sábado, 8 de agosto de 2020

Crítica: La Llave del Mal

MAIK LINGOTAZO NOS HABLA SOBRE ESTE TERROR SUREÑO CON UNO DE ESOS FINALES QUE PERDURAN EN LA MEMORIA


Estamos sin duda ante la que es, para mí, una referencia absolutamente infravalorada, de las que más, cuando no directamente vapuleada por la crítica. O al menos por gran parte de ella. De la entendida, se entiende. Perdón, empiezo mal. Porque, bueno, a decir verdad no 'estamos'. Ya me disculparéis este expeditivo plural de modestia, qué forma tan burda de pretender empatizar así sin haber atacado siquiera los más elementales preliminares, ¿no? En fin, a ver si ahora, con lo que sigue...


“A la cabeza, una Kate Hudson que abandona sus anteriores comedias del todo inocuas para realizar una incursión esta vez en un desempeño algo más exigente”


Estoy, sin duda, ante lo que para mí supone un caso flagrante de ninguneo de corrillo con trazas de pasteleo especializado. ¿Así mejor? Convendréis conmigo que sí, o eso espero. No, mierda... ¡otra vez! LA LLAVE DEL MAL (2005), o “The Skeleton Key” por su título original, la vi en su momento hace ya unos cuantos añazos e, incluso habiéndola vuelto a ver en alguna que otra ocasión, hoy por hoy la conservo con un gratísimo recuerdo. Vamos, que le tengo cariño, vaya eso por delante. Sin ir más lejos le eché otro visionado hará cosa de un mes, y he de decir que volvió a embargarme, como la primera vez, un estado de flipadura sideral en cuanto me las tuve que ver de nuevo ante su desenlace. Vaya jartada, nunca ha decaído. Repito, es apoteósico. Reitero, por si no ha quedado claro: ¡¡¡PERO QUÉ BIEN ENVEJECE!!! Vamos, que... eso, que le tengo cariño. Es así.

No sé, pienso que hasta el mismísimo Stephen King firmaría -y con los ojos cerrados- añadir esta película a la lista de numerosas adaptaciones que para el celuloide se han hecho de sus novelas. Fijo que no le haría ascos a parir un relato de esta guisa, me lo veo disfrutando como un niño dándole forma a este caramelo del misterio. Seguramente, de haber contado con semejante hipotético reclamo, otro gallo le hubiera cantado a este largometraje. O no, quién sabe. Pero ya que estamos, quizá hubiera ayudado también no ponerle un título en castellano tan lamentable. “La llave del mal”, ¿en serio?, ¿y He-Man y Skeletor cuándo entran? Joder, yo creo que algo como “Abre” hubiera quedado mejor. Simple pero directo a la par que sonoro. Interpela. No me puedo estar de sugerir otra que se me ocurrió, y aunque entendería que el chascarrillo distrajera de la esencia del género que se nos pretende vender, a mí me gustó sobremanera, así que ahí va: “Sal, échame”. Toma ya. Ahora que caigo, y al hilo de mi sugerencia, de hecho esta película la he visto en bastantes reseñas asociada con “Déjame salir” (2017). ¿Casualidad?, ¿coincidencia?, ¿cosas del apellido de su director, cuyas credenciales radicaban en el éxito atronador de su pretérito tándem cómico capitaneando cierto exitoso programa de sketches llamado Key &  Peel? No me extenderé en ello. Juzguen ustedes mismos, yo simplemente me hago eco de lo vertido en la red.

Convendría que os revele que, sin rechazarlas de plano, tampoco soy especialmente amigo de las películas acerca de casas encantadas, y por bien que esta pudiera encasillarse en ese subgénero con su cohorte identificativa de clichés al uso tales como movimientos chuscos de cámara, pasajes espasmódicos para recalcarnos la nebulosa frontera que separa lo real de lo onírico, algo de intrusismo espectral, el obligado lance de marras por el que algún personaje decide no reventar el tinglado antes de tiempo y se permite la típica reacción en la que opta por no rematar una jugada aparentemente ganadora... Sí, a ver qué más. ¡Cierto!, luego también tenemos que si alguna que otra imagen de ultratumba más o menos lograda, que si conjuros varios que ni Arguiñano... y, en fin, ya lo siento pero, cómo no, pues sí: los cansinos sustos facilones. ¡¡¡Aaaarrrrggghhh!!! ¡¡¡Mieeeeerrrrrrda!!! Porque haberlos, haylos... para qué engañarse. Solo por eso sería comprensible preferir condenarse a las gracietas de nuestro mediático chef doméstico, antes que exponer nuestros sufridos tímpanos ante la enésima subida de volumen estúpida e inclemente. Solo por eso, está claro, faltarían manos para ponerse a cavar la tumba en la que enterrar profundamente y con deshonores a la obra del delito. Peeeeeeero...

Joder, como vendedor no tengo parangón, eh. Menos mal que he empezado diciendo que el filme me congratula un muchazo. Tranquis, que miro de encauzarlo. En fin, que como decía... peeeeeeero, pese a todo lo mencionado, pues mira tú por dónde va y resulta que aquí un servidor considera que, oye, que nada más lejos de la realidad, y nunca mejor dicho. Pues LA LLAVE DEL MAL, contrariamente a lo que pudiera pensarse, transita por otros senderos, y va más precisamente de eso, de cómo nosotros afrontamos ciertos miedos pero, sobre todo, ciertas creencias y ciertas supersticiones, y lo hace sustentándose sobre una premisa harto atractiva: el poder que tendrán sobre ti será tan solo el que tú les dejes, esto es, el que se les concede inevitablemente en cuanto empiezas a creértelas. ¡Maravilloso! Vamos, lo que vendría a ser un guiño directo a quien se jacta de no plegarse ante supercherías pero que, porsiaca, evita pasar por debajo de una escalera, o te lo ves sudando la gota gorda cuando advierte sobre la mesa unas tijeras abiertas.

Oye, que me despisto. A ver... Pues eso, que para empezar cabría destacar que esta producción cuenta con la baza de un sólido reparto. A la cabeza, una Kate Hudson (“200 cigarrillos”, “Casi famosos”) que abandona sus anteriores comedias del todo inocuas para realizar una incursión esta vez en un desempeño algo más exigente, encarnando a la protagónica Caroline. A su lado tiene a sendos titanes de la interpretación como son Gena Rowlands (“Noche de estreno”, “Otra mujer”, “Love Streams”) en el papel de la altiva anciana Violet, y John Hurt (“Yo, Claudio”, “El expreso de medianoche”, “El hombre elefante”, “Alien, el octavo pasajero”) en el del abuelo Ben, quien nos ofrece una actuación absolutamente encomiable y nos estremece a pesar de su exiguo guion dialógico. Completa el elenco Peter Sarsgaard (“La huérfana”, “Experimenter”) como testaferro de la familia Devereaux.


“el director Iain Softley sabe salpimentar con buenas dosis de intriga sobre todo, y más gotas de tensión que de terror”


Como se suele decir, pero en este caso es verdad de la buena, os recomiendo saber lo menos posible si tenéis pensado atacarla. Nada de tráilers, y fuera leer críticas de toda índole. Excepto esta, claro está. Pero que nadie tema, no seré yo quien destripe las interioridades que esconde el imponente casoplón cuyas puertas nos abre LA LLAVE DEL MAL. Así que si por lo que sea, os halláis frente a estas palabras, podéis seguir leyendo si tenéis a bien y gustáis, que tan solo me limitaré a aportar alguna que otra pincelada, sin describir apenas nudos de guion.

En estas cerca de dos horas de metraje, aparte de tenernos frente a un paulatino suspense que va ordenando las piezas de manera orgánica hasta componer el creativo cuadro final, la cosa va -y si nos atenemos a lecturas no tan epidérmicas- de sentimientos enquistados, y de decisiones muy humanas, también de traumas y cicatrices. Va de abandono, de culpas, de deudas a cadena perpetua. Va de relaciones, de las honestas y de las que no lo son tanto. Nos habla de aquellas en las que se da y se recibe sin estipularlo en un contrato, que no son parasitarias sino recíprocas, donde el intercambio es real, y la entrega constituye una indomable pulsión natural si las circunstancias exigen de algún sacrificio. Va de restañar heridas, de la necesidad de redimirse. Va del paso del tiempo, de la juventud y la carne, del apego a las tradiciones, de las raíces, del hogar. De los sitios a los que siempre se puede volver porque, como bien decía atronadoramente Nino Bravo, “esa será mi casa”. Y si no, siempre puedes acabar colando cual interferencia el grito coral de “un desalojo, otra okupación”, que como corolario moderno al relato de esta historia también le viene que ni pintado. O mejor dicho, como anillo al dedo.

De hecho, y al igual que ocurre con la correosa y nada displicente realidad, en este caso la ficción se va a encargar de demostrarnos que la osadía de la rubia traerá consigo ciertas consecuencias. No muy agradables, a priori. Vamos, que los peligros de comerse un marrón morrocotudo acompañarán en todo momento a la Hudson en esta su particular singladura, alejada del río tocayo de esa New Jersey que la vio nacer, de ese Garden State que abandonó para meterse en otro jardín bien distinto. No cabe duda de que habrá de empeñarse con todos los sentidos si pretende salir airosa de la travesía. Palabra. Nuestra heroína, descreída y algo temeraria, cuya curiosidad felina impregna cada escena en un primer tercio donde se nos es elegantemente presentada, tendrá que lidiar con temple ante los embates que encontrará a su paso, poniendo a prueba el difícil equilibrio sobre el que se asientan su carácter abierto de mente, sí, pero también su escepticismo.

Por acabar con este somero repaso intestino tan sólo quiero acordarme, al hilo de cierta escena, de “The Human Centipede” (2009), más que nada por su momento reptiliano con un Dieter Laser desencajado a medida que se encaramaba de escalón en escalón. ¡Ah, sí! Imperdonable, casi se me olvida. También dispensar mi más sentida enhorabuena a John Hurt por su portentoso trabajo de mímesis, expresando con miradas y algún esporádico contoneo mucho más, y mejor, que lo que otros no pueden ni con las palabras más sabiamente dispuestas. Amén de muecas que te desmontan, su solo frenillo de lengua es sobrado motivo de regocijo. Con él nos lo dice todo. Sublime.

En honor a la verdad, la lista de protagonistas quedaría incompleta sin mencionar el concurso fundamental que tiene el propio entorno. Y más concretamente la histórica Felicity Plantation con su señorial mansión, a la usanza de las antiguas edificaciones decimonónicas tan características de los estados del Sur profundo, donde ya se rodara también la impagable “12 años de esclavitud” (2013). Con todo, la ficción traslada la mayor parte de la acción a la costera Terrebonne Parish, mucho más sumergida en laberintos cenagosos, para lo cual se han generado por ordenador esos húmedos parajes que te calan hasta la retina. Queda patente que las tradiciones y los efluvios de su historia más reciente continúan empapando la fisonomía del estado de Luisiana. Hasta la llegada, claro, del huracán Katrina aquel mismo año -poco después de su estreno en agosto del 2005-, que directamente lo inundó, para acabar sacando a relucir maldades mucho más mundanas. Qué poética tan trágica y sórdida.


“en general le falta algo de brío, sobre todo para desmarcarse de una galopante indefinición en la que parece acomodarse sin sonrojo”


La que otrora fuera crisol de culturas y de credos, cuna de sonidos, semilla de iniquidades a la par que germen de refinada educación, entre algodones, y puerto de tradición colonial española y francesa, tanto como de la caribeña, criolla, negra, francoparlante y cosmopolita, principal emporio comercial del atlántico enclavado en el corazón de la economía esclavista y la política segregacionista de los estados del Sur, se viste de gala en este largometraje para conseguir del espectador una inmersión profunda en la pantanosa enredadera que nos propone. Y a fe, ¡con perdón!, que tendremos que lidiar con nuestras más recias convicciones, ya que los mecanismos del hoodoo son más encantadores de lo que cabría pensar.

Toda una sincreción de prácticas milenarias se amalgaman en este común cultural de la zona, que vendría a traducirse como 'invocación'. Y que el director Iain Softley sabe salpimentar con buenas dosis de intriga sobre todo, y más gotas de tensión que de terror. El británico, cuya experiencia acumulada a lo largo de una década contaba con variadas propuestas cinematográficas de entre las que se destacarían “Las alas de la paloma” (1997) y, sobre todo, la prestigiada “K-Pax. Un universo aparte” (2001), se pone a los mandos de esta cinta para infundirle cierto halo de 'horror gótico' mediante un desarrollo progresivo, escalado, que si bien no chirría, discurre siempre dentro de una desconcertante sobriedad, una contención que no se sabe si es tal, pues da la sensación de que lo que pretende, en realidad, es arrancarse con un espectáculo pensado para todos los públicos y gustos, tirando más bien a palomitero, con su plaga de artificios grandilocuentes, perfectos surtidores de frenéticas descargas de estímulos. Aunque bueno, esto no deja de ser una mera percepción, así que tampoco hagáis mucho caso. Con todo, si acaso resultara ser esa su pretensión, huelga decir que no lo consigue. Ni tan siquiera se acerca, vaya.

Es bajo esa ínfula 'bienqueda' y de artefacto digerible que por desgracia se diluye el potencial de una creación que poseía todos los mimbres necesarios para coronarse guapamente, pero que finalmente se queda en algo que no acaba de culminarse con maestría. En cualquier caso, nada que se le pueda reprochar al equipo en general. Todos se aplican en su cometido con solidez y excelentes maneras. A una dirección ajustada y más que correcta, se suman las aportaciones de nombres curtidos y veteranos con no pocos lanzamientos de primer orden a sus espaldas. No en vano, entre los créditos nos encontramos a Ehren Kruger, quien ya pusiera su rúbrica en el libreto de “Scream 3” (2000) además de postularse como candidato a mejor guion en los Premios Bram Stoker por su labor en “The Ring” (2002), o lo que es lo mismo, el remake estadounidense de la original japonesa de 1998.

Si hay algo que me ha fascinado de este filme es por descontado la trama, tanto su elaboración como su originalidad. Por otro lado, Dan Mindel nos entrega un meritorio trabajo a la fotografía, tarea en la que se maneja con tino al desplegar apropiadamente las diversas tonalidades que las atmósferas recreadas exigen, mientras bochorno, tormenta y carcoma traspasan la pantalla. Demuestra con ello la solvencia que le confiere el bagaje de años adquirido al lado de cineastas como Tony Scott, J. J. Abrams u Oliver Stone, entre otros. Mención destacada merece a su vez la banda sonora a cargo de Ed Shearmur que por momentos alcanza cotas intensas y muy notables. Además, los fragmentos en que suena la cantinela ritual con esa neblina sucia tan propia y genuina del vinilo ejercen como catalizadores perfectos de un punzante desasosiego, inquietante e incómodo a partes iguales.


“Los diálogos están bien escogidos. No son la quintaesencia literaria, pero es que tampoco hace falta”


No sé si puede ser debido a una supuesta limitación de medios, o movidas con gastos de producción, o vete tú a saber qué más rollos, pero algo de eso tal vez explicaría por qué LA LLAVE DEL MAL destila ese aroma a intentona fallida: por un lado no se atreve a bucear en la arriesgada, pero intransferible, experiencia que supone realizar un ejercicio de estilo, mientras que, por contra, tampoco alcanza a revestir a su filme de los aditivos que configuran el patrón por el que se rigen de antemano los taquillazos.

Sea como sea, lo que sí se antoja meridiano es que LA LLAVE DEL MAL, más que asemejarse a un experimento contrahecho, guarda esa esquiva pero certera belleza que tan sólo se permite ser intuida, incapaz de relucir por culpa de una mirada triste y perdida. Porque es eso, en general le falta algo de brío, sobre todo para desmarcarse de una galopante indefinición en la que parece acomodarse sin sonrojo. Se echa de menos algo de espíritu aventurero, un desmelenarse ante la fórmula canónica, ese punto de arrojo que se necesita para imprimirle a tu obra un sello distintivo, y perdurable. Porque lo que aquí se tiene entre manos es ante todo un material rutilante. Uno frente al que es inevitable preguntarse cuánto habría dado de sí, y en qué dirección, si lo hubieran abordado unos Aster, Joon-ho o Amenábar, por citar ejemplos dispares pero sobre todo reconocibles cuya capacidad de comunicación estética y dramática, y su habilidad para provocarnos visualmente, está más que contrastada. Dan buena cuenta de ello el relumbrón de sus filmografías, con indiscutidos referentes del séptimo arte como son “Hereditary”, “Memories of Murder” o “Los otros”.

Dicho lo cual, y pese a la descorazonadora falta de pegada, lo que me queda por encima de cualquier otra consideración es cuán disfrutable fue para mí el global de la película, en todo su conjunto. Y es que en ningún momento se me hizo pesada, más bien todo lo contrario: supo mantenerme expectante atrapando mi atención desde el principio. Admito que, pese a que no considero que le cueste arrancar, quizá en esos primeros compases sí que se echa en falta alguna baza que te sacuda con fuerza. Un buen gancho directo al mentón. Definitivamente, tal vez algo más de nervio no hubiera estado de más en absoluto. Pero, insisto, creo que todas las escenas -salvo por alguna que otra ya expresada más arriba- tienen un sentido. Los diálogos están bien escogidos. No son la quintaesencia literaria, pero es que tampoco hace falta. Para nada. Encierran un contenido siempre relevante para robustecer el andamiaje narrativo, no me resultan insustanciales o de relleno, y eso es para mí lo importante.


“Un cuidado montaje, construyendo la trama con detalle y sin aspavientos, surca un recorrido salpicado de incontables elementos que dan empaque y brillantez a la narración”


Un cuidado montaje, construyendo la trama con detalle y sin aspavientos, surca un recorrido salpicado de incontables elementos que dan empaque y brillantez a la narración. Algunas costuras, de las que no está exenta, aparecen a poco que se escarbe en ella, es verdad, pero no es algo que consiga empañar el cómputo global. Por lo que a mí respecta, tampoco tiraré de lupa inquisitiva ante los derrapes que se reflejan en algún que otro fallo de continuidad. Así que lo que vengo a ser yo no pienso ponerme exquisito. Porque entiendo que el discurso no se resiente, va fluyendo a medida que se construye por sí solo, no se ve forzado ni encorsetado. Esa y otras virtudes son las que a la postre me han permitido 'redescubrir' LA LLAVE DEL MAL cada vez que ha caído programada de nuevo en alguna que otra furtiva sesión cinéfila. Y he de decir que en todos y cada uno de los reencuentros siempre he acabado paladeándola un poquito más y mejor. Hasta el punto de albergar en lo más desaforado de mis anhelos la quimera de ver continuada la obra en forma de absoluta y rigurosa precuela.

Porque la historia da para eso y mucho más. Porque ese final, qué digo final, ¡FINALAZO!, todavía me sigue poniendo los vellos como Scorpions. Es lo que sin duda, a mi juicio, eleva muy mucho lo que ya de por sí había supuesto, hasta ese momento, una hora y media larga de intrigante propuesta. No es de extrañar que, con todo mérito, la nota predominante que se repite en la práctica totalidad de parabienes que ha concitado este metraje aluda a su soberbio desenlace. Me parece una valoración harto justificada.

No es solo que sea arrollador per se, es que es tan bueno que de él se derivan más conclusiones que, cual ráfaga, te noquean con inusitada precisión cuando todavía ni siquiera te has repuesto de la primera conmoción. Es una regalada magna y colosal, y que yo personalmente agradezco de manera superlativa porque es de las que no finalizan quedándose a medias -simple, se cierra el círculo- ni me dejan con sensación de sentirme imbécil o de que me han tomado por tal. Vale que mis luces no me den como para ser de los que “se lo habrán visto venir con bien de antelación”, pero bueno, eso es algo que lo llevo bien. Así que sin problemas. Máxime si el resultado invariablemente consiste en petrificarme, ahí con el rictus embobado, dándole vueltas a este singular “Quién es Quién” tan divertido como el propio juego, sin percatarme de que la persiana de nombres implicados en la realización de la película hace ya rato largo que me despidió con un conclusivo pantallazo en negro. Porque lo que es abrir boca para no dar crédito es algo que LA LLAVE DEL MAL se empeña en ofrecernos desde el mismísimo arranque. “Live fast, die young”.


14 comentarios:

Oscurifer dijo...

Pues a mi me parecio bastante mala porque no es una película que vayas a querer ver una segunda vez, ese motivo es más que suficiente.

Para mi las películas que yo considero buenas, son aquellas que voy a querer volver a ver muchas veces, no de un dia para otro, pero si al menos una vez al año.

La llave del mal se puede ... Tal vez ... Disfrutar la primera vez que la ves, pero sinceramente, una vez que ya conocéis el final y teniendo el ritmo que tiene ¿Cuantos de los que les gusta volvería a verla de nuevo?

Nada más que decir señoría.

Art0rius dijo...

No coincido con la puntuación,de hecho esta skeleton key me parece una obra tirando a olvidable. Quizá sea que la Hudson nunca ha sido santo de mi devoción, o la labor del director que a mí parecer dota a la película de cierto aire de telefilm noventero. Le reconozco sus méritos en el tema del tratamiento de la santería/animismo y cierta valentía en su tramo final, pero realmente tuve que esforzarme en recordarlo y tiré de Youtube, lo cual no es buena señal en cuanto a la impronta que me dejó.
En suma,celebro que te haya dejado honda impresión , y lamento que no sea mi caso. Opiniones, como los culos, todos tenemos una y la queremos.

Gustavo dijo...

Hola a tod@s los cuervos.
Coincido con Maik. La trama te va llevando de a poco y al final encanjan todas las piezas. También tiene un cierre digno y que para algunos (a lo mejor para otros era el cierre obvio) es bastante sorpresivo. Por lo argumentado merece la pena verla aunque sea una vez.
Saludos.

Oscurifer dijo...

Aprobechando que la tengo en dvd (pues tengo la manía de comprar antes de ver) y después de leer la crítica completa (pues tengo la manía de comentar antes de leer) me puse a dudar puesto que el crítico asegura haberla revisionado varias veces cuando yo aseguraba que nadie la querría ver una segunda vez, total que he pensado que podría estar yo equivocado al basarme en un recuerdo lejano asi qué me la he puesto a caso hecho para comprobarlo.

Vengo ahora mismito de verla, lo siento pero tengo que ser claro, me ha resultado una mierda, pero no una mierda cualquiera no, por esto o por aquello, es una mierda en su totalidad, si la primera vez ya me dije que no volvería a ponermela porque conociendo su final pierde toda la gracia y en vez de ayudarla a encontrar nuevos matices lo que hace es perjudicarla debido a su aburrida lentitud, sin climax que balanceé esa espera realmente, por decir algo bueno, su historia me recuerda a una canción de King Diamond, pero nada más y salvando mucho las distancias, si antes decía que se podía disfrutar la primera vez ahora no digo ni eso, me parece una mierda y punto, pero entiendo perfetamente tu amor hacia películas que a los demás no les gustan, por ejemplo a mi me encanta The Bunny Game pero todo el mundo me dice que no vale una puta mierda, a mi me da igual y yo la amo, asi que te aplaudo por serte fiel porque si algo te gusta lo dices y nadie ni nada más importa.

Donnie dijo...

Recuerdo que la vi hace un tiempo en el Ave y que sin parecerme una maravilla, me entretuvo lo que ya me parece mas que suficiente. Y aunque me hizo pasar un buen rato, el viaje en tren debió ayudar a ello, no guardo muchos recuerdos de ella mas allá de su parte final por lo que igual para mi no deja de ser una cinta intrascendente.

Un Saludo!

donnie

Krueger dijo...

Pues recuerdo verla en su momento en el cine y siendo sincero no recuerdo absolutamente nada de ella, salvo la interpretación de John Hurt. Supongo que el gótico sureño tiene su aquel, pero como a otros escribas, no dejó ninguna huella en mí. Aunque esto es lo buen del fantástico! Tener cientos de obras que disfrutar

Maik Lingotazo dijo...

Hola. Antes de nada, gracias por comentar. Y disculpas por la extensión de lo que sigue, que es considerable. Me he arrancado y esto es lo que ha quedado.

Ya me imaginaba que esta crítica podía ser susceptible de generar discordia, o cuanto menos división de opiniones. Vamos, que no iba a ser del agrado de todo el mundo. Pero bueno, dado que eso es algo que puede pasar con cualquier otra reseña cinematográfica, y que de hecho seguirá pasando por los siglos de los siglos, pues bienvenidas sean estas diferencias. En fin, lo de los gustos, y los colores, y las opiniones, y los culos y todo eso. Nada nuevo, vaya.

Asumo que mi escrito adolece de cierta excesiva implicación sentimental. Ya lo dije, le tengo especial cariño. No considero que eso me haya nublado la mente, pero sí confieso que me he decantado por 'inflar' la nota en aras de reivindicarla de un modo que creo que merece. Es posible que me haya dejado llevar por la ley de la compensación, como cuando el árbitro perdona una segunda amarilla: prefiere 'disculpar' el inoportuno desliz en detrimento de impartir una fría justicia, que privaría al respetable del concurso del infortunado infractor y, por lo demás, encima opacaría el buen hacer que hasta el momento hubiera desarrollado sobre el terreno de juego. Y conste que esa 'fría justicia', para mí, no bajaba de todos modos de un 6. O sea, tan sólo un punto menos. Me estuve debatiendo entre eso y la nota final que le he acabado marcando, que es la de un 7.

Me sigo manteniendo en esa puntuación, de la misma manera que no me retracto un ápice en cuanto a las carencias que también le resalté. He dedicado gran parte de mi 'chapa' a significar precisamente esa indefinición en la que se enmarca, esa especie de no sé si 'quiero y no puedo', ese aire a tele-film como ya se ha mencionado en alguna de las intervenciones anteriores. Del mismo modo, también me he pronunciado tanto trayendo a colación ciertas fallas de continuidad o sinsentidos, puntuales, que penalizan al filme, como poniendo sobre la mesa toda una ristra de clichés, mejor o peor ejecutados, pero clichés al fin y al cabo.

Quizá es que, a la hora de ver una película, mi lado racional prima, muchas veces, por encima de otras consideraciones más estéticas o de otra índole. Vamos, que me mola cuando me sorprenden desde el encaje de bolillos argumental bien medido, y este fue para mí el caso. Que sí, que con alguna grieta, pero incluso el gol del siglo de Maradona acabó a trompicones. Y teniendo en cuenta que esta ni de coña es la película del siglo, le perdono los derrapes en los que haya incurrido dada la solvencia con que, bajo mi punto de vista y personalísima sensibilidad, desarrolla la narrativa en su conjunto. Es cierto también, que cae en el efectismo, pero que alguien me explique realmente qué es eso más allá de una palabra que queda bien puesta cuando lo que se pretende es desprestigiar, corregir o demeritar algo. También la 'cola de vaca' de Romario es efectista, porque en verdad no es algo especialmente difícil de ejecutar en cuanto a técnica, pero no por ello es menos bella. Incluso para eso hay que atreverse. Y luego esperar a que te salga bien. Si lo consigues en el momento y lugar idóneos, eso ya te eleva. Quizá en ello también radique la estética de lo conseguido.

(Perdón por los símiles futbolísticos utilizados, que entiendo que a quien no le guste dicho deporte, o no lo siga, o abomine de él, le habrán resultado insustanciales o fallidos, pero creo que igualmente se explican por sí solos los párrafos).

Maik Lingotazo dijo...

Tampoco es que pida yo un tratado de 'lógica aristotélica' permanentemente, pero en esta producción no pude por más que llevarme las manos a la cabeza. Y todavía lo sigo haciendo cuando vuelvo a verla, ya sea porque la he recomendado en alguna sesión con mis compis, en lo que vendría a ser una especie de misión 'apostólica' que desde siempre me gusta cultivar con filmes que me hayan agradado, o cuando como, en este caso para Nido de Cuervos, la revisiono de cara a entregar una crítica. Que son básicamente los dos motivos mayoritarios por los que suelo ver de nuevo una película, junto con el de topármela en la parrilla de programación televisiva. Alguna otra causa podríamos encontrar en la distribución de razones que me llevan a repetir visionado, pero entiendo que representan un porcentaje residual, siendo una de ellas bastante significativa pues simplemente aludiría a un título como fuerza motriz de todo lo demás: “La vida de Brian”. Pero eso formaría parte de otra película.

En resumen, que pese a que LA LLAVE DEL MAL tampoco sea el recopetín, y de que además tenga, insisto, alguna que otra costura evidente y peque de falta de ambición, he preferido ponderar la honda impresión que me causó, no solo el final por sí mismo, si no por las consecuencias que de él se derivan. Y creo que quien la vea o la haya visto sabrá a qué me refiero. ¿Que no es la perfección, y que no está atado con excelencia? Puede. Seguramente. Pero la mera idea que acaba de cuajar en su desenlace a mí me puso bien, para entendernos.

Eso es sencillamente lo que me ha empujado a ser algo más indulgente de lo que sería seguramente con cualquier otra película que sí me ha parecido olvidable pese a jugar con bazas abrumadoras en cuanto a puesta en escena y despliegue publicitario como, léase, que si las “Conjuring”, las “Insidious” o las “Sinister” de turno. Todas ellas con su reparto imponente y su atmósfera conseguida pero que no dejan de ser, para mí, otra más de casas encantadas, espíritus tocapelotas y demonios ancestrales. A la postre, no me suponen nada nuevo más que, a lo sumo y en el mejor de los casos, un par de horas de entretenimiento, y del vacío además. Que no por ello es peor, faltaría más. Pero conste en acta que para mí no pasa de entretenimiento prefabricado. Así que cuando me encuentro con algo que se toma el simple esfuerzo de desperdigar por el recorrido detalles que logran acabar teniendo su significación en el tramo final, pues es algo que agradezco. Y si encima lo hace recomponiendo esos detalles de una forma que para mí es estelar, eso invariablemente hace que perdure mucho en mi azotea, muy al contrario de lo que lo hicieron las sagas de los filmes antes enumerados, siendo que realmente no podría escribir una mera y breve sinopsis de los mismos, señal inequívoca de que pasaron por mi mente sin pena ni gloria.

Y he mencionado a los anteriores 'referentes' modernos del terror más palomitero no porque yo quisiera que LA LLAVE DEL MAL se asemejara a ese estilo, sino porque pareciera que es la propia película la que tal vez haya pretendido inscribirse en ese grupo, a tenor de los intérpretes puestos en liza y de su ya de por sí arquetípico y digerible formato: casas-personaje donde se dirime una pugna entre el escepticismo y las férreas creencias, entre el más acá y el más allá. La diferencia es que la que nos ocupa al final acaba teniendo mucho más que ver con los vivos que con los muertos, y si a ello le añadimos el particular 'horror gótico' que se desprende de un enclavamiento tan sugerente como la pantanosa Luisiana, pues de resultas tenemos una pieza que para mí supera en mucho a las anteriores referencias citadas, pero a la que por desgracia desmerece esa indecisión y falta de atrevimiento. ---sigue en el siguiente comentario---

Maik Lingotazo dijo...

En suma, un argumento que posee los suficientes quilates como para que siempre nos quede el preguntarnos qué niveles podría haber alcanzado de haber sido llevado a la gran pantalla con más estilo y efectividad, bien fuera tirando de ramalazos formuleros o de pretendidas ínfulas de autor.

Por lo demás, y en cuanto al final, un par de apuntes a cuenta de algunas críticas que me he encontrado por la red: que alguien se lo viera venir o que se considere que este largometraje sea una descafeinada o burda copia de algo ya realizado en el poco más de siglo de historia que atesora el séptimo arte, pues bien. Eso es algo más o menos objetivable, como lo es que mucha gente viera en la más reciente “Déjame salir” algo de LA LLAVE DEL MAL. Pero eso sólo es, para mí, una cuestión cosmética, cuando no anecdótica, para darse pisto, sinceramente. Básicamente porque si nos atenemos a esas variables, casi siempre nos podremos encontrar, si las buscamos, con referencias que incurran en lo dicho: o bien que sean previsibles (materia esta que siempre bascula entre el poco o mucho desparpajo desplegado en la película y el ego más o menos indisimulado del que haga gala el previsor de marras -y vaya por delante que todo hijo de madre tiene, tenemos, uno-) o bien que, en el mejor de los casos recuerden o se inspiren en algo anterior, y en el peor sean una copia supuesta o directamente descarada (cosa que, conviene recordar, tantas veces gusta de llamarse guiño u homenaje, según sople el viento).

(OJO QUE VIENE SPOILER)
Total, que para mí el momento en el que se nos revela que la Hudson ya no es Caroline, sino Mamá Cecile, con el solo mero gesto de encenderse un pitillo me parece un puntazo de auténtico placer maquiavélico. Que se le acerque el abogado Luke para estrecharla entre sus brazos y que, aparte de dar sentido a varias pistas tiradas con anterioridad, se nos descubra que en todo momento se ha tratado de Papá Justify me parece perverso. Que al fin, y tras desalojar de sus cuerpos a sus legítimos propietarios, se las arreglen para seguir ocupando su centenaria casa con el bonus de una nueva y prácticamente entera vida por delante es sencillamente brillante. Que acabemos infiriendo que el verdadero Luke ha permanecido todo el rato preso en el anciano cuerpo del abuelo Ben, del mismo modo que logran hacer -tras atraérsela a su causa, la de empujarla a creer pese a todo, y ella dejarse arrastrar por sus motivaciones y sus traumas- con Caroline, ahora presa en la figura envejecida de la antes altiva Violet, me resulta apoteósico. Como lo es el instante en que se miran fijamente, ya dentro de la ambulancia, sin poder hablar ni desvelar su condición a fin de pedir ayuda, tan sólo unos ojos que reflejan: “joder, tú eras mi última oportunidad” por parte del abogado preso en el abuelo Ben, y un “qué coño está pasando, éramos jóvenes y ahora, ¿vamos a vivir lo que nos queda postrados y catatónicos?” que parece sugerir Caroline con el rostro suplicante y atónito de la abuela que ya es a partir de ahora. Pero si aún no te has repuesto de este órdago, ¡ja!, es el momento de jugar al Quién es Quién, lo cual te lleva indefectiblemente a preguntarte entonces quién coño son los auténticos Ben y Violet. Si das con la obvia respuesta, se revela cual hostión despatarrante el tirabuzón magnífico que nos obsequia esta película: ¡¡¡LOS NIÑOS!!! ¡¡¡LOS NIÑOS!!! ¡¡¡AHORCARON, LINCHARON Y QUEMARON A LOS NIÑOS!!! En fin, oye... pues que si esto no es un final bien parido, yo no sé qué lo es.
(FIN DEL SPOILER)
---sigue en el siguiente comentario---

Maik Lingotazo dijo...

Lo dicho, gracias por responder. Obviamente, las películas están para ser disfrutadas, como cada cual sepa, pueda y quiera, y de eso van los gustos. Es una perogrullada, pero está bien recalcarlo. Vosotros lo habéis dejado claro, y me da que yo con esta nueva rajada he tratado de hacer lo propio, jeje. No lo puedo disimular. Insisto, entre la indulgencia y el cariño y las motivaciones y placeres personales ha andado mi juego. Un saludo a todos.

PD: A mí “The bunny game” me pareció una marcianada muy turbia, pero para nada diría que me desagradó. Es más, no se me antoja descartable como opción de la que tirar si se me terciara una sesión de pelis con alguien a quien crea que le puede impactar, y a ser posible y ya que estamos, pues también molar.

Oscurifer dijo...

Amigo, tienes un evidente don para la escritura y la expresión, pero eso no hará cambiar la opinión de nadie (menos la mia), si te gusta pues ya está no hacia falla ninguna explicación, pero oye si quieres te escribo un volumen semejante a la biblia o el señor de los anillos para decirte porque la considero una mierda a esta película.

Maik Lingotazo dijo...

Presupones demasiadas cosas, amigo. Un poco atrevido cuanto menos lo de hablar en boca de 'nadie'. Para empezar en ningún momento he pretendido cambiar opinión alguna, y mucho menos aún 'dando explicaciones'. Para acabar, lo que yo quiera es irrelevante. Escribe cuanto te apetezca, si quieres. Como cualquiera puede hacer, y hace. Faltaría más. Pero estaría bien que no me metas ni me utilices como excusa. No sé, digo yo. Salut.

Josue dijo...

Excelente película, me gustó en su momento y la compre para verla nuevamente, también considero que esta bastante subestimada, pero como indicas se debe a que no utiliza los trucos y artificios usuales de los blockbusters, a lo cuales lamentablemente estamos demasiado acostumbrados, hoy en día todo es mucho artificio, mucha atención a la forma, pero suele olvidarse el fondo, y eso es lo importante en esta película a mi modo de ver, la historia, que es sumamente buena y escapa de la mayoría de los estandares a los que estamos acostumbrados en el cine de terror, y el final es simplemente excelente, una gran obra sobriamente ejecutada, que al parecer, a los pocos que la apreciamos nos cala profundo, y se vuelve para quienes caemos en su embrujo, en un trabajo atemporal e inolvidable.
Muchas gracias por rescatarla.

Maik Lingotazo dijo...

Hola, Josue. Gracias a ti por tu comentario. Y de nada, un gusto habértela rescatado. Totalmente de acuerdo contigo. Evidentemente, está claro que para gustos, colores, pero creo, como tú, que esta película tiene algo que la destaca por encima de tantas otras, que juegan la baza de la espectacularidad y el marketing en detrimento de una historia que se salga mínimamente de los cánones. En fin, una trama sobria y discreta, pero bien parida, que se luce con un final más que satisfactorio. Y que por lo menos ahí queda para quienes, como a ti y a mí, nos impactó. Un saludo.

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