un actor que, imagino harto de hacer el ganso, quiso demostrar que poseía más registros interpretativos y supo aportar lo mejor de sí mismo.
Sin duda, no debí ser el único al que la película sorprendió ya que, para mi sorpresa, tres años después nos llega una secuela bajo el título de “La ira de Becky” (2023). En esta ocasión la buena de Becky vaga por la América profunda junto a su perro, sin rumbo fijo y trabajando en los más variopintos oficios. Aunque la muchacha se ha convertido en una máquina de matar, parece que ha encontrado la paz en una pequeña ciudad viviendo junto a una anciana a la que no le importa mucho su pasado. Todo cambiará cuando unos gañanes de extrema derecha lleguen al lugar dispuestos a cometer un atentado.
Para la dirección, de nuevo, se ha recurrido a una pareja de directores. Si en la primera parte los responsables fueron Jonathan Millott y Cary Murnion, en esta ocasión los agraciados son Matt Angel y Suzanne Coote. En el caso de estos dos últimos, si hacemos caso de sus créditos previos (dos bodrios titulados “Puertas abiertas” (2018) e “Hipnótico” (2021)), la cosa no pintaba muy halagüeña. A este respecto debemos reconocer desde ya que el resultado final, aunque para nada brillante, si ha devenido en una película disfrutable que pasa como un suspiro. Aquí lo mejor es dejar la mente en blanco y dejarse llevar. Al que sea capaz de hacer eso, le garantizo hora y media de entretenimiento sin pretensiones. La fórmula es sencilla: nos tiramos a la piscina y, en pro del espectáculo y pasando olímpicamente de la coherencia, hacemos que el personaje principal se convierta en una especie de “Rambo” adolescente y desquiciada; cambiamos los cabezas rapadas de la primera parte por unos conspiranoicos seguidores de QAnon (los skins están muy demodé); y por último, sustituimos a Kevin James por otro cómico como Seann William Scott (el Stifler de “American Pie” (1999)) que, para mi sorpresa, resulta de lo mejor de la película. Y para acabar de aderezar la fórmula le añadimos más chistes y una trama que, de puro demencial, resulta hasta entrañable. Y ya tenemos la película lista.
“un entretenimiento, una película hecha para pasar un buen rato y, por ello, es absurdo ponernos exquisitos”
Me perdonaran el tono del análisis, pero tomarse muy en serio un producto como este es un ejercicio tan vacuo como innecesario. La película tiene muy claras sus pretensiones y, en este sentido, no engaña a nadie. Es un puro entretenimiento en el que los malos son muy malos y muy tontos, la definición psicológica de los personajes esta trazada con brocha gorda y todas las situaciones están encaminadas y planteadas para que la protagonista acabe resolviéndolas de la manera más bruta y sangrienta posible. En el fondo eso es lo que buscan los espectadores que han pagado sus entrada (o su cuota a la plataforma de turno) y sus responsables, que lo saben, no les van a decepcionar. Parafraseando la mítica película de “South park” (1999), aquí todo es “bigger, longer & uncut”. O como diría un castizo: no querías caldo, pues toma dos tazas.
Y, que quieren que les diga, a mí eso no me parece tan mal. En el fondo estamos hablando de un cine de entretenimiento que, y eso hay que reconocerlo, es como mínimo honesto. A diferencia de esa mamarrachada llamada “Winnie the Pooh: miel y sangre” (2023) en la que el caradura del director se tomaba la historia completamente en serio, aquí todo el mundo, empezando por los guionistas, siguiendo por los actores, continuando con el director y finalizando con el público, tiene muy claro que este es un producto autoconsciente (infinitamente más que su predecesora) y que no pueden pedir peras al olmo. Y si la evolución del personaje no es lógica y la historia tiene agujeros tamaño XL, en el fondo que más da. Aquí el objetivo es otro.
“He leído por ahí opiniones en los que se le critica a la película que sea una mera explotación de la primera parte. Y no les voy a negar que estas voces probablemente tengan razón. Pero, francamente, eso es lo de menos”
Y es que con esto del criterio de intencionalidad debemos andarnos con pies de plomo. Dejando de lado filias y fobias, que son absolutamente respetables, lo cierto es que al final cada espectador es soberano y tiene el bendito discernimiento de conectar o no con estas historias. ¿Qué es muy previsible? Pues si ¿Qué los chistes son bastos (con B)? Pues que quieren que les diga, algunos gags, como uno respecto al nombre del hijo de un ultra, me parecieron graciosos. “La ira de Becky” es un entretenimiento, una película hecha para pasar un buen rato y, por ello, es absurdo ponernos exquisitos.
Será que me estoy haciendo mayor y que con los años me vuelvo más zen, pero cada vez valoro más productos de este tipo que, sin ninguna pretensión autoral (ni falta que hace) son capaces de hacerme pasar un buen rato delante de la pantalla. Y eso sin evocar a la nostalgia y sin caer en falsas trascendencias. Por poner un símil futbolístico: cortita y al pie. He leído por ahí opiniones en los que se le critica a la película que sea una mera explotación de la primera parte. Y no les voy a negar que estas voces probablemente tengan razón. Pero, francamente, eso es lo de menos. “La ira de Becky” es una película resultona, entretenidísima, con momentos graciosos, abundante gore y unas interpretaciones bastante dignas. A mi se me ha pasado como un suspiro y, visto el final, espero con cierta curiosidad esa tercera parte que se intuye. Solo una sugerencia, puestos a rescatar a cómicos random yo optaría por un darle un papel de super Nazi a Rob Schneider o en su defecto al insulso de David Schwimmer. Si lo hacen, les aseguro que voy a verla el mismo día del estreno a primera sesión.
1 comentarios:
Entretenida película de venganza. De una mujer heroína cava zanjas sin objetos punzantes en su lecho... Que la memoria de la prota falla, pero los cepos no los pisa ni corriendo a toda prisa... El bosque es su escenario, y el arco lo domina como un sagitario.
El perro es muy bonito y la debilidad de la prota... Más o menos coincido con la nota...
Saludos.
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