ALONZO SIN BRAZOS NOS HABLA SOBRE OTRO TÍTULO A TENER MUY EN CUENTA DE UN FANTÁSTICO ARGENTINO QUE VIVE UN MOMENTO DULCE
El terror argentino está pasando por un periodo de auge apoyado por el entusiasmo del público y, sobre todo, por obras de calidad que justifican la emoción y proponen una novedosa mirada que soluciona una cuestión que cruza al país en su totalidad y desde siempre: la búsqueda de identidad. Aplicando el facilismo podemos establecer un escueto período clásico con la presencia rutilante de Narciso Ibáñez Menta y un resurgimiento a mediados de los noventa/principios del 2000, primero con el estreno de “Plaga Zombie” (Pablo Parés, Hernán Sáez, 1997) y luego con el nacimiento del festival ‘’Buenos Aires rojo sangre’’. La primera película de muertos vivos local significó el comienzo de un ciclo que suplantaba la falta de recursos con talento; la entrada para que jóvenes realizadores, fanáticos del género, tuvieran alguna posibilidad en un panorama, casi inexistente y la muestra de que el fantástico podía tener su lugar dentro del ‘’Nuevo cine argentino’’.
“aunque no es perfecta, abre una puerta que hasta el momento permanecía cerrada o, por lo menos, apenas explorada: el drama íntimo en épocas apocalípticas”
Ahora bien, como decíamos antes, ese impulso inicial carecía de definición, es decir, en mayor o menor medida, eran réplicas de lo hecho por Hooper, Raimi o Peter Jackson. Es cierto que cuando nos referimos a la ópera prima de Parés/Sáez, hablamos de un grupo de adolescentes que con métodos amateurs están escribiendo sus primeros palotes en el seno de la crónica terrorífica sin saber que la estaban modificando. Los chicos crecen y cerca de treinta años después hallamos una nueva perspectiva que se hace de la influencia, la procesa, añade elementos autóctonos y encuentra una voz propia. Entonces, a los ejemplos destacados, sumamos a Demian Rugna (“Aterrados”-2017, “Cuando acecha la maldad”-2023), Natalia Meta (“El profugo”-2020), Alejandro Fadel (“Muere, monstruo, muere”-2018) y Jimena Monteoliva (“Matar al dragón”-2019, “Bienvenidos al infierno”-2021) entre, por suerte, unos cuantos.
Agreguemos al listado anterior a Matías Rispau y su “Me encontrarás en lo profundo del abismo” (2022) que, aunque no es perfecta, abre una puerta que hasta el momento permanecía cerrada o, por lo menos, apenas explorada: el drama íntimo en épocas apocalípticas. Es interesante recalcar que el germen surge en 2020, pleno confinamiento. El cambio fue tan rotundo que nos olvidamos de la apariencia previa, con todo, es fácil distinguir las modificaciones a la hora de crear y percibir películas de esta índole. El ‘’fin del mundo’’ dejó de ser una hipótesis y plantó una certeza en el lugar que otrora ocupaba la sospecha: el humano es un bicho dañino, bastante más peligroso que cualquier catástrofe. El miedo descubre nuestra peor cara. Alrededor de ese eje gira esta historia.
“es consciente de sus limitaciones y las transforma en fortalezas, el fuera de campo y los persistentes planos cerrados disimulan la escasez presupuestal y a la par afianzan la noción de amenaza y claustrofobia”
El horror llegó del espacio. Bannon (Martín Rispau) es un sobreviviente capaz de todo con tal de mantener su condición. La lluvia es constante y el agua potable un bien escaso. Las normas básicas, como es de esperar, son parte de un pasado del que se nos revela poco y nada mediante antiguos mensajes de WhatsApp.
“Me encontrarás en lo profundo del abismo” es consciente de sus limitaciones y las transforma en fortalezas, el fuera de campo y los persistentes planos cerrados disimulan la escasez presupuestal y a la par afianzan la noción de amenaza y claustrofobia. La información propiciada en cuentagotas intenta sumar misterio, determinadas piezas del enigma deben quedar en blanco para que resolvamos el vínculo entre vulnerabilidad y culpa. La ausencia de pistas puede ser una herramienta eficiente si se la aplica con oficio, de otro modo, se vuelve un hueco engorroso que, si bien no arruina el resultado final, desde luego lo desdibuja. Sin embargo, llegado el epílogo comprendemos cual fue la intención del director, de vuelta, Bannon no tiene límites si su vida está en juego y ‘’Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti’’.
“la sensación última se desprende de lo coyuntural y nos permite imaginarla como el ingreso a un terreno prácticamente virgen”
Entretanto, el elenco aprovecha a viejos conocidos en los papeles secundarios. Chucho Fernández, Demián Salomón y Germán Baudino se destacan (como siempre) e incluso, piden más participación. Quizás el eslabón endeble de la cadena interpretativa sea su protagonista, no obstante, a su favor, habría que sopesar el libreto y varias líneas que rozan lo artificial (‘’no soy el típico boy scout’’). Ya mencionamos como la incidencia de films relevantes marca la zona, por ende, ubicamos al fantasma de Ridley Scott sobrevolando la producción, a H.P. Lovecraft o H.G. Wells en la concepción de las criaturas gigantes que asolan ¿Buenos Aires? Y, por supuesto, a “El Eternauta”, la obra maestra del gran Héctor Germán Oesterheld, parada esencial si aludimos a la ciencia ficción vernácula.
Todavía cabe señalar al impecable apartado técnico, máxime si tenemos en cuenta la magra financiación. Los efectos especiales son impresionantes para una película independiente, en especial, si consideramos que los responsables son solo tres personas: Sandra Cavalli, Rodrigo Lapetini y Simon Ratziel coordinando, los resultados son aún más significativos si los comparamos con los grandes equipos habituales en cintas de este tipo. La fotografía es ideal y tanto el diseño sonoro, como la banda de Pablo Fuu sumamente eficaces.
En resumen, valorar a “Me encontrarás en lo profundo del abismo” es complicado si contemplamos sus múltiples y divergentes aristas. En principio el trabajo de estructura, sonido, musicalización y efectos es sorprendente e innovador. Las interpretaciones, en general, están a la altura. Tal vez el punto débil sean ciertas lagunas argumentales que afectan el ritmo global y el entramado del personaje principal. Pero al margen de todo esto, la sensación última se desprende de lo coyuntural y nos permite imaginarla como el ingreso a un terreno prácticamente virgen, otra prueba de que el ingenio supera el déficit monetario y un futuro puntal para afirmar la mejor etapa del cine fantástico argentino. El tiempo dirá.
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